Hugh, el guapisano por excelencia
Ben Affleck relajado, tripita feliz
Leo, cada día más cerca del Titanic
No hay nada peor en este mundo que tener un novio que esté más bueno que tú. Que se mire más al espejo que tú, que se pase la piedra pómez más veces al día que tú, que se depile más que tú. Un horror.
Cada día soy más fan del ejemplar “osito”, que siempre está
dispuesto a protegerte en su regazo porque el vigoréxico es incapaz de
abandonar un entrenamiento por una sesión de amor sin gasto calórico.
Por eso, no me parece tan mal la
moda de los fofisanos. Vamos, el manolazo de toda la vida, con su poquito de
panzita, que de vez en cuando hace algo de deporte pero que no se priva de una
cerveza o una pizza y que, por supuesto, no te mira mal si osas comerte un
trozo de queso parmesano.
Pero imaginad esos agonías que
estudian las calorías de todo, que cada comida que hacen es casi un manifiesto
de intenciones y que desconocen la palabra juego en sus vidas. Todo es
competición. No saben dejarse llevar. Obsesos del control propio y ajeno.
A nadie le amarga la visión un tío
guapo pero ¿Y todo lo que conlleva detrás? Los hay humildes pero los hay
también chulos que se contonean como cabareteras cuando se saben observados.
¡Ay, bendito! A veces dan ganas de regalarles un litro de aceite corporal.
La bloguera Mackenzie Pearson, con
algo más de 200 seguidores en Twitter, no sabía en el lío en el que se metía
cuando le dio por acuñar el término Dad Bod a ejemplares como Leo di Caprio,
que solían ser esbeltos pero ya no.
La traducción que más ha triunfado en nuestro país —según la herramienta Topsy,
que te permite analizar las menciones en Twitter— es la de fofisano. Cierto, es
un espanto pero ¿Con qué nos quedamos? ¿gordibueno? ¿loquifofi? ¿flaquigordo? ¿
o lorzalamero como he leído por ahí? ¿Y qué pasa con nosotras? ¿Por qué la
barriga de ellos nos hacer sentir mejores? No estoy de acuerdo con la
estudiante de la Universidad de Clemson (Carolina del Sur). Hay tíos muy buenos
que consiguen hacerte creer que eres la reina de la noche. Esa sensación de
protección, de ir pisando sobre seguro es algo que está en la mente más que en
el cuerpo. No hay abdominal que sustituya la paz, el remanso, la plenitud de
ese milagro que se llama amor y que tan pocas veces encontramos en la vida.
El físico no es lo fundamental, lo
cual no significa veda libre para descuidarse y acabar hecho un gordo seboso
mientras que nosotras vivimos pendientes del gimnasio y las cremas
reafirmantes. Mi chico se tiene que cuidar. Punto uno y final. Prefiero al
saniguapo sin complejos, sin prejuicios ni amarguras y, por supuesto, que me
adore. Y si está algo fofo pues qué se le va hacer. La ley de la gravedad es
inexorable pero huyamos de los pavigordos, de los colesterocidios y de la
obsolecencia autoprogramada.
1 comentario:
Qué difícil amar a alguien que se ama tantísimo a sí mismo. Prefiero los fofisanos, con las obsesiones y el ego justitos.
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