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domingo, mayo 13, 2018

El pan de la vergüenza






Los cabalistas dicen que rechazamos aquello que no nos cuesta trabajo porque en el fondo a todos nos encanta ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. O con esfuerzo. Lo gratis no se valora. De hecho, es algo de lo que doy fe. Haces cientos de cosas sin coste por colaborar y ayudar y lo que encuentro, salgo excepciones maravillosas, es una falta de respeto tremenda. No sólo eso, cuando dices poner precio a tu trabajo entonces prepárate a ser aguijoneada por los que te llamaban en momentos de apuro y a los cuales tú hacías un favor.


Imagino que la señora que trabajaba en el 112 francés y que escuchó agonizar a una pobre mujer había tenido un mal día. Quizá su marido no la felicitó por los croissants o le escuchó tirarse un pedo atronador en el baño y pensó: mira en lo que quedó el amor. Quizá le apretaba la falda primaveral del año pasado o se la acabó el agua caliente cuando se enjuagaba el pelo en la ducha. Estoy intentando aplicar el sentido moral del que hablaba Rousseau y ponerme en la piel de esa mujer que fue incapaz de atender a unamoribunda,  máxime cuando ese era su trabajo.


Si uno escucha la grabación encuentra toneladas de cinismo y descreimiento en su voz. Hasta ahí nos ha arrastrado la posverdad. Ya nada es cierto ni tangible. Quizá odiaba su trabajo porque lo había conseguido sin esfuerzo y era un pan de la vergüenza. Quizá trataba así de espantosamente mal a todo el mundo. Mientras yo trato de encontrar una justificación a lo injustificable poniéndome en su piel, ella fue incapaz de empatizar con su interlocutora: "Si ha tenido fuerzas para llamar aquí, también podrá llamar al médico".


Imagino que la sociedad del bienestar es nuestro pan de la vergüenza. Tantas cosas se dan por hechas en nuestras vidas que no las valoramos. Es una cuestión de escalones: se empieza a no valorar el café con leche por las mañanas, el olor de la lluvia, el abrazo de un amor, las risas de tu hijo y terminas por despreciar la vida humana. La vida ajena.


La operadora del 112 francés es un exponente. La punta del iceberg de una Europa que contempla como mueren ahogados en sus aguas miles de seres humanos y que mira hacia otro lado. Que olvida a sus mayores, que no honra la memoria de todos cuanto hicieron algo por nosotros. Por todos nosotros. También aquellas que lucharon por los derechos de las mujeres.


Se empieza por menospreciar todo lo que parece gratis (y que nunca lo es, créanme, siempre alguien paga por ello) y acabamos violando en grupo a una chica drogada.  Y aparecen jueces que hacen disquisiciones absurdas sobre qué es violación y qué no lo es. Y opinión pública cavernícola y caníbal que apoyan esa visión:  la mujer que va sola al matadero merece que la maten, incluso si por el camino cambia de opinión.


Si esto es el inicio de una sociedad pos apocalíptica, si vamos a vivir en unos "Cuentos de la criada" donde la cosificación del ser humano es el pan de cada día, yo me bajo.
Quizá porque tuve días tristes y noche oscura del alma valoro los días alegres. Esos que anotaba en mi diario de niña. Así no olvidaba que también me sucedían cosas buenas.

Quizá por eso tengo un instinto para encontrar lo bello en las pequeñas cosas. Por eso mi pan de cada día no es mi pan de la vergüenza.

jueves, junio 29, 2017

Despatarres





"Que te diviertas con las piernas abiertas". Ese era el grito de guerra de una amiga. Y de eso hablamos esta semana: de abrirse y orearse.
Lo oficial se empeña en denominarlo en inglés: "man spreading" que viene a ser una cosa así como "hombre distribuido". Tal que si uno distribuyera la mantequilla por el pan. Tentador, pero no. Que un hombre se te distribuya mola siempre y cuando sea un hombre que te guste, vaya. Pero claro, esto del man spreading surge porque la mayoría de los tipos que vemos en el autobús no son Hugh Jackman.

