Contaba Lucía Etxebarría el otro día en su Facebook que hoy
no se lleva enamorarse. Que lo que se encuentra en la calle son relaciones
esporádicas, quizá reincidentes, pero sin sentimentalismos, por favor. Eso sí,
todo de muy buen rollo. Pienso que nuestra generación debió portarse fatal en
épocas pretéritas para arrastrar este karma espantoso. Primero, en nuestros
años de ebullición sexual, a los veintitantos, teníamos la amenaza terrible y
macabra del SIDA. Los embarazos no deseados eran una broma pesada comparados con la
enfermedad del estigma, de las pústulas, del horror. Después llegó para
nosotras esa pesadilla que es el cáncer de cuello de útero. Ahora nos encontramos con el fin del amor ¿Pero qué demonios es esto?
Sólo se me ocurre que nuestras almas reencarnadas debieron
vivir en el París pre-revolucionario y estamos pagando todos los excesos que
cometieron el conde de Valmont, la duquesa de Merteuil, Maria Antonieta y todos
los gambiteros que les acompañaban.
Esta moda nos convierte en cínicos y se une a otras palabras
muy comunes en nuestros días: cómodos y superfluos.
Nos condenamos al
malditismo de nuestra generación "perdida"; No tendremos pensiones,
muchos carecen de trabajo. Ahora tampoco tenemos derecho a enamorarnos,
faltaría más. Eso también sería vivir por encima de nuestras posibilidades. El
amor es un engorro, nos quita tiempo, energías. No compensa tanta dispersión.
Así, la peña está autoprogramada para el encuentro sexual divertido, lo cual me
parece fantástico, pero todo es ligeramente aséptico, impersonal. No digo yo
que uno se enamore de cada "partenaire" con quien comparte la cama
pero si esto sucede ¿Qué haremos?
Tampoco seré yo quien condene el sexo por el sexo. Creo que
en el fondo siempre hay cariño, agradecimiento en estas relaciones (bueno casi
siempre, ya no puedo estar segura de nada ni hablar por boca de estas mentalidades
que se oponen al enamoramiento por sistema). Incluso en determinadas culturas,
el amor erótico, el Kama es una parte esencial de la experiencia religiosa, tal
y como sucede en el hinduísmo.
En esta semana hemos celebrado los 50 años sin Cernuda, que
cantó al amor como pocos. Sin cursilerías, con la carne justa, la crudeza, el
descreimiento, el júbilo y la trascendencia:" Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido; Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido".
¿Por qué renunciar a algo así?
También nos ha visitado la elegante sabiduría de Albert
Camus en el centenario de su nacimiento. Y nos dejó valiosas lecciones:
"No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber
amar".
Nuestro Karma nos lleva a la exaltación del Kama que, con un
poco de suerte, será en una cama. Hay una famosa frase de Woody Allen: "el
sexo sin amor es una experiencia vacía; pero como experiencia vacía es una de
las mejores". Pues vale pero ¿No sería una contradicción enorme que en la
era de la híper comunicación, de las redes sociales no traspasásemos la barrera
del Kama? ¿Hemos de quedarnos en la exaltación del físico sin aspirar a nada
más? Ya no digo compromiso, ni planes de futuro. Nada semejante. Sino una
comunicación más completa. Vamos, que si uno de los afectos le da por
enamorarse, que se enamore. Ya está. ¿Qué es esto de ir advirtiendo y poniendo
condiciones a los ardores a salto de mata?
Amigos, no somos una generación perdida. Tenemos derecho al placer,
a la pasión y a enamorarnos como posesos. Si seguimos autolimitándonos
llegaremos al celibato de los japoneses , a transacciones carnales sin palabras
y al fin del romanticismo.
1 comentario:
Me gustaría leer el texto entero de la escritora, seguro que es muy divertida.
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