Ralph Fiennes encarnando a Dickens en la película que dirige y protagoniza: "Una mujer invisible"
John y John y Bessette, una pareja para la historia (trágica)
Hay
parejas tan hermosas que uno hasta agradece (literariamente hablando) que
muriesen jóvenes. No me
malinterpretéis, no soy una coleccionista de cadáveres pero, sin duda, hay
historias de amor que superan la barrera del tiempo porque sus cónyuges se
fueron juntos y jóvenes. Es el caso de la atractiva pareja que hacían John-John
Kennedy y Carolyn Bessette. Esta semana se cumplen 15 años del trágico
accidente en avioneta que terminó con la vida de ambos. Quedaron sepultados
bajo el agua en la Playa Philbin de Martha’s Vineyard. Cuando los encontraron,
paradójicamente, aún llevaban el cinturón de seguridad puesto.
De
haber seguido con vida, probablemente, John-John habría completado su estela de
rubias, propia de la legendaria y atribulada saga de los Kennedy, y
Carolyn sería una chica divorciada más.
Su matrimonio ya entonces se tambaleaba.
Sin
embargo, hay otros romances a los que el paso del tiempo hizo grandes. Para
ello no fue necesaria la muerte de nadie. Lo único importante en estos casos es
el valor de lo extraordinario. Como extraordinaria fue la decisión de Charles
Dickens de abandonar diez hijos y esposa en plena época victoriana y en su
mayor momento de popularidad. El motivo: una joven actriz, Nelly Ternan, que
supo encender la pasión de Dickens hasta casi hacerle perder la cabeza. Pronto
podremos ver en las pantallas “La mujer invisible”, película que se adentra en
este laberinto, dirigida y protagonizada por Ralph Fiennes y basada en la
novela del mismo título, escrita por Claire Tomalin.
La
literatura dentro de la literatura enaltece este romance y nos muestra la
peculiar personalidad de Dickens, un hombre hecho de la nada, que trabajó como
sus niños esclavizados de Oliver Twist en una fábrica de betún. De enorme vitalidad, pero también capaz de
destilar cierta crueldad y dureza, Dickens no fue un autor maldito, todo lo
contrario, era una celebritie de la época. Poco le importaron las consecuencias y
“el qué dirán” de su decisión de abandonarlo todo por amor. Alguien quiso ver
en esta historia la repetición de su relación platónica con su cuñada, que
murió por una enfermedad fulminante de la noche a la mañana. Se dice que
Dickens perdió la inspiración temporalmente tras este suceso y que llevó hasta
su muerte el anillo de Mary. Así que, aquí tenemos de nuevo a la muerte que es
la que, en definitiva, convierte en ideales pero también irreales los grandes
amores.
Decía
Dickens que "el corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto
conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico”. Con
los tiempos que corren yo no sé vosotros pero me resulta extraordinario hallar
a esos virtuosos de la vida. Los hay, quizá que sí, pero casi siempre
sepultados entre toneladas de miedo, cerrazón, angustia y pudor.
Acaso
Dickens se quedó enganchado a Mary porque el amor ideal es como un paraíso
perdido al que regresar. Pero no olvidemos que era un creador y ese paraíso
casi siempre existe sólo en la mente del autor y, como en el enamoramiento,
otorga a seres humanos de carne y hueso,
virtudes que no le corresponden ni de lejos. Los escritores nos empeñamos en
crear la vida, en inventarla. Como decía Matute, crear es vivir. La realidad
nos la fabricamos. Pero no podemos inventar a alguien que ya es. Y es un error
pensar que cambiará o querer transformarlo.
En
cualquier caso, podemos agarrarnos a eso de la profecía autocumplida, y creer y
esperar lo mejor de alguien a quien queremos pero apoyándole en su
debilidad. Quizá esta generosidad sea
más valiosa que el amor. Quizá torne lo ideal en fecunda realidad.
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