España adora a los muertos. Sólo hay que ver el ejemplo del
querido Adolfo Suárez. Estamos en un país que desconfía de los intangibles,
apenas tiene fe en los conceptos, desvaloriza, copia y prostituye las ideas y,
sin embargo, no hay como morirse -- es decir, convertirse en nada-- para que
todo el mundo vuelva su rostro hacia alguien a quien la sociedad había
abandonado a la soledad de esta enfermedad terrible, que te obliga a contemplar
como se desvanece ese alguien a quien amas, como se desintegra, se convierte en
una imagen borrosa de sí mismo. Damos algo de asco, esa es la verdad.
España nunca me ha gustado pero es que vamos a peor. Antes
teníamos un punto de solidaridad ahora, al igual que ocurre en el resto del
planeta, hemos convertido los afectos, las amistades y el amor en algo low
cost. Es decir, en una mierda.
Estoy harta de personas que te confiesan lealtad, pasión, cariño
y deseo eternos hasta el momento en el que necesitas algo de eso. Apenas una pizca. Palabras huecas: "eres
mágica" --me han dicho-- "eres de porcelana", "no me
cansaré jamás de ti". No os voy aburrir con las cursiladas y tontás que
una tiene que leer con casi 10.000 seguidores en las redes sociales. Y sí,
algunas de esas personas pueden aparecer como agarradero en el momento del
naufragio pero, como decía Truman Capote, yo no tengo amigos. Y si tengo
alguno, caben en los dedos de una mano y me sobran dedos. ¿Donde quiero llegar
con esto? En que vivimos en una farsa continua. Los homenajes a Suárez estos
últimos días me han provocado naúseas. Un vértigo de mentiras y falsedades ¿Quién
se acordó de apoyar a su familia los días difíciles? Damos mucho asco.
Si en "Edad de la inocencia" Edith Warton denuncia
una sociedad vacía repleta de normas y sobreentendidos. Nuestra farsa tiene
otro color. Es la farsa del buenismo, de frases pomposas como "aportar
valor "pero todo está lleno de vende-motos que serían incapaces de dar su
vida, ni un minuto de su tiempo por ayudar de verdad a alguien que los
necesita. Todo lo solidario va asociado a una marca. Pues miren, yo creo en la solidaridad anónima
y espontánea. Es la única que me vale.
Estamos solos. El selfie es su máxima expresión. Una gran
mayoría de personas le tienen auténtico terror a la interacción humana y real. El
whasapp les protege del mundo.
Houellecq tiene razón "nos hemos vuelto fríos,
racionales, extremadamente conscientes de nuestra existencia individual; ante
todo, queremos evitar la alienación y la dependencia".
Hoy se folla poco y mal. Y lo más importante, casi nadie
folla con auténtico amor. Como dice H: "Es imposible hacer el amor sin una
cierto abandono, sin la aceptación de un cierto estado de dependencia y
debilidad. La exaltación sentimental y la obsesión sexual tienen el mismo
origen, proceden del olvido parcial de uno mismo".
Pero señores, hoy nadie se olvida de sí mismo. La muerte de Suárez nos pone ante los ojos lo
llenos que estamos de nosotros mismos. No dejamos sitio para nadie ni para nada
más en nuestro corazón. Eso sí, tenemos un amplio abanico de frases
biensonantes para quedar bien.
Odio el yoísmo pero, a veces, la vida te muestra que eso es
lo que tienes. Lo que tenemos. En el fondo, detrás de tantas buenas palabras,
en el fondo no le importamos un carajo a nadie. El low cost se ha impuesto, los
hombres valientes se mueren y nuestra sociedad está abocada a una verborrea estéril
y estúpida. Qué asco damos.
1 comentario:
Excelente reflexión, Lola.
Yo tampoco creo demasiado en este país. Y la mierda no es patrimonio de unos pocos que están arriba. Ellos son una muestra de nuestra sociedad, emergen de ella. Ergo vivimos en un estercolero al que vamos alimentando cada día con nuestras pequeñas defecaciones.
Un saludo desde Barcelona,
Dani
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