sábado, junio 18, 2016

Legitimar la rareza

   

 Según ese sociólogo clarividente que es la alegría de la huerta y que responde al nombre Zygmunt Bauman, vivimos en un mundo líquido. Este mundo de hoy se caracteriza por la precariedad, por su volatilidad, por el cortoplacismo y porque, nos guste o no, hemos tenido que aprender a vivir y gestionar la incertidumbre ¿Cómo afecta eso a las relaciones amorosas? Pues analicen a su pareja, a las parejas vecinas (si es que aún se mantienen en pie).

 El mundo sólido parece que pasó a la historia. Ya nada es para siempre, ni blanco ni negro. Analicen y observen también qué parejas parecen vivir en un mundo sólido pero en el fondo pisan un lodazal apestoso desde hace décadas. No es tan difícil. De acuerdo. Hay excepciones, luego iremos a ellas La conclusión de Bauman es que el Eros sigue ahí vivito y coleando: "lo encontrarás en todas partes pero nunca demasiado tiempo en el mismo sitio" Hemos pasado del modelo familiar, al nomadismo amoroso.

Y esas mismas características que menciona Bauman de su mundo líquido son extrapolables al sexo y al amor, por muy romántico que sea. A mi Bauman me parece un cenizo de tres pares de narices. Cierto, no le falta razón, pero si el problema de las parejas tradicionales ( fracasadas) es que la vida sólida es incompatible con un sexo rico, lujurioso, erótico, apasionado y repleto de deseos al rojo vivo, no hay porque hundirse en la miseria.

 La solución existe. En este mundo nómada, "el domicilio permanente del buen sexo es la pareja lujuriosa" (Sanz) ¿Qué significa eso? ¿Que para que nuestra relación funcione tenemos que hacer un viaje cada quince días? Es posible. Cada cual ha de tener su método. Básicamente lo ideal sería importar lo bueno del mundo líquido: la experimentación, el afán por innovar; no dar nada por sentado y pensar que el sexo lo escribimos día a día, con las diferentes parejas sexuales que encontramos por el camino.

Esto nos garantizará— quizá no el amor y el enamoramiento eternos— relaciones satisfactorias durante largos periodo de tiempo. Como seres sexuados, conformamos nuestra sexualidad, nuestras filias, nuestras fobias, nuestras peculiaridades, conforme vivimos. Esas experiencias con sexo, erotismo y amor que escriben nuestra biografía.

 Estarán de acuerdo conmigo que inscribiremos en nuestra biografía sólo esos momentos ricos, intensos y bonitos dignos de ser mencionados. Esos y no otros son los que merecen la pena estar en nuestro haber. Por tanto, ¿Qué esperan esas parejas que se conforman con un polvo marital una vez a la semana si llega? Pues, bajo mi punto de vista, a lo máximo que pueden aspirar es a convertirse en unos maravillosos compañeros de piso. Nada más.  El ardor, el erotismo, la pasión, finalmente, lo encontrarán en otra parte: en otra pareja, en una fantasía, en triste porno.

 Me quedo con las maravillosas letras del poeta René Char que nos invitaba a legitimar nuestra rareza. La perversión ya no está en la cama de la prostitución, sino en tu dormitorio de Ikea, en tu mesilla de noche. Si los amantes (casados, o no, oficiales, o no) se comprometen a salir del territorio conocido archivado y sistemático, llegarán a la serendipia.

Al hallazgo valioso que se produce de manera casual. Hay que ser valientes, hay que ser perversos . Hay que hacer que merezca la pena y darle la vuelta a los convencionalismos. Hay que buscar  —sin buscar— la emoción. Entrenar cuerpo, cabeza y corazón para hallar serendipias cada cierto tiempo, recordarlas y sonreír con tu pareja de un modo cómplice y travieso. Legitima tu perversión y disfruta de ella.

Hombres lujuriosos pero fieles

               


Muchos de los hombres que leáis este artículo estaréis de acuerdo conmigo. Lo que quiere el varón en su fuero interno es multiplicar el sexo fugaz hasta el infinito con el mayor número de mujeres posible (en palabras del profesor  Marcos Sanz).

Esto es políticamente incorrecto. Sabéis que si vais por el mundo con esa filosofía no lograréis retener a esa mujer que os gusta. Porque, creedme, llegará un momento que digáis: ya está, tú eres con quien quiero estar. A ella no le valdrá que la pongáis en un pedestal y os vayáis a cazar otras gatitas por la noche. Y hacer valer esta postura es una conquista de la mujer en el siglo XX.

