¿Se puede
medir el sexo? ¿Tenemos que incorporar nuestras relaciones al ritmo frenético
de los números? No, de verdad que no, pero ¿Por qué lo hacemos?
Estamos más
interesados en el número de relaciones sexuales que tenemos a lo largo de una
semana que en la calidad. No en balde, de las primeras preguntas que se
realizan a un terapeuta pasan por la cantidad idónea para una pareja “normal”. Otras cuestiones muy frecuentes son las
siguientes ¿cuánto me tiene que medir el pene? o ¿Por qué llego al orgasmo más
rápido si me masturbo que cuando estoy con una pareja? ¿Cuánto debe durar una
relación sexual?
Las mujeres,
por norma general, tienen la presión de llegar pronto al orgasmo y los hombres,
justo al contrario. Total, que, en vez de estar disfrutando de uno de los
mayores regalos de la naturaleza, no pasamos todo el tiempo con el minutero
mental, centrados en los segundos, con la cabeza llena de pensamientos.
Nosotras con
el “vamos, vamos” y ellos con el “para, para”. Además, está la romántica y estrafalaria idea
de intentar coordinarse para llegar los dos al mismo tiempo. Así que nada, no
estamos en lo que estamos. En absoluto
.
Sería
divertido ver qué ocurre en las cabezas de los amantes. Lo contradictorio del
asunto es que el orgasmo es un momento de máximo egoísmo a la búsqueda del
placer y también un momento de máximo abandono y de máxima entrega al otro.
A ver cómo integramos esto en los contadores y en las mentes medidoras de
algunos y algunas.
Centímetros,
minutos, tiempo, frecuencia, velocidad e incluso la masa acaparan la mente de
muchas personas cuando piensan el sexo y ese es el error. El sexo no se ha de
pensar, sino que se ha de sentir. No hay fórmulas matemáticas que garanticen el
orgasmo. Es más, el orgasmo no debería ser la meta de ninguna relación sexual.
Si llega estupendo, pero si no, disfrutemos del momento.
Porque,
además, en esta sociedad competitiva todos los penes tienen que estar erectos,
todas las vaginas lubricadas y el acto sexual debe responder a un patrón
heteronormativo de perfecciones varias, cuerpos prietos, tamaños ideales y de
personas hermosas y jóvenes.
Y el sexo, y
sobre todo el sexo con amor, no responde a ningún canon, no obedece a ninguna
regla. En esta relación de pareja hay entrega y hay consenso, no debieran
existir presiones, ni prisas, ni miedos. En esa relación, mirarse a los ojos,
tocarse, abrazarse, amarse no tienen que conllevar incluso necesariamente una
penetración.
Nos obsesionamos
con las formas, los tamaños, los números y las fórmulas mágicas y nos olvidamos
de lo fundamental: el sentido lúdico, la entrega inesperada, las palabras
hermosas, el deseo en la mirada y el sentirse afortunado de compartir con el
otro desde la más leve caricia al más intenso de los orgasmos, porque todo
forma parte de esa química espectacular de algunas parejas y para que la que no
existen brebajes, ni pociones ni fórmulas secretas, salvo la del disfrute
porque sí.
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