Las mujeres son de Venus,
los hombres de Marte. Eso dicen. Como apostilla mi amigo Alfonso Pérez,
también existen entre ellos un montón de planetas diferentes ¿Por qué reducirlo
a dos actitudes ante la vida? ¿Qué es lo típicamente masculino y femenino? Sería una desfachatez por mi parte pensar que
ustedes, caballeros, son todos iguales.
Pero, claro, somos pura química. El macho es víctima de su testosterona,
la mujer de su progesterona. Luego están
los que tienen cuerpo de hombre y se sienten mujeres y al contrario. Un tema
que daría para otro artículo.
Pongamos un ejemplo práctico. Soledad y Santiago hacen el
amor. Están en esa fase de fuegos artificiales. Pues bien, tras el encuentro,
Soledad se llevará los momentos, los olores, el éxtasis a todo lo que esté
haciendo. Le resultará difícil mantener la concentración y andará por la calle
con una sonrisa tonta. Santiago montará en su coche y realizará sus menesteres
uno tras otro. Cepillar los dientes, entrenar bajo el sol, acudir a su trabajo
y en algún momento puntual, una chispa le recuerde a Soledad, toda por
descubrir, que le hace sentirse poderoso, pletórico. Un campeón del sexo, vaya.
Después, seguirá a lo suyo.
Dicen que las mujeres tenemos sentido práctico pero es más
práctico lo otro. Como argumenta el terapeuta americano Mark Gungor (no se
pierdan sus videos de Youtube) la cabeza del hombre es como un montón de cajas.
Una caja para los hijos, otra para el trabajo, otra para el ejercicio, otra
para el amor. El hombre siente terror a que estas cajas se interconecten entre
sí. Vamos, que una caja no sabe lo que hay en la otra. Luego está la caja
vacía. La caja de la nada. Por eso es inútil nuestro enfado cuando nosotras
preguntamos "Cariño, ¿Qué estás pensando?" y ellos responden: "nada".
Es la verdad: están en su momento de nada. Qué distinto es ese "nada"
a cuando ellos nos interrogan con cierto temor "¿Pero qué te pasa?" y
contestamos un "nada" que puede cortar el aire.
Según Gungor nosotras no paramos de hacer conexiones
continuamente. Nuestro cerebro es como un vaso de Coca-Cola. Burbujas saltando
de un lugar a otro. Gungor se ha olvidado de las mujeres que practican yoga,
incluso de las que bailamos que nos imponemos la disciplina de aquietar la
mente y concentrarnos en el ritmo.
Si somos tan distintos ¿Por qué nos empeñamos en
emparejarnos? Durante un tiempo de mi vida tenía muy claro que algunas
relaciones homosexuales son mucho más sanas que las heteros porque mujeres y hombres son semejantes entre sí.
Seguro que esto ahorra muchas discusiones.
Me uno al Vive la diffèrence! de los franceses pero propongo
que, a veces, nos pongamos en la piel del otro. Las mujeres lo hacemos con
demasiada frecuencia y eso tampoco vale. Debe ser algo mutuo. ¿Qué es lo que
puede unir dos biologías y mentes tan dispares como la masculina y la femenina?
Darwin sostenía que la música porque el motivo principal de la música es el
sexo. En El origen del hombre
escribió: "Las notas musicales y el ritmo fueron adquiridos al principio
por los ancestros masculinos y femeninos de la humanidad con el propósito de
cautivar al sexo opuesto"
De música y sexo también escribiremos otro día. Lo único que me queda claro es que
sólo el milagro del amor hace comulgar a hombre y mujer, tan dispares, en esos
instantes suspendidos en el
espacio-tiempo donde existe la magia, el regocijo de la vida. Y ya no pertenecemos a Venus ni a Marte.
Estamos, sencillamente, en el séptimo cielo. Y, entonces, entonces somos
eternos.
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