 El encuentro está muy bien pero esta nueva mujer, lujuriosa, sexualmente activa y exigente también es rebelde. Es una mujer con capacidad de impugnar. La mujer ha dicho, de acuerdo, a nosotras también nos gusta el sexo, nos encanta la pareja lujuriosa. Pero nos gusta el amor. 

La mujer (en términos generales) siempre tendrá en su objetivo una relación del tipo que sea, más estable, menos estable. El hombre vive obsesionado con el encuentro. Nos hallamos con la idea masculina del sexo y  la idea femenina del amor, dando como resultado un amor sexualizado y una sexualidad amorosa (Marcos Sanz, again). El gran desafío del hombre del siglo XX y XXI es conciliar sus deseos con la conquista social de las mujeres. 

Nosotras hemos logrado implantar  esa nueva manera de entender la lujuria y que el hombre se olvide de la teoría de la acumulación para centrarse en la relación En estos tiempos donde nada es para siempre, donde se imponen las citas de un día (con o sin sexo) virtuales (con o sin sexo), no sé ustede,s pero yo abogo no tanto por la relación de hierro -- Esa que encadena, ata y te maldice --sino por los encuentros profundos y auténticos. La duración me preocupa menos.

  El amor no es duración, la lujuria amorosa puede ser tan profunda que traspase la barrera del tiempo. Hay encuentros tan memorables que merece la pena estar en este mundo por el hecho de haberlos vivido. ¿Y qué es un encuentro profundo? Bajo mi humilde opinión, debe existir auténtico diálogo. Diálogo de los cuerpos y también del otro.

 Es lo que yo digo siempre: todo lo que merece la pena en esta vida se resume en una palabra: comunicación. El sexo, la gastronomía, la literatura, la danza, la música, la moda. Las ventajas de aunar sexo y amor son evidentes sobre todo para las mujeres y el modo en cómo funciona nuestro deseo en términos muy  generales. Las fantasías son otra cosa y las particularidades y las peculiaridades, otra.  

  La desventaja es que el sexo ahora, con este planteamiento, sostiene la pareja.  No todas las parejas aprueban siempre esta asignatura y si la cosa no funciona todo toma un tinte dramático. Pero el drama no sirve para nada, salvo para que Anna Karenina se tire bajo las ruedas de un tren y todos lloremos acongojados.  

  El hombre puede elegir vivir siempre del sexo furtivo cumpliendo esa Teoría de la Acumulación (Eva Illauz) A la mujer que le funcione, pues también y si nuestra pareja lujuriosa ya no lo es tanto, no lloremos por las esquinas. Siempre hay soluciones. El cuerpo es una fuente increíble de placer y placeres.

 Todos tenemos derecho a ello pero que la búsqueda del placer nunca sea un camino angustioso y tortuoso. La palabra mágica es fluir. Como dice mi amiga Silvia Arenas, si fluye, bien. Y si no, pues a otra cosa y a practicar el hoponopono

Respeto e identidad sexual

   


 Esta semana hemos conocido una gran noticia: la Sanidad Regional financiará a partir de ahora el pago de sexo a los transexuales. La Verdad sacó en portada un tema que preocupa a muchos afectados y con el que la sociedad demuestra, una vez más, estar escasamente sensibilizada. En la información publicada en la web encontramos los típicos comentarios de si es realmente necesario una operación de este tipo y que en la Sanidad Pública hay otras necesidades perentorias.


 Leemos opiniones de personas que ven más importante que sufragar los empastes en lugar de algo tan básico como puede ser el cambio de sexo para alguien que se está completamente desubicado con unos pechos que no siente como suyos o un pene que le sobra porque es mujer de la cabeza a los pies. Siguen existiendo las lamentables confusiones: transexual no es travesti. No lo es por hobby. Si uno nace sintiéndose mujer aunque los genitales masculinos contradigan esta cuestión sagrada de identidad, no puede hacer otra cosa.

 A la costosa operación y dolorosos post operatorios se añade que el transexual renuncia al placer en pos de vivir acorde con su identidad. Probablemente muchas personas desconocen este particular. En esta columna hemos tratado en alguna ocasión el tema y hace pocas semanas lo asocié a la difícil época de la pubertad. Aunque el transexual lo tiene complicado siempre mientras la sociedad siga patologizando el sexo en general (más que de sexo o sexuación se habla de prevención de enfermedades, como si fuera la bicha malévola).