Vayamos al lío que menudo debate se ha montado. Aunque quizá la culpa sea nuestra que no sabemos hablar de otra cosa, salvo de los piques de Piqué con su boquita bonita y sus labios chiquititos. ¿Es un problema de educación? ¿Es un problema de espacio?¿no será la culpa de los que fabrican los medios de transporte que con tal de rentabilizar vamos como sardinas en lata? De los aviones ni mención. Es inhumano.

Francisco Rivera, tan gracioso él, ha dicho que cómo no se iba abrir de patas al sentarse. Que si las mujeres tuvieran lo que él entre las piernas no se enfadarían tanto. Yo no me enfadaría en absoluto, ejem. Hasta el bonico de Arguiñano ha comentado de los despatarres entre col y col. Y puso el ejemplo. Se sentó en el taburete de la cocina con las piernas cerradas "¿Veis? Que por muy hombre que uno sea todo cabe perfectamente". Arguiñano, el macho ergonómico

No puedo con las feministas y su discurso de víctimas ¿Es necesario poner un cartelico para que los hombre eviten el despatarre? ¿No tenemos boca para decirles: hijo de mi vida que está a punto de cortárseme la circulación sanguínea, deja de invadir mi asiento? o ¿Voy más comprimida que una aspirina? ¿No serán más divertidos los trayectos?

Pero es que, además, hoy otras formas más sutiles de invasión. Hay cierto tipo de cerdo que le gusta restregarse con las chicas. No hay cartelito porque presuponemos que todo el mundo es civilizado y que el despatarre es involuntario y va en el ADN masculino. Pobreticos, no lo pueden evitar. Otros se dedican a tirarles fotos por debajo de las faldas a las chicas que se despatarran...porque, fíjate tú, que algunas lo hacemos. Yo misma cuando viajo: pantalones y maletita entre las piernas, que así no se cae en los frenazos.
Otro particular es el odor spreading. Eso sí que es gordo. Que a veces me dan ganas de subirme al autobús con máscaras de gas. Señoras y señores, el desodorante existe desde hace muchísimos miles de años. El agua y jabón también.  Algunas veces, levantar el sobaco y llegar a la nausea es todo uno. Y menudo caos: la pestucia del sudor se junta con el vómito. Un asco.

Pero lo terrible son esos autocares que van a Sevilla de noche donde los hombres, todos a la vez, deciden quitarse los zapatos y si uno cierra los ojos puede llegar a creer que está en una fábrica de quesos de la campiña francesa, por ponernos románticos. Abominable. Ya lo decía Saint Exupéry:  lo esencial es invisible a los ojos.

Nos faltarían carteles para tanto estorbo: pies, sobacos, despatarres, gente que habla a gritos, los que te cotillean el whasap o los que te dan conversación.
Personalmente, el hecho de compartir espacios tan reducidos me resulta violento porque soy así de pija y claustrofóbica,  así que mi filosofía frente al transporte público es apretar los nudillos y que el suplicio pase rápido.

