Los cabalistas dicen que rechazamos aquello que no nos
cuesta trabajo porque en el fondo a todos nos encanta ganarnos el pan con el
sudor de nuestra frente. O con esfuerzo. Lo gratis no se valora. De hecho, es algo
de lo que doy fe. Haces cientos de cosas sin coste por colaborar y ayudar y lo
que encuentro, salgo excepciones maravillosas, es una falta de respeto
tremenda. No sólo eso, cuando dices poner precio a tu trabajo entonces
prepárate a ser aguijoneada por los que te llamaban en momentos de apuro y a
los cuales tú hacías un favor.
Imagino que la señora que trabajaba en el 112 francés y que
escuchó agonizar a una pobre mujer había tenido un mal día. Quizá su marido no
la felicitó por los croissants o le escuchó tirarse un pedo atronador en el
baño y pensó: mira en lo que quedó el amor. Quizá le apretaba la falda
primaveral del año pasado o se la acabó el agua caliente cuando se enjuagaba el
pelo en la ducha. Estoy intentando aplicar el sentido moral del que hablaba
Rousseau y ponerme en la piel de esa mujer que fue incapaz de atender a unamoribunda, máxime cuando ese era su trabajo.
Si uno escucha la grabación encuentra toneladas de cinismo y
descreimiento en su voz. Hasta ahí nos ha arrastrado la posverdad. Ya nada es
cierto ni tangible. Quizá odiaba su trabajo porque lo había conseguido sin
esfuerzo y era un pan de la vergüenza. Quizá trataba así de espantosamente mal
a todo el mundo. Mientras yo trato de encontrar una justificación a lo
injustificable poniéndome en su piel, ella fue incapaz de empatizar con su
interlocutora: "Si ha tenido fuerzas para llamar aquí, también podrá
llamar al médico".
Imagino que la sociedad del bienestar es nuestro pan de la
vergüenza. Tantas cosas se dan por hechas en nuestras vidas que no las
valoramos. Es una cuestión de escalones: se empieza a no valorar el café con
leche por las mañanas, el olor de la lluvia, el abrazo de un amor, las risas de
tu hijo y terminas por despreciar la vida humana. La vida ajena.
La operadora del 112 francés es un exponente. La punta del
iceberg de una Europa que contempla como mueren ahogados en sus aguas miles de
seres humanos y que mira hacia otro lado. Que olvida a sus mayores, que no
honra la memoria de todos cuanto hicieron algo por nosotros. Por todos nosotros.
También aquellas que lucharon por los derechos de las mujeres.
Se empieza por menospreciar todo lo que parece gratis (y que
nunca lo es, créanme, siempre alguien paga por ello) y acabamos violando en
grupo a una chica drogada. Y aparecen
jueces que hacen disquisiciones absurdas sobre qué es violación y qué no lo es.
Y opinión pública cavernícola y caníbal que apoyan esa visión: la mujer que va sola al matadero merece que la
maten, incluso si por el camino cambia de opinión.
Si esto es el inicio de una sociedad pos apocalíptica, si
vamos a vivir en unos "Cuentos de la criada" donde la cosificación
del ser humano es el pan de cada día, yo me bajo.
Quizá porque tuve días tristes y noche oscura del alma valoro
los días alegres. Esos que anotaba en mi diario de niña. Así no olvidaba que
también me sucedían cosas buenas.
Quizá por eso tengo un instinto para encontrar lo bello en
las pequeñas cosas. Por eso mi pan de cada día no es mi pan de la vergüenza.
1 comentario:
Coincidimos en el miedo que da la sociedad que estamos construyendo, pero creo que diferimos en el análisis. Desde mi punto de vista es una consecuencia del nulo valor que se le da a los profesionales de cualquier ramo en el trabajo... la gente que sabe hacer su trabajo, los que les gusta hacerlo y se matan por hacerlo bien, han sido desplazados por becarios, precarios y gente a la que pagan una mierda... y claro, cuando no te reconocen un trabajo, ¿qué haces?, pues una mierda.
Es algo que cada día veo más España, no queda apenas gente profesional, gente que ante un problema te lo solucione sin dar vueltas. Nos tenemos que ir acostumbrando a la falta de calidad porque creo que esto irá para largo.
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