domingo, marzo 29, 2020

El derecho al sexo en los adultos mayores







Se cierra la fábrica y se abre el parque de diversiones. Así define la terapeuta Patricia Kelly el fin de la vida reproductiva de las mujeres. Desgraciadamente, la menopausia conlleva una serie de connotaciones negativas que impiden a muchas féminas aceptarse y amarse a sí mismas llegado este momento de la vida, cuando menopausia y menstruación debieran ser procesos naturales.

Si es importante aceptar nuestro cuerpo y sus características durante nuestra época fértil, igualmente hemos de hacerlo cuando se pone definitivamente fin a la etapa reproductiva. Un tanto similar sucede con los hombres. La viropausia se manifiesta con erecciones menos frecuentes y duraderas, con menos eyaculaciones por semana. El hecho de carecer del vigor de un joven de 20 años puede sumergir a algunos hombres en un estado de ansiedad o impotencia. Tampoco debiera ser así.

Vamos a eliminar algunos falsos conceptos asociados a la sexualidad y la vejez.
Socialmente sigue estando mal visto que dos viejos disfruten del sexo. Es algo cultural. Las parejas que nos muestra el cine son por norma general jóvenes, heteros, bellos y en edades reproductivas. Este concepto heteronormativo no se hereda por casualidad. Son los residuos del viejo orden, ese que está derrumbando ya sin remedio en estos días. El coronavirus lo acelera todo.

En ese viejo orden sólo se contemplaba el placer para los hombres, la cópula siempre iba en busca de la reproducción y la creación de familias. Si pasados los 60 el hombre seguía sintiendo deseo sexual se le designaba viejo verde. La mujer con ansias de ser acariciada y besada traspasada esa edad era una depravada.  Y no hablemos de las parejas con idéntico sexo.

Otro asunto importante: para algunos el sexo significa penetración y por suerte no es así, como ya he explicado en algún que otro artículo. El buen sexo no tiene porqué convertirse en un campeonato de orgasmos y embestidas. Hay otras demostraciones más sosegadas y también placenteras.

La realidad es que hoy más que nunca existen estupendas soluciones para que los adultos mayores puedan disfrutar de su sexualidad, incluso más que en su etapa reproductiva. Para los hombres, aparte del Cialis y el Viagra, existen los tratamientos con células madre. Las mujeres disponen en el mercado de lubricantes de las mil y una variedades, colores, texturas y temperaturas.

Los que tienen pareja y se encuentran en periodo de jubilación tienen más tiempo que antes para disfrutar y experimentar. No hay prisas, no hay presiones para que el hombre siempre esté dispuesto con la espada de Hyman en alto. Si el uno y el otro se conocen bien, se toleran y se aceptan, el erotismo es relajado y divertido, con muchas risas y ternura.

Para los que están solos hay otra palabra: el autoerotismo. Sí, vamos, la masturbación.
La artritis, diabetes u otros achaques propios de la edad, no son un problema en verdad. Y, por supuesto, uno tiene la vejez, la sexualidad y la relación de pareja que produce durante su vida.

El sexo en los adultos mayores también es una cuestión de derechos humanos: derecho al placer, derecho a acariciar, derecho a amar y ser amado.

martes, marzo 24, 2020

El amor y el sexo en los tiempos del coronavirus





Crisis también significa oportunidad y en estos momentos de incertidumbre total, de pesadilla y ciencia ficción, los afectos importan. Y mucho. Las parejas encerradas en casa, atrincheradas frente al enemigo invisible pueden salir reforzadas o hundirse sin remedio.

El coronavirus puede acelerar el proceso de destrucción o construcción de las parejas. Las dinámicas cambian. Los que conviven hace años, que apenas se veían de noche e intercambiaban apenas un murmullo de labores e intendencia, se verán las caras 24 horas. Los hogares con pocos metros cuadrados y muchas personas pueden sufrir fricciones, aunque yo los envidio un poquillo porque cuantos más seamos en un sitio, también más posibilidad de diversión.

Si la cosa va bien, las parejas saldrán fortalecidas. Si la cosa ya iba mal, ojo. Dicen los astrólogos que todo lo que está ocurriendo provocará un derrumbe de estructuras tradicionales. Como soy muy positiva, creo que el concepto de matrimonio y pareja cambiará. Nada de uniones por conveniencia y confort. Nada de hacer el amor una vez al mes, o cada tres meses o nunca. No. Las parejas en los tiempos del coronavirus lo harán todos los días. ¿Por qué? Porque en estos tiempos de confinamiento ¿Qué hay mejor para liberarse del estrés y la incertidumbre? El sexo, sobre todo el sexo bonito con la persona que amas y que te ama en la que confías al 100%. Y porque cuando todo esto haya pasado valoraremos lo importante, lo que quizá, en la normalidad nos pasaba por alto; salir a la naturaleza, besar y amar, tocar, reir; las cañas con los amigos, las confidencias con tus amigas, en algún caso la sonrisa de tu hijo. Arrebujarse con ellos para ver una película o cocinar. Cosas sencillas.