sábado, abril 14, 2012

La siesta digital: retroceder en el tiempo le sentará bien


¿Cada cuánto tiempo mira el móvil? ¿Y twitter? Si no obtiene una respuesta casi instantánea a un comentario ¿se pone nervioso? Si ha olvidado el celular en casa ¿Le entran sudores fríos? ¿Es capaz de estar en una ciudad distinta a la suya sin andar conectado las 24 horas? ¿Twittea igual que respira? ¿Anda como loco por poner algo nuevo en su muro de Facebook?; Si se le descuelgan diez amigos de golpe ¿entra en pánico?; Si ha respondido a todo que sí, entonces, Houston, tenemos un problema y no pequeño: es usted un adicto a las nuevas tecnologías. Incluso iría más allá, si sabe que este uso continuado del correo electrónico y las redes sociales le agota y aún así no pone coto, amigo, usted padece tecnoestrés; un palabra que se ha inventado la preclara mente de José María Martínez Selva y que muestra palmariamente que estos quehaceres y padeceres son un signo de los tiempos. Por un lado, nuestra empresa, nuestro negocio, nos agradecen que estemos siempre ahí: una respuesta a un mail no superior a las 24 horas si es fin de semana, e inferior a la hora y media si es horario lectivo. A usted le pinchan para generar una acción y usted azuza al colega, empresario, contacto que corresponda, en un círculo vicioso sin fin. ¿Se puede vivir sin estar omnipresente en el área digital? Obviamente, sí. Acuérdese de esa época en la que el móvil no existía. Incluso recuerdo los tiempos remotos de las cartas con matasellos y escritas a mano por los amigos. De esto hace más de 20 años, el pleistoceno, vamos. Cierto: el tiempo marca su compás inexorable y ¡Pasa tan rápido!. Este momento ya se ha ido. Si hoy no besa a quien quiere, ese beso pasa de largo. Los que tenemos personalidad adictiva debemos andarnos con mucho ojo y si caemos en una nueva adicción, que esta sea saludable: es decir, no nos estropee la espalda, los ojos y el culo –que es lo que sucede cuando no nos despegamos del poder hipnótico de la pantalla del PC— Que nos haga mejores, más listos y divertidos. Hágase adicto al yoga, al baile, a los amigos. Sea un vicioso de la reconexión social en vivo y en directo, que se nos está olvidando y es una pena. Por eso, si puede, si tiene cuatro días de vacaciones a partir de hoy, practique lo que Selva denomina “la siesta digital”; juegue con su hijo (yo lo haré con el mío) disfrute del contacto directo de amigos y familiares; cómase una mona de pascua y unas habicas tiernas; recree su vista en esta esplendorosa primavera. En resumen: retroceda 20 años en el reloj del tiempo. Verá qué bien.

sábado, marzo 31, 2012

Espejito, espejio: los cuentos tradicionales más vigentes que nunca



Lo confieso: vivo atrapada en los espejos, sueño con atravesarlos y colarme en el país de las maravillas. No soy la única. Somos legión y, al contrario que la madrastra de Blancanieves, secuestrada por su narcisismo, vanidad y ambición sin límites, nosotras somos prisioneras de nuestro reflejo por pura inseguridad. La marquetería audiovisual repite una y otra vez los arquetipos de la doncella y la górgona y, claro, nadie quiere ser la reencarnación de medusa. Ser doncella eternamente es imposible y ser doncella flaca no está al alcance de todas. La cenicienta nos enseña que seamos hacendosas y buenas, pero, sobre todo, flacas, para que nos quepa ese zapatito de cristal.

Reconozcámoslo: la presión brutal ejercida en las mujeres en pos de una perfección ultraterrena se sumerge en la noche de los tiempos. Y desde entonces, los espejos son nuestros aliados, nuestros coroneles de acero. Nos castigan, nos besan, nos maltratan, nos premian. Me miro mucho en los espejos y no siempre me gusta lo que veo. En ocasiones caigo en un trance extraño y soy de nuevo aquella niña rechoncha llena de complejos, aislada a la que el destino jamás le dio una palmadita en la espalda. Pero ahí estaba mi espejo, aguardándome en la penumbra del cuarto de baño, en la sala de baile, en las películas de Rita Hayworth. El espejo era la puerta a un mundo feliz. Cuando leí “Alicia” todo me resultaba familiar.

¿Qué es el arte si no un reflejo? La pintura es un espejo; la música llena nuestra mente de imágenes. La buena literatura nos devuelve una y otra vez a nosotros mismos, al Quijote idealista, a la niña mala, sin compasión del enamorado; a la casquivana Madame Bovary, estúpida, que confía en el cobarde equivocado, que se sumerge en libros-espejo, a la búsqueda de otras vidas posibles.

Los cuentos de hadas se reproducen con precisión milimétrica, ahora, en estos momentos. Hay manzanas envenenadas con aspecto jugoso, como las famosas modelos y actrices que no comen pero sí beben, víctimas de una nueva patología denominada alcohorexia; y late, como un compás inextinguible, esa pregunta: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella?"

