Los reclutadores de los equipos de béisbol profesional
tienen una máxima. Jamás fichan a un jugador si está casado con una mujer fea
porque, según ellos, denota falta de seguridad en sí mismo.
Ni se imaginan la controversia que ha generado este axioma
en las redes sociales, ante lo cual afirmo:
mucho defender a las feas, sobre todo los hombres, pero luego bien que
se fijan en las guapas. Y luego, lo peor, la demonización de las guapas. Como
si ser fea fuese garantía de un alto coeficiente intelectual o de una
profundidad de alma impresionante. Y desde aquí lo digo igual me caigan chuzos
de punta: hay guapas inteligentes y buenas personas y luego hay feas que son
envidiosas, marujonas, chismosas y sin ninguna inquietud por mejorar ellas
mismas ni su entorno.
Esto aplica también para nosotras.
Escribo esto porque jamás
he salido con hombres feos y cuando, en una de esas épocas de falta de
seguridad, he optado por darle la oportunidad a un troll gracioso, ha resultado
ser —
no tonto, no— pero quizá el más cabrón de todos (y perdón por la palabrota).
Con esto quiero decir que cada cual salga con quien le
apetezca y que para gustos los colores, por supuesto, pero que el físico es
algo que se puede trabajar. Hay mujeres de belleza limitada que se sacan
partido , que son seductoras, inteligentes, que se sienten bellas y son percibidas como tales por todo
el mundo, hasta por los seleccionadores de estrellas del béisbol.
Un ejemplo que siempre me ha encantado es el de Barbra
Streisand. De acuerdo, nunca ha ido de sex-symbol pero podía ser sexy y hasta
bella según los planos. Ahí la tenemos en perfecto estado de revista con 76
años y casada desde los 50 con un guaperas del cine que aún conserva su encanto. Y, sí, es mayor que ella por dos años. Ella
misma decía: "I'm unatractive but beautiful". La belleza reside en
ese enorme poder personal y esa fe en sí misma a prueba de bombas, a prueba
hasta de una industria del cine híper machista.
Mi ética es mi estética, decía Albert Camus. En realidad
no sólo él. Grandes filósofos se han centrado en el valor de la estética como
una manifestación física de algo profundo. Si yo no me cuido muestro escaso
valor conmigo mismo ¿Cómo puedo pretender que me valoren los demás? ¿Incluso
los seleccionadores de las estrellas del béisbol?
El axioma de los seleccionadores tiene su punto de verdad por mucho que os
moleste a los defensores del feísmo. Y esta verdad es que alguien que se
respeta y se ama, se cuida, no se abandona y su físico puede ser más o menos
espectacular pero su apariencia será impecable la mayor parte del tiempo. Esa
impecabilidad nace de una inquietud por vivir.
El que permanece al lado de alguien que se ha abandonado,
también hace mucho tiempo que tiró la toalla. Es incapaz de competir por nada.
Y menos ligarse a una guapa porque se creerá incapaz de mantenerla enamorada y
a su lado.
No tolero a las personas que se abandonan. Puedo ser hasta
un punto cruel. La belleza es una actitud, dice Walter Riso. Huyo de los que van
de víctimas o se acomodan. Siempre, siempre se puede mejorar. Hay que estar en
el mercado todos los días. Y todos es todos.
Los feos y las feas son todos guapos en potencia pero, para
eso, uno debe amarse, respetarse y sentirse único, una criatura fascinante como
ninguna otra. Pues, ¡hala! ¡A espabilar!