Llegan muchos consejos para no perder la salud física y mental en estos días de confinamiento y lo básico es lo de siempre: la comunicación, las demostraciones de amor, las palabras bonitas, mantener el contacto. Si puede ser físico, genial. Si no, hay otros muchos modos.

Para todas esas parejas que tienen la suerte de convivir, llevarse bien y que están en casa sin hijos, imaginen, las posibilidades son infinitas. Con algo más de tiempo libre, sin prisas y presiones, disponen de todo un universo a explorar. Pueden probar cada rincón de su hogar. Redescubrir sus cuerpos —no olviden que aparte de los genitales, tenemos cuatro kilos de piel— atreverse con esos juegos que siempre quedaban para después, los baños sensuales, los masajes, y para aquellos a los que el coronavirus les pilla separados tienen la opción del sexting (siempre con las precauciones pertinentes).

Piensen que es una suerte amanecer cada día en su cama y no en una cama de hospital. Piensen que esto es pasajero, que será una prueba, que servirá para destruir y construir una nueva realidad, esa realidad en la que el sistema sanitario universal es necesario. Piensen que cada día es un regalo…disfrútenlo y eliminen la queja de su camino.

domingo, marzo 15, 2020

No tocar, peligro de contagio





Tantas canciones hablan del amor, del contaminame, mézclate conmigo y nosotros estamos aprendiendo a lo contrario. A saludarnos con un guiño de ojos o, como hacía mi padre, con un movimiento de cabeza. La situación de alarma es un hecho y todo nos parece raro y difícil.

Han cerrado los colegios, cierran bares y restaurantes. Trabajaremos solos, aislados en casa, acompañados de nuestro gato y saldremos a la calle lo mínimo e imprescindible. Nos mezclaremos con nuestra sangre, con los más íntimos y cuando levanten las temperaturas toda esta pesadilla habrá terminado. O no. Las consecuencias económicas de 50 días de parón no tardarán en hacerse notar. O no. Quizá, esto nos obligue a recapacitar y darnos cuenta de que el teletrabajo es posible, incluso necesario y que nuestra política debiera ser la de simplificar. Eliminar para iluminar.

Nosotros que tan barrocos somos, que nos complicamos la vida gratuitamente, que de todo tenemos veinte variedades, que vivimos con tantas facilidades, que buscamos siempre rizar el rizo, a veces de puro aburrimiento, hemos tomar esa lógica Zen de menos es más, e intentar hacer nada, o cuanto menos, mejor. Lo sé, cuesta. Personalmente a mi me da cargo de conciencia el parar. Siempre he tenido un sentido de culpabilidad si no estoy alimentando mi mente, escribiendo, leyendo, pensando cada minuto de mi existencia. Por no hablar del ejercicio físico, algo casi religioso para mi y no sé cómo solventaré aún, puesto que han cerrado los gimnasios municipales, como debe de ser.

Criticamos la huida de los madrileños, pero es humano el miedo y también ciertas dosis de irresponsabilidad y escapismo. Por eso lo mejor en estos días es huir hacia adentro. Investigarse, analizarse, estudiarse, leer ese libro gordísimo para el que nunca tenías tiempo, ordenar la biblioteca aita de polvo y años de desdén, de “ya lo haré mañana” y confinarse para estar sólo con los imprescindibles, siempre y cuando no pongas en peligro su vida. 

El mundo está haciendo un reset imponente. Creo que es más que evidente que el universo nos devuelve lecciones para que no desperdiciemos más nuestra vida, ni nuestros recursos. Para que valoremos algo tan simple como la libertad de movimientos, el aire de las grandes ciudades, los bares y los amigos a los que en estos días echaremos de menos.

La alegría del movimiento la sustituiremos por la paz de la quietud porque necesitamos parar. Es una orden que llega de no sabemos qué lugar pero que nos invitará a ser más solidarios, a volver al hogar, a las ollas grandes, a las familias que se ayudan y al contacto que nos permita el maldito virus.
Los teatros y bibliotecas cerrados como símbolo de una vida en suspenso, en stand by, en calma aparente pero que puede crecer y florecer por dentro.

No desperdicies estos días, aliméntalos, sácales provecho. Contaminate de otro modo y ama siempre. A veces el amor implica la distancia.


lunes, marzo 09, 2020

Volver al origen




La única constante de la vida es el cambio. Sin poderlo remediar, los años pasan, los negocios abren y cierran, nos salen canas, arrugas, los jóvenes empujan por abrirse paso, por sembrar de futuro lo que ellos consideran el pasado y que nosotros alimentamos como nuestro presente.
Todo cambia, sí. Aunque a veces nos resistamos y amemos los valores del pasado: el respeto, la lealtad, la honestidad, la sana competencia, nada de tirarle arena en los ojos al otro sino, desde la admiración, querer ser como él, quizá superarle, pero sin perder un gramo del aprecio, del reconocimiento. Ser como el mejor de tus admirados ejemplos para sumarte y sumarle, no para restar.

Estos valores te impiden anclarte en la crítica gratuita. Jamás ascenderás pisando la cabeza de nadie, ni insultando o menospreciando el trabajo de un colega. Pero estos valores, me temo, pertenecen a esta misma generación. Mi generación. La que trabajaba 18 horas al día por una noticia sin importar si te pagaban o no. A la que le brillaban los ojos cuando encontraba un filón informativo.

