Siempre he odiado a las parejas almeja. Además, no me las
creo. Cuando ambos lo hacen todo juntos de la mañana a la noche, malo. Uno de
los dos tiende a desaparecer. Se convierte en un ser borroso, desdibujado,
donde sus objetivos vitales dejan de importar. Donde no sólo se le olvidan qué
cosas le unieron a su partenaire, sino que se pierde a sí mismo en la nebulosa
de la cotidianidad.
Que algunas de nuestras madres no tuvieran otro remedio que
vivir así, sometidas por una cultura machista y equivocada, es un horror. Lo
verdaderamente terrible es que nada avanza. Que hoy día, casi el 70% de los
adolescentes aseguran revisar el móvil de sus parejas. Más ellos que ellas. Y
nos podemos hacer una idea de la dirección
que están tomando las cosas cuando ellas prefieren convertirse en chicas
fáciles a "quedar fuera del mercado"
El director técnico de la Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción y del Centro Reina Sofía, Eusebio Mejías, ha presentado
recientemente un estudio sobre jóvenes entre 14 y 19 años donde más del 50% de
chicos y chicas afirman controlar a sus novias/os de una forma continua. Vivimos en la España de
"Mujeres, hombres y viceversa". Un espanto. Y nuestros jóvenes
confiesan sin cambiarles el color de la cara y, quizá sin ser conscientes de
ello, que están enredados en relaciones tóxicas donde el amor se demuestra
poniendo toda tu intimidad, todo tu mundo, incluso toda tu dignidad en manos
del otro. Donde se permite insultar, decirle al otro con quién tiene o no tiene
que ir, impedirle que vea a otras personas , hacerle un descarado chantaje
emocional e insistirle en tener sexo.
Cierto que, según este estudio, la violencia física es más propia de los
chicos pero el tema de la relación obsesiva y controladora es algo que se da en
casi igualdad de condiciones y que para ello se valen de un teléfono móvil y
del WhatsApp.
Este verano escuché algo que me encantó del sexólogo Iván
Rotella: las relaciones de pareja deben aspirar a multiplicar y no a
fusionar. ¿Qué está pasando con nuestros
jóvenes?
La respuesta creo que es sencilla. La educación brilla por
su ausencia. Les enseñamos a nuestros hijos qué comer, cómo vestir, incluso
algunas pautas básicas de convivencia pero nadie enseña a gestionar las
emociones, las relaciones humanas, los celos.
Si desconoces los efectos nocivos del colesterol, te tirarás
a por una hamburguesa triple XXL y al cabo de los años, padecerás algún tipo de
afección crónica. Si desconoces los efectos adversos de la relación tóxica, de
convivir con estos patrones deformados y asfixiantes que se dan en algunas
parejas, puedes acabar sometido a vivir una existencia que en realidad no
deseas. Con suerte, serás moderadamente infeliz. Con mala suerte, podrás ser
incluso víctima de malos tratos y disculparás a tu maltratador/a una y otra
vez, hasta que quizá sea demasiado tarde y acabe con tu estabilidad emocional,
con tu salud física, con tu salud psíquica y causando un daño irreparable a las
personas que te quieren y te rodean. Pueden ser tus hijos, pueden ser tus
amigos, puede ser gente que ve cómo te hundes y se siente impotente para
ayudarte.
¿Qué es eso de que chicas con toda la vida por delante
prefieran convertirse en fáciles a quedarse fuera del mercado? Ese discurso
huele a naftalina ¿Por qué ese temor a no vivir en pareja? Sinceramente, me da
más miedo este tipo de relación tormentosa y abocada a las lágrimas. Las
Desdémonas y Otellos están muy bien para la ficción. Y sólo para la ficción.