Las señales son inequívocas: todo nos empuja a ser las eternas doncellas encerradas en lo más alto de la más alta torre por las que no pasa el tiempo. Por las que no pasa nadie, dicho sea de paso. Enclaustradas con nuestras pociones (las cremas antiarrugas) con nuestros elixires de la eterna juventud (vitaminas, antioxidantes), esperando a un príncipe gilipollas que nunca llega. Pero es que nunca. Chicas, desde aquí os lo digo: a tomar por saco el príncipe. Tacones sí porque nos gustan; rouge- Blancanieves también porque nos otorga valentía, y espejos para traspasarlos, para jugar sin morir en el narcisismo, que, total, no nos lleva a ninguna parte. No esperéis a ese idiota apollardado de sangre supuestamente azul. Mejor divertíos con los enanitos, que son más cachondos; no nos exigen ser frías como el mármol – a mí no me sale—, y repetid conmigo el mantra de Meryl Streep: “La inseguridad es mi amiga”.

martes, marzo 20, 2012

El abogado de Iñaki y el trato a los periodistas


Más chulo que un ocho. Dice que da vacaciones a los periodistas, que su cliente no va a decir ni mú. Así se las gasta el abogado de Iñaki Undargarin. Un modelo de tacto y cortesía. "Que se avecinan lluvias y no quiero que se mojen". Valiente cretino. Tendría gracia si vistiera camiseta imperio, cadenas y chándal de los moros, tal cual iba ese personaje entrañable de Los Soprano, Pauli. Pero no, que el tío va hecho un pincel, como su cliente y nos mira a la prensa como si fuésemos chusma. Tal vez lo seamos ¿Y saben por qué? Porque estamos permitiendo un retroceso en las libertades y un deterioro en la calidad de vida de nuestra profesión que no es de recibo.

Nosotros somos los primeros en denunciar las injusticias en todos los colectivos menos en el nuestro, salvo raras excepciones; nos convertimos en adalides de causas perdidas pero aceptamos ruedas de prensa sin preguntas, cuestionarios cerrados, desplantes como el de este tipo impresentable.

Reconozco que quizá no sea una periodista moderada, pero es que estoy allí y te juro que le doy con la alcachofa. De acuerdo que la violencia no es el camino...pero, miren, un cachete en el culo no les vendría mal a determinados políticos ¿No creen? ¿Que el consejero llega media hora tarde? Pues nos largamos ¿Que la presidenta no admite preguntas? Pues no cubrimos la información, nos quedamos con nuestros totales y nuestras declaraciones guardadicos bajo el ala. Si no pasa nada, si la mayoría de la veces venden poca cosa, migajas. Si ellos son los primeros interesados en salir en la foto, que se lo digo yo, que me conozco el paño. Pero claro, tenemos un problema, Houston. Que no tienen cogidos por los huevos. Que con esta crisis hay que tenerlos cuadrados para mantener un pulso con el poder y salir ganando. Y ellos lo saben. Ellos que viven de nosotros, de nuestros impuestos, ellos que están ahí porque nosotros, los votantes, los elegimos. A ellos les cantaría el bolero de "Se te olvida" una y otra vez, hasta que les entrase en la cabeza. Un día un ex jefe me dijo: parece que trabajas para los periodistas en vez de para mi. Y yo, que soy más chula que ellos porque mi madre me parió así, le contesté: "trabajo para la Región de Murcia que es la que me paga". En fin, pa qué seguir. Es muy cansado permanecer en esta batalla sin perder la moral. Pero creo que nuestro deber es recordarle a los presuntos poderosos que el poder reside en el pueblo. Y que nuestra obligación como periodistas, intermediarios entre el poder y la sociedad civil es PREGUNTAR. Y, señores, si no preguntamos estamos haciendo mal nuestro trabajo, somos negligentes, pecamos por omisión.


Dedicado a mi amiga Elo por ser la pesá de los Consejos de Gobierno y por recordarme cosas muy importantes de la vida.

sábado, marzo 17, 2012

Un anuncio ANTI LOEWE


Ani Lee Fall Winter 12' from ani lee on Vimeo.

