(Carta de Jacqueline Kennedy a su marido JFK)
El otro
día Carmen Posadas confesó en la Biblioteca de Mazarrón que cuando está tramando una novela siempre se hace
la misma pregunta ¿Qué pasaría si...? sigo su ejemplo y me pregunto ¿Qué
pasaría si este año en vez de colapsar los whatsapps con christmas tontos los
volvemos a enviar en papel? ¿Qué pasaría si en vez de lanzar chinitas a quien
nos gusta nos decidimos a transcribirle nuestros sentimientos a puño y letra?
La respuesta es: una tragedia. Los carteros se volverían locos. Correos ya no
es lo que era y las denuncias por acoso se dispararían. Es posible que incluso
las cartas jamás llegasen a su destinatario, o nos invadiría un terror
sobrenatural al intentar abrirlas. ¿Y si es un paquete bomba? ¿Y si esta
confesión cambia mi vida para siempre? ¿Y si me expulsa de la zona de confort y
acabo enamorado perdido, noqueado en un estado de estulticia permanente?
Le hemos
perdido el respeto y el miedo a todo lo que nos llega vía pantalla. Incluso le
otorgamos un plus de credibilidad de una forma gratuita.
Y aquí y
ahora os digo: no le tengáis miedo a las cartas de amor. Imaginad qué bonito
cuando llegue Mr. Postman, qué brillo en nuestros ojos. Hoy los carteros, los
pobres, tocan a nuestro timbre acojonados porque cuando llaman saben que es para
una multa, un embargo, una citación o una maldita notificación de la Agencia
Tributaria.
Sé que no
ocurrirá pero, aunque trágico, ¿No sería hermoso?
El intercambio
epistolar entre los seres humanos ha sido fecundo; hoy son legajos de nuestra
historia y, cómo no, del cotilleo de la humanidad. Descubrir a Sigmund Freud
escribiendo a su amada: "estoy muy triste al pensar que tengo que
conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios", nos lo baja
de ese pedestal de autosuficiencia en el que él mismo se subió.
¿No son
adorables los requiebros de una atrevida Pardo Bazán a Galdós? "Pánfilo de
mi corazón: rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el
cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de
la Academia y de tonterías ¡Pero antes morderé tu carrillito!". La
grandiosa Frida Khalo tampoco se cortaba un pelo: "Toda mi alegría es
sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los
caminos de mis nervios que son los tuyos".
Las
cartas dieron lugar al género literario epistolar cuyos argumentos iniciales
eran básicamente historias románticas ("Proceso de cartas de amores"
de Juan Segura, 1953) y, a su vez, a grandiosas novelas y personajes como el
joven Werther.
¿Y qué me
decís del conde de Valmont y la duquesa de Merteuil en "Las amistades
peligrosas"? (Choderlos de Laclos). Hay frases soberbias que nunca borrará
el paso del tiempo: "La vergüenza es como el dolor, sólo se siente una
vez" o "Le prometí amor eterno y realmente así lo creí durante un par
de horas" y ese requiebro tan verdadero a Madame de Tourvel: "El aire
que respiro es ardiente y lleno de voluputosidad (...) Vuelvo a usted, Madame,
y sin duda volveré siempre con la misma ansia"
Christabel
Lamotte y el poeta Randolph Henry Ash fraguaron su amor epistolarmente, y tras
el encuentro él le escribe: porque es usted más misteriosa en persona, como
quizá lo seamos la mayoría, de lo que aparenta ser en tinta y símbolos
escritos, acaso todos seamos así. No sé "
Yo sí lo
sé: Ash nos devuelve a la matriz de todo, al misterio. Para terminar, me pregunto ¿Qué
pasaría si nos atreviésemos a profanarlo sin miedo?
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