El padre de mi amigo Juan siempre le decía: "hijo mío,
esta vida es un saco de cuernos y cuanto antes lo asumas, mejor"
Esta frase sin duda pertenece al último siglo XX, incluso al
antepenúltimo siglo XIX. Hoy la cosa es distinta.
Los estudiosos del mundo relacional del siglo XXI proponen
un mapa de relaciones a la carta en la que cabe el engaño pero en un grado muy
mínimo. El planteamiento general es el siguiente: esto de la monogamia
consecutiva suele acabar en divorcios consecutivos, así que, para qué narices
nos vamos a complicar la vida con contratos y reglas inmovilistas.
Como en todas las relaciones, la base de esta nueva forma de
intercambiar fluidos, pieles y sentimientos (o no) tienen como base un pacto,
incluso una definición o una etiqueta.
Hoy día tenemos estructuras familiares antiguas como el sol:
la poligamia religiosa (soy mormón o soy el líder de una secta y como tal tengo
derecho a un harén) y la poligamia social (se muere mi hermano y me quedo con
la propia y con la suya, que no se diga que dejamos tirada a la familia).
Pongamos también que a mi me disgusta el Sado Maso pero a él le apasiona, pues
yo, como soy tan moderna, le permito que tenga una ama —siempre y cuando le dé
latigazos y patadas en la espinilla por ser tan gilipollas— que esa pene sólo
se mete en un lugar, en mi lugar para ser exactos. Que yo podría ser ama, pero
el latex, el cuero y las fustas me dan repelús.
Luego pasamos a un término que se ha puesto muy de moda en
los últimos tiempos: las relaciones abiertas, dentro de este apartado
encontramos el ya conocido y polémico poliamor. ¿Para qué vivir con el
remordimiento de la infidelidad? Es una inutilidad. Apostemos por la honestidad
caníbal:
"Hola Hermenegildo, resulta que me he enamorado de Tomás, pero
que os amo a los dos por igual y él me quiere tanto que no le importa
compartirme. Además, si en el fondo tenéis muchas cosas en común ¡¡verás que
bien lo vamos a pasar los tres!!". Aquí no hay cuernos, aquí no hay
engaño. Eso sí, hay que tener un estómago del Cañón del Colorado para afrontar la
situación, e incluso la convivencia ante
semejante panorama. Lo reconozco, debo ser muy antigua, porque si fuera a la
inversa, si Hermenegildo me presenta a Sarita puede que la integridad física de
ambos peligrase.
Vamos, que los puedo asesinar con un destornillador si es que
no encuentro otra cosa más a mano.
Dentro del PoliIamor, como en toda estructura consensuada,
hay de todo. De parejas que admiten a un tercero pero asumiendo que es algo muy
secundario en su estructura original, a tríadas en las que todos tienen la
misma categoría y que pueden ser heteros, homos o bis. Hay estructuras de
Poliamor más o menos rígidas, a las que se pueden ir sumando componentes y los
hay que lo practican sin orden ni concierto. Sin pactos ni obligaciones.
Dentro de las relaciones no monógamas los hay que
"salen con gente" y aquí no media ningún tipo de exclusividad ni
compromiso. Pero también hay parejas establecidas en las que se tolera cierta
libertad sexual: "tú no me cuentes, que no yo te pregunto"; En otras se acepta la conocida regla de los
200 kilómetros: "si mi marido se va de viaje tengo permiso para un
escarceo"; aquí también podríamos incluir la infidelidad o el sexo de
convención. Fíjate tú, hombres y mujeres solos, de viaje de trabajo en enormes
habitaciones de hotel con camas dobles.
Entramos en el apartado de los swingers, que son aquellos
que apuestan tácitamente por el intercambio de parejas. Los hay que acuden a
sofisticadas y carísimas fiestas, como las que organiza la amiga íntima de Kate
Middleton dentro de su empresa "Matando gatitos" (Killing Kittens) y los hay que practican sexo en lugares de
intercambio de parejas pero sólo con su partenaire habitual.
Lo más común, dentro de lo
infrecuente, es el denominado swinging cerrado. Cuernos consentidos con una
pareja amiga, quizá siempre con la misma; O tríos con compañeros de trabajo e
invitados especiales (elementos exóticos que quizá acudan al ágape carnívoro a
cambio de emoluentos, o sólo por curiosidad). En este estilo de vida puede
pasar cualquier cosa: "como soy tu macho dominante te presto a mi amigo Paulo";
"O te llevo para que te
intercambies con otros mientras yo te observo"
El swinging también se da en
el mundo gay, por supuesto, e incluso en
el mundo bi: "Papi se escapa los fines de semana a saunas". Esto
incluso puede entrar en la categoría de "No me cuentes, que yo no te
pregunto" .
Están las famosa play partys
tematizadas al gusto de cada cual: bondage, sado o felaciones en grupo, como
las denominadas fiestas del arco iris, donde chicas con los labios pintados de
colores buscan a los machos para darles placer.
Para los solteros
empedernidos y amantes de su soledad está la solución de siembre. Y no, no me
refiero a la masturbación (que lleva camino de convertirse en una sofisticada
práctica, sólo tenéis que echar un vistazo a la cantidad de vibradores y dildos
masculinos y femeninos que prometen y logran orgasmos intensos y repetidos),
sino al tradicional y casi vulgar sexo esporádico, a los amores de barra y al "si
te he visto no me acuerdo". Esto se está quedando casi tan demodé como la
frase del padre de mi amigo.
Hoy se lleva quererse mucho,
quizá no de un modo intenso —alejados de los dramas dieciochescos y de pasiones
otelianas — pero quererse de buen rollito y compartirse, casi igual que los
niños se intercambian los cromos a la hora del recreo.
Como soy una mala pero una
mala antigua me niego a repartir, a ceder a mi chico para que otra lo domine.
Porque para eso ya estoy yo. El único trío o relación de poliamor que mi mente
admite es con dos macizos locos por mi, heteros hasta las trancas y dotados
física e intelectualmente. A esto le denominaría yo el paraíso de la mala.