La curiosidad quizá te matará, como me mató a mi. Como nos mata a los curiosos cada día un poco. Si no la sacias, te mueres y si la sacias también.
Hoy, bajo una visera, he visto la imagen perfecta de ese niño de 9 años, de rostro angelical. Inocente en su sabiduría. He visto el asombro en sus ojos, en la voz. No se fija en la última pistola de agua (Algunas podrían pasar por auténticas espadas láser de la Guerra de las Galaxias ). No, se fija en un lepidóptero fuera de lugar. No sospecha que la mariposa morirá. Para los niños, para la mayoría de ellos, todo es presente. Y algo de pasado. Los sensibles piensan en el futuro. Y eso me aterra.
Hoy seremos egoístas. No tengamos en cuenta a esa mariposa loca. No recordemos que hay tanto dolor en el mundo, que hay tantas personas ajenas a nuestra suerte. Hoy seremos egoístas y nos recrearemos en el día perfecto. En el niño dentro del mar, de ese mar reluciente, bello, como una tramoya irreal de reino de las hadas. Pensemos en el aquí y el ahora. Y en un halo de magia que lo envuelve todo, como si alguien moviera los hilos, anudase la lazada a este regalo, nos mirase a nosotros. Al niño hermoso, a la mariposa que danza sobre las olas, al adulto asombrado del asombro de un niño. Del asombro de cada día regalado. De la luz inesperada de este verano.
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