Esta semana el mundo gay es noticia porque por fin se ha legalizado el
matrimonio de dos contrayentes del mismo sexo en Estados Unidos. El logo de la
Casa Blanca se pintó de arcoíris y Obama proclamó un tuit que fue retuiteado en
más de 400 mil ocasiones y en el que explicaba: “Hoy es un gran día en pos de
la igualdad. Parejas de gays y lesbianas podrán contraer matrimonio, ni más, ni
menos que cualquier otra”. Desde el despacho oval surgió el hastagh #Lovewins
(El amor gana). Hillary Clinton también pintó el logo que la identifica, H, con
muchos colorines y escribió únicamente la palabra “proud” (orgullo) con todas
las connotaciones que se puedan imaginar: orgullo gay y orgullosa de mi país y
de ser demócrata, I suppose.
Cientos
de video montajes, fotografías, actores famosos y otras celebritys en USA y en
todo el mundo celebraban este #LOVEWINS.
Estos
días, muchos reflexionan sobre el lobby gay en el mundo y en España y en todo
aquel que es influyente y que nunca escondió su esencia sexual pero, lejos de
todo eso, yo quisiera reflexionar acerca de ese “Love wins”. El amor gana. ¿No
es hermoso? ¿No es maravilloso? Cuántas historias conocemos, heteros o no, que se ven truncadas por la distancia, por
una situación personal complicada, por la edad, incluso por la comodidad y el
miedo.
En esta
sociedad pantallizada, incrédula, escéptica. E incluso en nuestra España
abotargada por la crisis donde lo más fundamental, a veces, nos ha sido
arrebatado, sigo creyendo que el amor siempre gana. Y no me junto con personas
que opinen de forma contraria. Las huyo.
Ya lo
cantaban los Beatles: All you need is love. El amor es la respuesta a
todas las carencias. Incluso a las económicas. Pero el mejor amor de todos
tiene que empezar por uno mismo. Creerse valioso aunque las circunstancias te
demuestren una realidad amarga. Y es que, en ocasiones, nos sentimos muy
valorados, incluso queridos, pero no recompensados. Y es que sigue sin haber
pasta en esta España madrastra. Pero no importa. No hay que rendirse.
El amor es la medicina que cura todos los males. Por eso no
hay que olvidar nuestra dosis diaria de risas con los amigos, de besos y
abrazos de los más cercanos, de guiñarnos un ojo frente al espejo. Que nos
guste nuestro reflejo. Incluso con nuestras ojeras y alguna pata de gallo. Con
nuestro cuerpo imperfecto y columpiarnos sin miedo en esos rasgos que nos
devuelven a nuestro interior más genuino: a la esperanza de cuando éramos unos
críos; al afán por crecer y aprender y a la confianza de quien tiene toda una
vida por delante.
Qué importa cuántas ilusiones perdimos por el camino. Hay
que fabricarse unas nuevas. Siempre hay retos y metas que alcanzar. Por
supuesto, no debemos conformarnos con ganar menos por trabajar el doble. El
quererse uno mismo también implica respeto hacia uno mismo y no dar por eternas
situaciones coyunturales, pero hemos de estar orgullosos de mantenernos en pie,
activos y en marcha en medio de esta tormenta que parece no acabar nunca.
Yo quiero que el amor gane siempre. El amor a los demás que
se traduzca en profunda consideración hacia los otros y hacia nosotros mismos
y, por supuesto, no esperar menos de aquellos que están arriba, aquellos que
deben predicar con el ejemplo y que han dejado en algunos casos tanto que
desear. El amor también es eso: no perderse en este laberinto de injusticias y
saber que, al final, también nosotros ganaremos.
1 comentario:
A veces pienso que la única explicación para ciertas fobias es simplemente que a algunos les jode la felicidad de los otros, no hay otra explicación. Gente que se empeña en que los demás no puedan hacer cosas porque simplemente ellos no quieren hacer esas cosas (al menos no quieren reconocerlo) es mezquino, estúpido y egoísta... Me supera.
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