 Hace poco tuve una discusión con un compañero en una tertulia de televisión. Y vuelvo a encontrarme que incluso los propios gais carecen de la empatía necesaria para comprender este asunto que aún hoy podemos definir como problema. Yo no soy transexual pero he sido adolescente.

Puedo entender la horrible vergüenza que se pasa a determinadas edades donde aún careces de la personalidad y el valor propios para reafirmarte en ser lo que eres y como eres, aún a riesgo de ser impopular. Vamos con el tema, por ejemplo, de los aseos públicos. Si yo fuera adolescente y transexual me gustaría entrar a un aseo donde nadie me mirase raro porque soy chica por fuera y me siento chico por dentro y voy al de los chicos.

Cambiar la mentalidad en algo así es imposible de un día para otro, por eso yo propongo la opción de aseos especiales para que cada cual los  use con libertad. Este chico hizo un comentario muy desafortunado. Entonces ¿Qué? ¿Los vas a comparar a los minusválidos? ¿Cómo si fueran bichos raros? Vaya por delante que odio las palabras minusválido y discapacitado. Deberían desaparecer del diccionario asociadas a personas que van en sillas de ruedas por accidente o por nacimiento.

 En este caso, acabaremos patologizando al mundo entero siempre y cuando no se ajuste al estereotipo marcado por esta sociedad que, por ejemplo, se empeña en meter a todas las mujeres en una talla única. Todos tenemos derecho al respeto de los demás, da igual nuestro color de piel, nuestra opción sexual o de identidad sexual, nuestra talla, los pájaros que tengamos en la cabeza, lo incoherentes que seamos o los aciertos y errores de nuestra vida. El respeto se mama y se aprende. Y también se gana, por supuesto.

 El colectivo transexual se lo ha ganado con creces. Hace algo más de 50 años a los gais se les dejó de considerar enfermos mentales. Ya va siendo hora de acabar con eso de que los transexuales de nuestro país tengan que decir que están mal de la mollera para acceder a su operación de cambio de sexo.

Muera el amor

       

Os acordáis de la famosa canción de Rocío Jurado? Parece que alguien me la ha metido en vena por vía subliminal. De un tiempo a esta parte todos los tíos me parecen sosos, aburridos, feos o muy feos. Llega la hora de la cita y comienzan los bostezos, la pereza monumental, las pocas ganas de arreglarse para nadie. Total ¿Para qué? El amor que nos venden en el cine, ese donde los dos llegan juntos al orgasmo, se da unas pocas veces.

No digo que no exista. Incluso yo he vivido en carne propia eso de conseguir ese goce brutal del uno con el otro al unísono. Una temporada me dio por bautizarlo como "follación sincronizada". Pero ya está. Se acabó. Porque después de todo eso lo que viene siempre son sinsabores, decepciones, promesas rotas o relaciones que se mantienen por un interés crematístico.

 Como dice una compañera del máster es que los orgasmos tienen mucho tirón. A las mujeres nos dan un orgasmo y nos ponemos el mundo por montera. Y qué verdad es ¿Pero qué pasa con los hombres? Pues que en general sois unos mataos. Y el orgasmo os gusta, pero la comodidad os fascina. Algunos raros son capaces de romper su rutina por un amor verdadero pero si falla, pues ponen fin a la vida amorosa. El otro día conocí a un príncipe encantador que me confesó ser un Don Juan. Hay que llegar a unos elevados niveles de desencanto para auto colocarse esa etiqueta.

 Me he tropezado con un video que os recomiendo. Apenas dura tres minutos y se titula "True romance". Y sentí envidia de mi misma algún tiempo atrás. Los protagonistas se besan en todos los sitios inimaginables: en medio de una manifestación, entre cables, por supuesto en el coche, en las estanterías de un supermercado, en la cornisa de un edificio. Son besos reales: con mucha lengua, con saliva, con barbas, con sudor.

Ese es el amor explícito, salvaje y maravilloso que cualquiera añora, no la comedia barata de Hollywood que ya nadie se cree. Cuando uno ha vivido ese amor y sale mal resulta que le pasa como al príncipe encantador, como a mi. Que ya nos hemos blindado. Que simulamos divertirnos pero en el fondo nos sabemos de memoria el guión de esa película.

De hecho, la hemos protagonizado varias veces . ¿Quién es el valiente que se atreve ahora a ir a pecho descubierto con un corazón palpitante al aire? Un video como el de "True romance "puede motivar. Quizá exista alguna terapia de cincel, pico y pala para desbloquear esa coraza. Miraré algún tutorial de Youtube que uno encuentra de todo. Es posible que encuentre el valor necesario para desterrar toda mi educación judeo cristiana y me convierta en ágama.

