¿Qué es lo normal? El equilibrio entre lo que tienes y lo
que quieres. En la actualidad vivimos una media de 34 años más que nuestros bisabuelos
¿Es esto normal?.
Queen cantaba aquello de ¿Quién quiere vivir para siempre? y
lo cierto es que hoy día lo normal es sobrepasar la barrera de los 70 en un
estado físico más que aceptable.
Enfrentemos un hecho: la vida ya no es lo que era. Nuestros
yayos son súper yayos. Mis cuarenta y tantos no son los de mi madre y hemos de
prepararnos para un nuevo paradigma: la madurez y la vejez ya no son sinónimos
de decrepitud.
Esta semana mis redes sociales se hacían eco de un magnífico
discurso de Jane Fonda. Dice Fonda: si a partir de los 50 nos quedan más o
menos 30 años de vida útil ¿Por qué la sociedad continúa encerrada en el arco
imaginario de nacer, desarrollarse, llegar al cénit de tu vida y, a partir de
ahí, ya destinarnos a la decrepitud?
¿Por qué esta ola malvada pretende encerrar a los mayores en la estantería de
la tercera edad para que no molesten ni se hagan demasiado de notar?
El establishment lo lleva claro: señores y señoras estupendos de setenta y
tantos le hacen al sistema un soberano corte de mangas.
A los defensores de la juventud a ultranza les doy dos
noticias; la primera: la jubilación no es sinónimo de estulticia. La segunda:
desperdiciar el conocimiento de los que han vivido más años que nosotros es
tirar el oro, gallina incluida, a la basura.
Fonda añade que nos pasamos la vida —sobre todo la juventud
y la madurez— intentando encajar, afanándonos en hacer y hacer para que el
sistema nos acepte, buscando el éxito para que el clan nos respete y no nos
expulse de su círculo dorado. ¿El resultado? De sujetos nos transformamos en objetos
y en nuestro esfuerzo por agradar y encajar, los otros —el sistema, quienquiera
que sea— nos utiliza. Lo peor de todo es que nos dejamos.
Jane, con 80 años, ha
llegado a esta conclusión porque al aterrizar en el tercer acto de su vida
decidió analizar qué había hecho de positivo en los dos primeros actos. Porque
esa es otra. Al igual que la edad no es sinónimo de idiocia, los años no
imprimen conocimiento por obra del espíritu santo. A la sabiduría se llega
después del análisis y la reflexión.
Ahora que están tan de moda los políticos jóvenes que apenas
han hecho otra cosa en su vida que militar en las juventudes de sus respectivos
partidos os pregunto: ¿De verdad de la buena confiáis en ellos? Porque yo no.
Desde aquí lo digo. Si no hay un Borrell detrás, Pedro Sánchez se me cae un poco del pedestal.
Si no hay un mentor en condiciones o la apertura necesaria al pasado, un joven
por sí mismo poco puede aportar salvo el
entusiasmo, que suele ser estúpido. Y os lo dice una entusiasta cerril que ha
cometido errores imperdonables en su vida y sobre todo, en su juventud.
Fonda concluye que en lugar de un arco, el nuevo paradigma debiera
dibujarse como una escalera. Y a medida que uno avanza en años, avanza en
conocimiento, sabiduría, serenidad y felicidad.
Siempre he adorado escuchar a los mayores. He aprendido lo
indecible de ellos, quizá me haya dado una perspectiva de la vida algo anciana,
es posible, pero gracias a ellos dejé de vivir sin miedo hace mucho, mucho
tiempo.
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