Queridos,
llega la primavera. No hay remedio. Es imparable. Los enfermos bipolares
tendrán que subir sus dosis de litio, los ansiosos y depresivos se pertrecharán
de todos los remedios posibles para mantener a raya a la impostora naturaleza
que nos acelera el ritmo cardíaco, la transpiración o nos sume en un mar de
dudas y perennes lamentos. Lo ex novios y ex pretendientes rebrotan como las
setas tras la lluvia.
Es la llamada de la selva.
La
primavera es terrible para suicidas y especialmente maravillosa para los
enamorados porque somos más hembras y machos que nunca. Las hormonas que
permanecen agazapadas en el crudo invierno, vuelven a reverdecer. Comienza el
baile con la FEA (hormona encargada del amor a primera vista); la dopamina (la hormona de la adicción al
placer) y de —mi favorita— la dehidroepiandrosterona , o Dhea,
responsable de producir las feromonas y la elección de pareja. No sólo
eso, la Dhea nos mantiene jóvenes. De
hecho, el cuerpo cuando llega a la edad adulta produce cada vez menos Dhea. Por
eso yo la tomo en comprimidos cada mañana. Es un afrodisíaco natural, sirve
base para producir estrógenos y testosterona. Tiene muchos efectos saludables
para el organismo: provoca el aumento de la masa muscular y de la fuerza,
mejora el sistema inmunitario, la memoria y las enfermedades derivadas del
estrés, sube el estado de ánimo y recarga la energía. Vamos, que soy del club
de la Dhea.
Es
curioso que hombres y mujeres contemos en nuestro organismo con testosterona
(la hormona encargada del deseo sexual) y estrógenos (esa es la que os da ese
sueño tan agradable después del coito). Es curioso, porque se supone que la
testosterona es vuestra hormona, la masculina, y los estrógenos, la nuestra, la
femenina. Sin embargo, en nuestro torrente sanguíneo ambas viajan en mayor y
menor medida según el género y así nos conforman.
Quedan
por mencionar mis amigas las endorfinas. Como buena deportista, nunca me
abandonan. Da igual lo saludable o aburrida que sea tu vida sexual; esta sensación
de euforia no sólo procede del sexo,
sino también del baile, de los paseos por el monte, o de recorrer
kilómetros en bici. Si te acostumbras a ese chute, olvídate, ya no podrás vivir
sin él. Lo cual significa que harás el amor de forma habitual o, en su defecto,
correrás maratones, escalarás cumbres o bailarás bachata.
Existe
esa otra hormona que tantos anhelamos en esta vida de prisas e incertidumbre:
la serotonina, también conocida como la hormona del amor para siempre. Esta te
provoca paz, relax y sensación de seguridad. A este estado llegamos una vez
transcurridos los meses de loca pasión, si es que la cosa pasa de ahí (los
expertos dicen que es a partir del tercer mes cuando sucede esto).
Por eso
nos gusta ver a nuestra pareja de cerca, con sus arrugas, sus redondeces, sus
descolgamientos y su humanidad desnuda sin filtros ni idealismos vanos. Por eso
nos enamoramos cada más de sus defectos,
inseguridades, debilidades y esos rasgos que convierten al príncipe azul por el
que nos volvimos locas en un ser humano normal, cálido, cercano que camina a
nuestro lado. Por eso los hombres permanecen junto a mujeres a las que ven por
la mañana sin maquillar y las adoran incluso con sus patas de gallo o quizá
precisamente por eso. Y no hay ojeras ni flacidez capaz de matar al auténtico
amor. Porque, en el fondo, todos deseamos una vida sin filtros. Una vida donde
cada cual sea como es, sin poses, sin efectos ópticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario