Vivimos en el país de “las españas”. Aparte de las 17 comunidades autónomas, tenemos
dos realidades diferentes: la que se muestra de cara a la galería y la que nos
callamos. Lo que sucede en las calles y aquel fragmento que deciden los medios
que es noticia.
Muy mal tiene que estar nuestro país, sea la España que sea, para esta
unanimidad de ofrecernos el 40 cumpleaños de Doña Letizia en todos los
tabloides. Casi morimos de sobredosis principesca, casi nos ahogamos en almíbar
de familia feliz. Que sí, que estupendo. De hecho, a pesar de sentirlos como algo
almidonados, me los creo; me creo a las crías, me creo la unión. No sólo eso, defiendo
a Letizia. Si el pueblo tiene que verse reflejado en alguien, lo hará en ella,
porque ella, como Evita, vino del pueblo.
Pero mientras los medios nos meten por los ojos esas horas,
tan ajenas a la gran mayoría de los ciudadanos, nosotros nos preguntamos quién
nos ha robado el mes de abril. Porque esa felicidad tan plena es extraña al
común de los mortales ¿Quién tiene hoy día un trabajo para toda la vida? ¿Quién
no se ve amenazado por el fantasma del paro? ¿Quién no ha pasado de vivir
cómodamente a contar el dinero a final de mes?
Escuche las conversaciones del “Bar Pepe”. Nuestra situación es tan mala que una parte de
españoles renienga incluso del estado de las autonomías. O sea, que menos
postales.
Está muy feo desconfiar de la Constitución del 78,
que es la que nos metió en este café para todos, pero muchos desconfían.
Empezando por Anguita y terminando por el otro extremo ideológico. Cuando las
cosas están tan jodidas a algunos les chirría esa estampa monárquica de bello
atardecer, jardín con setos, todo verde, muy verde, qué verde era mi valle.
Vivimos una España llena de mentiras, en un sistema que no
se sostiene pero, válgame Dios, queremos seguir creyendo estas mentiras: que los
políticos serán coherentes y antes de seguir recortando derechos cortarán
cabezas; que eliminarán la excesiva burocracia, palmariamente inútil, y liberarán dineros que vendrán muy bien para restaurar
el bono-libro o el bono-bus, por ejemplo.
Igual que la moneda tiene dos caras, nuestra España también.
Tanto derechas como izquierdas saben a qué discurso atenerse para no desentonar
entre ellos. Doctrina muerta ¿La consecuencia?: un estanque de lodo putrefacto.
La realidad no es perenne como un fotograma. La vida es orgánica, flexible, con
olor y sabor. Los esquemas ideológicos de cualquier ala, terminarán por
sepultar lo poco que queda del genio y la furia de esta piel de toro. Sea de la España que sea.
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