En el proceloso mundo de las citas algún chico me habló del
amor a primera vista y en cómo su idealización de ese instante mágico lo
mantenía preso de relaciones insustanciales. Sale con chicas pero no ha vuelto
a sentir lo que le ocurrió hace mil años en una discoteca de Torrevieja. Por
tanto, todos sus encuentros carecen de importancia y, por supuesto, de futuro.
Es probable que se muera y ya no sienta nada similar y como tiene la creencia
de que si faltan las mariposas no es amor, saltará de relación en relación
perdiendo el tiempo y, lo que es peor, haciéndoselo perder a los demás.
¿Existe el amor a primera vista?
Existe la atracción a primera vista, que luego eso se transforme
en amor depende de muchos factores. Es innegable que ese momento mágico en el
que que tus ojos, corazón y sexo conectan con otra persona de inmediato produce
un subidón espectacular y nos puede arrastrar
a una adicción de sensaciones fuertes. Eso es un chute. No es amor. El chute se
puede transformar en relación pero no siempre ocurre así.
El psicólogo Mario Guerra habla de varios aspectos de la
persona: el halo, la personalidad, las creencias y los valores. A los guapos
siempre les envuelve ese halo especial. Es más fácil que suframos eso del amor
a primera vista con un bello/a, que con un feúcho/a. Esto les ocurre sobre todo a los hombres que son más visuales que
nosotras. Si el halo nos impacta pero personalidad, creencias y valores no
están en consonancia con nosotros, ese subidón no fructificará en nada sólido.
Se quedará en un gas bonito, en una nube de color rosa. Dejadme que me ponga
cursi, ya que estamos hablando de flechazos.
Idealizamos el amor a primera vista porque confundimos
intensidad con profundidad. Que de pronto alguien no te quite ojo y viceversa,
que sin saber nada de esa persona sólo quieras acercarte a ella, olerla y
conocer cada detalle de su vida es algo muy intenso. Imaginad que esto nos
sucediese a diario, o una vez por semana. La cabeza se iría de madre y
viviríamos presos de ese "sasasú" paranoíco. Por eso el amor a
primera vista ocurre en tan contadas ocasiones y siempre te pilla con la
guardia baja.
La intensidad es maravillosa pero qué duda cabe que uno se
siente a gusto cuando ha establecido un vínculo sólido con la otra persona a
fuerza de coincidencias y compatibilidades. De esa intensidad pasamos a la
profundidad, una vez se calma la química y se da tiempo al tiempo.
Existen hermosas relaciones que no pasan por el flechazo.
Que se construyen a base de diálogo, encuentros y desencuentros. Y amas a la
otra persona por lo que es, no por una idealización irreal.
Por supuesto, debe
reinar una atracción de base para encender el motor y los corazones.
El otro no te promete un orgasmo infinito como ocurre en el
subconsciente cuando te atraviesa un flechazo. El otro se acerca despacio, te
va conociendo y teje una tienda de campaña a tu alrededor. Y entonces llega ese
momento también mágico. Ese instante en el que estás con él/ella tan natural como si estuvieras contigo
mismo. Y no necesitas hacer piruetas, ni tan siquiera hablar.
Los fuegos artificiales se sustituyen por esa calma
pletórica de mirar a tu partenaire a los ojos y encontrarse con su verdad y
enamorarte de ella. Y él de la tuya.
Ese es el camino contrario
al flechazo, la carretera secundaria del amor que, a la postre, construye relaciones más reales y duraderas.
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