La
perfección me aburre. Esos cuerpos bronceados, esculpidos, tableteados, sin un
ápice de grasa son plástico puro. Esas chicas operadas de pies a cabeza, cuyas
tetas llegan antes que ellas me dan cierta pena y aunque no quisiera yo fijarme
tanto en los físicos cuando paseo por la playa no me queda otra. Es lo que hay,
palpable, visible. Ineludible a veces. Porque ahí te los ves — curiosamente
sobre todo a ellos — haciendo ostentación de bíceps, femorales, y cuádriceps.
¿Qué queréis que os diga? Me emocionan lo mismo que una almeja putrefacta.
Cierto,
los seres humanos tendemos a objetualizar a otros humanos. Que si mira qué
culo, que si qué hombros, qué pectorales. Los amantes incluso se regodean en la
anatomía en plan Jack el destripador. Es decir, por partes. El enamoramiento
consiste en eso, en la abstracción pura del uno con el otro, e incluso con ciertas
partes del objeto de nuestro amor (otra vez la palabreja).
En
Ciudadano Kane vemos como el protagonista repite en su lecho de muerte:
"rosebud, rosebud"; así denominaba el aparato genital de su novia.
Incluso el amor podría tener mucho de cosificación en sus comienzos. Unos
labios nos salvan la vida. O unos pechos, o un susurro en la oscuridad.
Objetualizar
es casi inevitable y más en el mundo que vivimos plagado de imágenes,
contaminado con lo audiovisual. Yo me confieso pecadora de objetualizar y de guardar
en mi retina imágenes que me acompañarán toda la vida, al igual que atesoro palabras.
El
mundo se divide entre los que observan y se saben observados. A veces jugamos
uno u otro papel. Los más adorables son aquellos que destilan un encanto
natural sin ser completamente conscientes de ello. Aquellos que derraman su
gracia de forma espontánea. Los hay que te pueden noquear con una sonrisa, con
una mirada y ellos, tan frescos, sin darse ni cuenta.4
Sí, a
veces objetualizamos a seres humanos, qué atrevimiento, pero los más dignos de
atención son los imperfectos, los que guardan armonía en una nariz algo
torcida, en, quizá, una anatomía que
muestra un abdominal relajado, o el dibujo irregular y caprichoso de perfiles.
Los defectos nos hacen entrañables, únicos y, en ocasiones, objetos de deseo.
Nos gusta clasificar las cosas: esto bueno, aquello malo. izquierdas y derechas, blanco o negro...
De esta forma podemos hacernos un mapa del mundo y cualquier cosa nueva la podemos dejar en algún cajón perfectamente etiquetada y no encima de la mesa, mirándonos y esperando que saquemos alguna conclusión.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy incapaz de juzgar casi nada, incluso aquellas cosas que me hacen daño.. No sé si estoy volviendo comprensivo o estúpido :)
Periodista, escritora y gestora cultural. Docente nuevos lenguajes de la comunicación. Actualmente columnista de La Verdad de Murcia (Punto G) y trabajando para Salzillo Servicios. Coordinadora desde 2006 de Escritores en su tinta. Ha escrito 3 libros de relatos: Mujer de Mundo, Tanto Amor, y Elogio de la carne, además de "Café y cine", editado por Cafés Salzillo
1 comentario:
Nos gusta clasificar las cosas: esto bueno, aquello malo. izquierdas y derechas, blanco o negro...
De esta forma podemos hacernos un mapa del mundo y cualquier cosa nueva la podemos dejar en algún cajón perfectamente etiquetada y no encima de la mesa, mirándonos y esperando que saquemos alguna conclusión.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy incapaz de juzgar casi nada, incluso aquellas cosas que me hacen daño.. No sé si estoy volviendo comprensivo o estúpido :)
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