Los ágamos rechazan el amor, se rigen por la razón como máxima autoridad decisoria, reintegran las relaciones al ámbito de la ética. Su prédica también incluye el rechazo al concepto de género y al concepto natural de belleza (para ellos es un concepto construible). La agamia sustituye la sexualidad por erotismo, los celos por indignación (que me da la risa) y la familia por agrupación libre No sé si, con tantos pájaros cinematográficos y musicales en mi cabeza, podré desprogramar todo el romanticismo que me han inculcado y que tanto me gusta y me inspira.

 Queridos lectores del punto G: Ante los desengaños y sinsabores ¿Serían capaces de elegir algo como la agamia? ¿Serían capaces de vivir a base de folla amigos? Ojalá pudiera, de verdad. Mi vida sería más fácil. Pero, como cantaban los Panchos, lo dudo. Rocío Jurado tiene la culpa.

En cierto punto

 

 El otro día se me acercó una señora muy sigilosa para preguntarme dónde estaba el punto G. Podía haberle contestado como hablaban los surrealistas. Le podría haber dicho: en cierto punto. Y no le mentiría ¿Verdad? Hablar de sexo ante amas de casa que sobrepasan la cincuentena es algo muy rico . Se aprende. Para explicar donde se halla cualquier elemento de la geografía humana, un dibujo es lo gráfico, lo fácil, lo evidente pero, ante la imposibilidad de tener uno a mano —con un lenguaje de manos entre flamenco, simiesco y grotesco— traté de poner fin a su duda. El ser humano se mueve con especial soltura por entre lo desconocido y lo misterioso.

Quizá lo que no salta a simple vista nos emociona e intriga más que otros atributos tan o más sexuales que el tan famoso y pregonado Punto G ¿Pero yo me lo puedo palpar? Pues depende del dibujo de sus entrañas. De lo largos que sean sus dedos... Depende. Todo es en cierto punto. Como la noté algo angustiada por sus relaciones sexuales con el marido de toda la vida intenté tranquilizarla: esto no es el salto de pértiga, lo importante, amiga, es pasarlo bien ¿Ha probado a pedir que la bese en el cuello? Quizá eso la excite más que el saber que su esposo anda perdido entre sus grutas buscando tesoros. ¿Será suficientemente hábil para encontrarlos? ¿La herramienta será la adecuada? El kamasutra explicaba cómo no todos los hombres son compatibles con todas la mujeres.

Hay órganos sexuales que encajan como un puzle y otros que no hay forma, vaya. Todo es ortopédico y más complicado que una pirueta de El circo del sol. Pero más allá de los genitales buceemos precisamente ahí, en ese cierto punto, esa complicidad que se tiene o no se tiene, que se tuvo o se perdió, y que es la base de la diversión y el juego entre las sábanas. 

Si convertimos hacer el amor ,o follar en una gymkana, estamos perdidos. -Pero es que yo con el clítoris voy muy bien -Pues mejor para usted, si eso le satisface, fantástico. -Claro que lo otro no lo he probado Como ya discurríamos en esas intimidades, en confianza le comenté que el orgasmo "con clítoris" como decía ella es estupendo pero, personalmente prefiero gozar por cuantos más sitios mejor. La sonrisa de picardía era indescriptible: "lo del clítoris está bien, amiga, pero lo otro es el premio gordo. No sólo eso, que si se relaja puede encadenar un orgasmo con otro. Vamos, que es mi experiencia, pero sin obsesiones ¿vale?" No sé cómo le irá a esta señora y su marido. El caso es que me encantó esa frescura a la hora de comentar esas intimidades. Las mujeres de cierta edad son la antítesis de la mojigatería. 

Los que consideran que nuestra Región es retrógrada, que se asomen por algunas asociaciones de amas de casa. Quizá les pregunten algo que no sabrán siquiera responder. Mi sueño es ser como la Streisand en los "Padres de ella" y enseñar a todo el mundo a disfrutar de su sexualidad con alegría, sin complejos y sin miedos. Y si son parejas mucho mejor. Y si sobrepasan la cincuentena, mejor aún. Igual que un mapa de Murcia no huele a Murcia; es un dibujo sobre un papel; una abstracción que jamás podrá recoger las emociones de una tierra, sus playas o sus cielos increíbles; que alguien sepa exactamente donde se encuentra ubicado el punto G es sólo fundamental en la sexualidad y sexuación de una persona... hasta cierto punto