Lo sé, cada vez que sale este número en una conversación
surgen las risillas. Qué reclamo tan poderoso para avivar las redes sociales.
¿Por qué es tan controvertido? Cuando el sexo es juego, es un aliado increíble.
Cuando el sexo es profundo; cuando hay intercambio de sentimientos,
experiencias y vida, el 69 es pura magia.
Qué duda cabe que 1969 fue un buen año. Mi amigo Dany Campos
nació en esa fecha y dice que esta práctica es el ejemplo más claro de que
"donde las dan las toman" y que "el norte y el sur no tienen
porque llevarse mal".
El 69 pone en marcha los cuerpos, el ansia por dar placer,
tan placentero mismo como el ansia de recibirlo. Y sí, en ocasiones, es
inevitable desconcentrarse; es inevitable recrearse en la belleza de la piel
ajena. En el detalle floral de los sexos. Tan semejantes a pistilos, capullos,
rosas en flor, lirios salvajes. La maquinaria hormonal del erotismo es como una
gran locomotora a vapor cuando llegamos a este número. Gracias a él conocemos
al otro en un detalle sobresaliente. Su interior, sus olores recónditos, sus
humedades ocultas. Los pliegues del clítoris, la irresistible suavidad de los
sexos cuando se acoplan a la perfección. Un alimento delicioso, melifluo,
goloso. La piel cobra un brillo espectacular y la excitación permite la
improvisación, el invento, el cambio. Quizá jugar con lengua y manos; con boca
y dedos y terminar con el glorioso reventar, la explosión del volcán, tocar las
estrellas y llegar a la luna, igual que en el sideral año en el que Los Rolling
y Santana despegaban también al firmamento musical.
69 es la reciprocidad perfecta, si os fijáis en la forma del
número es la inversión perfecta. Los estudiosos de la cábala aseguran que el 69
nos recuerdan al feto y la oreja. E incluso al ojo una vez abierto, recubierto
por esa fina membrana cuando lo cerramos. El niño, cuando se invierte dentro de
su madre y se predispone a irrumpir en el mundo, es cuando más nos recuerda a
este número.
Gracias al 69 nos convertimos en espejo del otro. En la
simetría imposible entre los heterosexuales pero mágica e irrepetible y en la
simetría absoluta en las parejas gays.
El hombre hunde su boca en la vulva de la mujer; en su
interior más invisible y regresa al lugar mismo de donde salió. A veces he
pensado que la fijación masculina por el sexo oral responde precisamente a la
necesidad de volver a nacer; de resucitar, hartos ya de una vida que suma
decepciones y frustraciones. Cuantas veces ellos re-nacen a través nuestro.
Una y otra vez. Por eso las relaciones duran. No es tanto la química sino la
posibilidad de insuflar nueva esperanza en los cuerpos, en las almas de
nuestras parejas.
Muchos seréis de la opinión de que hablar de resurrección y
practicar el 69 es ponerse muy metafísicos . Quizá tengáis algo de razón pero,
como esto es mi #puntoG, yo opino que el sexo es tan sagrado, fundamental y
milagroso que tiene un poder transformador inmenso.
Queridos y queridas, si el 69 os da risilla, poneos manos a la obra. Surgirá la sonrisa fundamental, la entrega
fundamental, una sucesión de placenteras sensaciones, un goce encadenado a lo
"killing mi softly". Un número redondo, al que le falta una pizca
para convertirse en el infinito. El sitio de nuestro recreo, el regresar a
nuestra primigenia fase oral de la tierna infancia. El 69 encadena los cuerpos,
los completa y los madura para irrumpir de nuevo a la vida.
1 comentario:
Bueno, no todo es tan sencillo :) a veces hay un problema de estaturas ;)
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