Esta semana Rihanna ha pedido libertad para el pezón, más
cabreada que una mona porque Instangram decidió cerrar su cuenta dada la
procacidad de algunas de sus fotos. Así que creó el hastagh '#FreeTheNipple', reivindicando
el derecho de las mujeres a mostrar su anatomía. No contenta con eso, apareció en una gala de moda de Nueva York con
un "no vestido", repleto de cristales de Swarovski, que transparentaba
pezón, aureola y mama. El pack completo.
"¿Qué os pasa a los hombres con la desnudez,
especialmente con los pechos?".
Esta es la pregunta que le hace la estrella Anna Scott a su partenaire,
y hasta ese momento, fan, William Thucker tras pasar su primera noche de amor
en la película Notting Hill. Un interrogante de lo más común. En más de una
ocasión nos resulta llamativo la atención desmesurada sobre escotes y esas
protuberancias que todas tenemos en el frontis de nuestro cuerpo. Está claro
que el análisis de la valoración estética femenina hay dos elementos
fundamentales: culo y los pechos.
Y tiene su lógica: ¿Qué son los pechos si no unos cachetes en miniatura?
Ahora ampliaremos este particular.
Creo que todas hemos vivido idéntica escena: la
contemplación extasiada de nuestros pechos por parte de nuestras parejas y el
juego posterior; la manipulación entre curiosa, divertida y, por supuesto
lujuriosa, como si fueran pelotas de ping-pong, melocotones, mandarinas o
melones (depende del tamaño). Igual que
niños con sus juguetes. Cierto que el pecho tiene que ver mucho con la
infancia. Nos lo recordó Fellini en "Amarcord". O Bigas Luna en "La teta y
la luna". Algún seguidor mío de Facebook apuntaba que es imposible olvidar
que fueron fuente de alimentación materna. Otro amigo, Emilio, exponía con
naturalidad que: "es genética y naturaleza. A vosotras os hicieron con dos
pechos y a nosotros con dos manos ¿Casualidad? No lo creo". Pero, Emilio, resulta que nosotras también
tenemos dos manos.
Hay muchas teorías del por qué de la fascinación de tetas y
culo por parte de los hombres. Alguien me apuntó que es la misma que sentimos
nosotras por bolsos y zapatos. Y luego está el instinto claro. Hace 4.000 años
los grandes pechos eran símbolo de abundancia para nuestra prole ¿Pero sirve de
algo ese punto de vista exclusivamente nutricional? Sobre todo si tenemos en
cuenta que los pechos hoy son objeto de cirugías y wonderbras y que la
estética, la redondez, la esfera perfecta se imponen por encima del poder
alimenticio del pecho. Y eso sin entrar en pezones.
La explicación de tal obnubilación está clara. La ofrece
Desmond Morris en "El mono desnudo", un libro recomendado mil y una
veces por el profesor Egea Marcos y por mi amigo Antonio Rentero. La cosa es
muy simple. Cuando éramos monos, la cópula se hacía desde atrás. La hembra
atraía al macho exhibiendo las nalgas hemisféricas y parte de la vulva. Con la
evolución, el acoplamiento macho-hembra se realiza de forma habitual
frontalmente. Los pechos equivalen a las nalgas y la boca a la vulva.
Curiosamente, tanto pechos, como vulva y labios se hinchan, se agrandan con la
excitación. Los pezones se ponen erectos, se oscurecen ligeramente, al igual
que la vulva. Y, atención, el pecho aumenta de tamaño. No es cuestión de ir con la cinta métrica
pero tras el orgasmo femenino los senos aumentan hasta un 25%.
Al placer de satisfacer a tu hembra se une el regocijo de
contemplar ese pecho turgente y suave, pezón incluido. Quizá a la explicación
de Morris tengamos que añadir esta otra. El pecho relajado, distendido, feliz
como premio tras un encuentro sexual satisfactorio.
2 comentarios:
¿Qué puede haber mejor que un pecho vestido? Un pecho desnudo, mejor dos o muchos para comparar. Ahí está el fenómeno topless en la playa. cuantas más mejor, así puedes elegir las más te gustan. Y darles el premio almejor par de peras in the world.
Pues sin dejar de tener gusto por el busto, siempre he sido mas proclive a admirar un buen par de piernas.
Un saludo
Publicar un comentario