Entiendo que
esto es controvertido. En un país donde las sombras de Gilead avanzan con
rapidez, hablar del placer femenino puede resultar hasta subversivo pero
resulta que la mujer, aparte de su excepcional y milagrosa capacidad
reproductora, puede disfrutar sin límites de su maravilloso cuerpo. Incluso
mucho más que el hombre puesto que nuestro periodo refractario (descanso) entre
orgasmo y orgasmo es menor.
Leed mis
labios: todas las mujeres sanas, todas, son multiorgásmicas. Y para conocer qué
es un orgasmo, reconocerlo y hacerse con él, lo mejor es practicar con una
misma.
Se habla del
orgasmo clitoridiano y el vaginal y que el primero precede al segundo y que,
incluso, en algunos momentos increíbles, pueden coincidir a la vez. Nuestra
capacidad de gozar es infinita, chicas. En cualquier caso, cada sexo es
particular, cada acto amoroso, erótico o sexual es un mundo y si este acto es
en pareja, nunca es exactamente igual (por suerte, claro).
Mi objetivo
con este texto no es crear olimpiadas de orgasmos, sino que vosotras, mujeres,
toméis conciencia de vuestro placer y de lo sencillo que es llegar al mismo. Si
tenéis pareja, maravilloso, sobre todo si entiende que el sexo en pareja es
eso, cosa de dos, desde la primera caricia hasta el último estertor y que para
llegar a la multiorgasmia lo principal es creértelo; saber que puedes, que no
es un fantasma ni una ilusión y después, ya sabéis, ese verbo tan tozudo del
que siempre hablamos: fluir; dejarte llevar.
Hay músculos
muy específicos del cuerpo humano responsables de ese gran placer, es cuestión
de conocerlos y tenerlos entrenados y, por supuesto, tras eso debe existir una
mente tranquila, feliz que, sin presiones ni olimpiadas, esté abierta a gozar
sin límites.
En este
mundo donde algunos critican la nueva sentencia de La manada, donde se pone en
entredicho la capacidad de elegir y decidir de la mujer sobre su cuerpo y sus
deseos, reivindicarnos en ese cuerpo y en nuestro placer, puede ser una
auténtica revolución silenciosa que transforme esta sociedad y acalle a quienes
nos quieren relegar a la condición de cuidadoras y floreros.
Una mujer
feliz y satisfecha se pone el mundo por montera y es capaz de conseguirlo todo.
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