Esperanza Aguirre siempre me ha caído bien. Me hubiese
encantado trabajar con ella dos años. Estoy segura de que habría aprendido
mucho aunque me sienta muy alejada ideológicamente. Espe siempre ha sido
coherente y eso se paga muy caro en política. Es posible que discrepase con
ella en muchas cosas pero: 1) Era mujer y yo siempre apoyo a las mujeres, salvo
que vayan en mi contra. 2) Siempre ha dicho lo que pensaba, no se ha callado,
ha sido honesta. 3) Era ambiciosa.
Fijaos qué decepción con Gallardón. Imaginad por un segundo
todos aquellos políticos que “Donde dije digo, digo Diego” (pobre Diego, como
comentaba un chico por Twitter el otro día). A veces, las palabras son muy
rotundas. Allí donde otros ponen paños calientes, otros ponen palabras al rojo
vivo. Y a la gente le encanta que le mientan.
Las señoras que acompañan a Rajoy en su camino al liderazgo
están lejos de la sociedad civil. Ana Mato y Cospedal no me gustan. Pero nada.
Soraya es la voz de su amo, así que Aguirre era la única que le podría toser un
poco. Pues ya está, ya se ha librado de ella.
Esta sociedad todavía no está preparada para digerir a las
mujeres con poder. Todas son un pain in
the ass, un grano en el culo para sus compañeros de trabajo, para sus
jefes. Ni siquiera para las mujeres que ambicionan la perfección.
Yo me quedo con la imagen de Espe conduciendo el bólido y la
cara de disgusto del consejero, cada vez que le mentaba a Aguirre. Tan
trabajador, honesto y disparado como ella.
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