Lo bueno de
Guiriland es que puedes comer todo lo exótico que imagines. Asiáticos,
argentinos, bares de tapas cañís y mi querido hindú. Me he aficionado a las
tortas de lentejas, que en la carta aparecen como poppadum.
No sé cuánto
tiempo llevará esta familia Sikh regentando uno de los múltiples restaurantes,
de una cadena con nombre de cantante, pero da igual. Es como si hubiesen
llegado ayer de Pakistán. Hablan una mezcla de inglés y noséqué encantadora.
Cuando se ponen a decirme el menú les digo: vale ¿eso pica?: "medio
picante", contestan y, ya está. A todo les digo que sí. Ellos me sirven
dos "canias", siempre por el precio de una y todos tan contentos. Al
final de la velada he comido cosas que jamás pronunciaré. Es imposible sacarme
del Tikka Massala y el pan (que son los
dos únicos platos que repito) ¿Pero qué más da? La vida es alegre en Guiriland.
A veces, visito
los templos del Wok, altares elevados a la tempura refrita en aceite de arroz.
Se recomienda no comer en el chino dos veces en la misma semana. Lo otro es un
deglutir interminable de salsas agripicantes. Es como si en tu boca se
instalase la cocina misma del asiático. Y no mola, claro.
Mi favorita es
la señora gorda de la playa, que me recuerda a Mami de Lo que el viento se
llevó. Ella vende todos los días: "la melona, la melona, el güatermelon y
la painapol"; así, por este orden y con la misma cantinela que suelta a
orillas de Guiriland desde hace varios veranos.
Guiriland es de
hecho también el paraíso de la economía sumergida. Entre chapuzón y chapuzón
puedes tomarte un mojito servido por unos macizorros que se contentan con tu
cash, comprarte una toalla-pareo, un cubre sofás y hasta bisutería de
imitación. Todo un mundo de posibilidades. Lo mismo abandono la inaguantable
profesión del periodismo y me sumerjo yo también en el mundo de la pasta sin
recibos y me dedico a contonear las caderas y vender caipiriñas a los daneses,
que, como no entienden ni papa, sospecho que tendrá la misma apertura mental que
la mía cuando visito el hindú de mis amores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario