Mi
querida Valérie Tasso lanzó el otro día una reflexión muy sabia en la primera
ponencia sobre "Liderazgo femenino" que se está celebrando en
Mazarrón. Tasso dijo que el amor no conviene al sistema. El auténtico amor es
subversivo, te hace replantearte tu vida, incluso te vuelve austero y a creer
que aquello de "contigo pan y cebolla" no es tan malo (aunque si hay
solomillo, mejor, claro).
Lo que
le interesa al sistema es que permanezcamos en un estado de enamoramiento
permanente. Y de este club hay ya una legión: ¿No conocéis personas que cada
año y medio como mucho cambian de pareja? Esa estupidez es gloriosa. No digo
que no: vas por la calles con una
sonrisa pánfila, te montas castillos en el aire y el objeto de tu amor es
perfecto. No hay ser con mayor estado de gracia en el planeta, todo lo que sale
de su boca es un manjar si son palabras; si son besos, pura ambrosía. El
enamoramiento te hace sufrir y te convierte en vulnerable. Es una montaña rusa
emocional que te aparta del mundo real. En una palabra, es insano pero inevitable:
estallidos de hormonas en nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Auténticos fuegos
artificiales fuera y dentro de nosotros. Muy chulo, sí, pero imaginad a alguien
que se encadena a esos estados durante décadas y décadas.
A la
sociedad le conviene que estemos enamorados porque nos vuelve más consumistas.
Nosotras nos arreglamos más: que si carmín, peluquería, bolsos, zapatos,
lencería y ellos se rocían la colonia como si no existiese mañana. Ni qué decir
de las onomásticas, los san valentines y toda la casquería sentimental con la
que Hollywood nos ha enseñado a conquistar: rosas y bombones para nosotras.
Para ellos siempre es complicado. Otro motivo más para evitar enamorarse: el
tiempo que perdemos en pensar regalos que les pudiesen agradar.
Total, que
vivir en la espiral del enamoramiento durante un tiempo es un monumental
desgaste de energía que evita que veamos las noticias, nos preocupemos de lo
que de verdad importa y, más trascendente, tomemos partido. El enamoramiento te
dispersa, te agilipolla. Ves la vie en
rose y no te enteras de lo que pasa a tu alrededor. Es más: deja de
importarte del todo.
El
sistema quiere que no pienses. El sistema te dice: enamórate cada año y medio y
déjanos a nosotros que manejemos los hilos, que tú ya tienes bastante con darle
alegría a tu cuerpo, Macarena.
Por eso
el auténtico amor es tan peligroso. Porque lejos del romance superficial, el
amor te reconduce, te despierta, de resucita y te hace ver con claridad, quién
eres, dónde estás, cómo has llegado hasta aquí y hacia donde quieres ir.
El amor
es la guerra, ya lo escribí no hace muchas semanas y no es baladí la cantidad de grandes romances que
surgen en tiempos confrotación —todos
conocemos historias de matrimonios en las trincheras de nuestra Guerra Civil—
porque quizá, es en esos momentos de extrema fragilidad cuando el ser humano
descubre lo que es auténtico y fundamental y apuesta por la vida entre tanta
muerte, desolación e incertidumbre.
Quisiera
creer que esta maldita crisis acabará por sacar de nosotros el elemento
subversivo, revolucionario y transformador de la sociedad. Que el amor hacia
nosotros mismos genere el derrumbe total de un antiguo orden social corrupto y
podrido. Que el amor hacia los demás, incluso la construcción de un proyecto
común con alguien a quien queramos, tenga otros ingredientes: basta de
hipocresías, basta de relaciones cómodas.
Apostemos por el verdadero amor, el
amor que mueve montañas.
1 comentario:
nunca había pensado en el amor como un acto antisistema :) pero me temo que no, que es imposible que ningún tipo de amor haga tambalear el sistema, porque por encima del amor al prójimo tenemos el amor a nosotros mismos, y eso lo confundimos con tener derecho a.. tener derecho a tener más dinero, a pasar por delante de los otros etc etc..
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