Siempre admiré a mis mayores. Lo sigo haciendo. Entiendo que la edad no resta valor al ser humano. Alguien que merece la pena aprende de las experiencias y se hace más grande. En la era del éxito rápido, del selfie y de los resultados a golpe de clic, los más jóvenes se pierden la satisfacción de pelear de verdad por encontrar la veta de oro. Por transformar de algún modo, —modestamente, desde una columna, un reportaje u otro trabajo— un pedacito de la sociedad.

Yo invito a los más jóvenes a volver al origen. A que dejen de perseguir likes en las redes sociales, a que salgan de los parques temáticos y se atrevan a mezclarse con los que son diferentes a ellos. Sobre todo, diferentes en cultura, edad y clase social. A que eviten los atajos. Llegarán a la meta veloces, pero ¿a costa de qué?

Yo siempre lo tuve muy claro. Todo cambia, sin duda, pero hay valores a los que uno debe aferrarse en estos tiempos de palabras pantanosas; tiempos de “tengo estos principios…Si no le gustan, tengo otros”.

Las variaciones son hermosas, como las variaciones Goldberg de las obras de Bach, más la esencia, la bondad que permanece intrínseca en los humanos y en las cosas no debiera cambiar; El respeto a los compromisos, a la palabra dada; el respeto a tus colegas de profesión, a tus mentores y maestros; el respeto a los que amas, incluso a los que odias.

Siento que nos estamos perdiendo y que sólo encuentro los valores genuinos de ese permanecer en lo esencial, a pesar del cambio, en los clásicos del cine. Y eso sí que no me gusta. Que cambie todo, claro que sí. El cambio es la vida, la renovación, pero volvamos al origen. Al bueno, bello y verdadero. Huyamos de los personajes fatuos, de los latiguillos verbales. Huyamos de lo aparentemente fácil. Huyamos de la mentira.

lunes, marzo 02, 2020

La fórmula matemática del sexo





¿Se puede medir el sexo? ¿Tenemos que incorporar nuestras relaciones al ritmo frenético de los números? No, de verdad que no, pero ¿Por qué lo hacemos?

Estamos más interesados en el número de relaciones sexuales que tenemos a lo largo de una semana que en la calidad. No en balde, de las primeras preguntas que se realizan a un terapeuta pasan por la cantidad idónea para una pareja “normal”.  Otras cuestiones muy frecuentes son las siguientes ¿cuánto me tiene que medir el pene? o ¿Por qué llego al orgasmo más rápido si me masturbo que cuando estoy con una pareja? ¿Cuánto debe durar una relación sexual?

Las mujeres, por norma general, tienen la presión de llegar pronto al orgasmo y los hombres, justo al contrario. Total, que, en vez de estar disfrutando de uno de los mayores regalos de la naturaleza, no pasamos todo el tiempo con el minutero mental, centrados en los segundos, con la cabeza llena de pensamientos.

Nosotras con el “vamos, vamos” y ellos con el “para, para”.  Además, está la romántica y estrafalaria idea de intentar coordinarse para llegar los dos al mismo tiempo. Así que nada, no estamos en lo que estamos. En absoluto
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Sería divertido ver qué ocurre en las cabezas de los amantes. Lo contradictorio del asunto es que el orgasmo es un momento de máximo egoísmo a la búsqueda del placer y también un momento de máximo abandono y de máxima entrega al otro. A ver cómo integramos esto en los contadores y en las mentes medidoras de algunos y algunas.

Centímetros, minutos, tiempo, frecuencia, velocidad e incluso la masa acaparan la mente de muchas personas cuando piensan el sexo y ese es el error. El sexo no se ha de pensar, sino que se ha de sentir. No hay fórmulas matemáticas que garanticen el orgasmo. Es más, el orgasmo no debería ser la meta de ninguna relación sexual. Si llega estupendo, pero si no, disfrutemos del momento.

Porque, además, en esta sociedad competitiva todos los penes tienen que estar erectos, todas las vaginas lubricadas y el acto sexual debe responder a un patrón heteronormativo de perfecciones varias, cuerpos prietos, tamaños ideales y de personas hermosas y jóvenes.

Y el sexo, y sobre todo el sexo con amor, no responde a ningún canon, no obedece a ninguna regla. En esta relación de pareja hay entrega y hay consenso, no debieran existir presiones, ni prisas, ni miedos. En esa relación, mirarse a los ojos, tocarse, abrazarse, amarse no tienen que conllevar incluso necesariamente una penetración.

Nos obsesionamos con las formas, los tamaños, los números y las fórmulas mágicas y nos olvidamos de lo fundamental: el sentido lúdico, la entrega inesperada, las palabras hermosas, el deseo en la mirada y el sentirse afortunado de compartir con el otro desde la más leve caricia al más intenso de los orgasmos, porque todo forma parte de esa química espectacular de algunas parejas y para que la que no existen brebajes, ni pociones ni fórmulas secretas, salvo la del disfrute porque sí.