Un vídeo de SITA ABELLÁN, antes de la polémica Loewe


Lo confieso. Ví ese anuncio y no dije nada. En él aparece una chica hija de una conocida mía, Isabel del Rey. Es de Murcia. Muy guapa, con un talento natural, genuino. No dije nada ¿Para qué? Lo mismo le perjudica, pensé. Se llama Sita Abellán y juro por Arturo que los tiene bien puestos y ha hecho vídeos nada pijos, nada monísimos; rompedores, brutales. Si los buscan por internet, verán que es cierto lo que escribo.

Como una es pobre pero tiene un mundo que te cagas, resulta que conoció a la familia Loewe en Madrid cuando estudiaba allí. No, no me hice íntima ni nada de eso. Era amiga de una amiga, Anna, cuyo padre era conde, cuya madre era alemana y cantaba en la coral Bach donde yo también cantaba, por eso la conocía. Por eso, y porque los Loewe tienen origen alemán. Mi amiga como la niña Loewe era muy rubia, guapa, inteligente, solidaria, buena gente. A veces me preguntaba qué hacía una vulgar gordita de San Antolín codeándome con aquel personal. Tenía inquietudes, les encantaban mis parlamentos, era divertida,decían..., fíjate tú, siempre dios me ha puesto en el camino gente que me ha querido. Familias que han cuidado de mi aquí y allí. Con algunas perdí el contacto para siempre, soy un desastre para esto. Dejo que la vida me lleve como un remolino y no me anclo a nada porque al final, nos iremos...Al final, se queda a tu lado quien dios decide, que lo escribo en minúscula porque para mi es como de la familia, también.
Pero a lo que iba, me habla su madre de Sita Abellán, a la semana la veo en una foto de un dominical y después salta esto del anuncio.
Es un spot vomitivo. Lo siento. Lo único bonito son los bolsos volando al ritmo de la música, lo demás es un capítulo de Gossip Girl rodado en Madrid. No va nada con la casa Loewe, ni con la gente que conocí. Familias ricas, sí, pero ricas, cultas, inquietas. Niñas que se iban los veranos a trabajar a fábricas de chocolate en Alemania para saber lo que vale un peine y para perfeccionar los idiomas que aprendían en ICADE. Niñas, como mi amiga, que estuvo un año entero en un poblado de África enseñando a los chavales a leer, antes de incorporarse a un puesto de trabajo normal.
De acuerdo, es gente que tenía la vida asegurada más o menos. Su lugar ya estaba escogido pero no eran capullos integrales como los del anuncio Loewe. Esta gente, los que yo conocí al menos, estaban comprometidos con la sociedad, con la vida, con ellos mismos y se autoexigían una perfección, un camino de rectitud en la vida. Sí, puede que esto se lo marcasen unas creencias muy concretas, pero a mi me da igual: el resultado es que eran personas sin tacha, con modales, cortesía, calidez y que miraban muy bien en qué se gastaban el parné. Vamos, que mi amiga, por muy amiga que fuera de las hijas Loewe, jamás llevó un bolso de 1.400 euros.
Este anuncio, con los tiempos que corren, es sangrante y al creativo lo deberían llevar a hacer un tour por los comedores sociales. Entiendo que hay gente con posibles que quiere darse un capricho ¿Por qué no lo va a hacer? pero también entiendo que se puede vender la clase y la exclusividad con algo más de gusto y estilo. Esto es zafio y vulgar. Señores, esto es anti Loewe.

PD. La familia de mi amiga Anna y parte de los Loewe vinieron a España huyendo del nazismo. Al abuelo de esta amiga, que era juez, lo ejecutaron los nazis en el salón de su casa delante de toda su familia porque estaba en contra del genocidio judío y se negaba a realizar el saludo de Heil Hitler

sábado, marzo 10, 2012

La sobamática. En la era virtual me quedo con la piel



El contacto lo es todo en el ser humano. Abrazos, caricias, carantoñas, besicos, mordiscos, cosquillas. Todo eso. Ante esta crisis que nos obliga a trabajar el doble para cobrar la mitad, nos quedamos sin tiempo para el arte del sobe. Y he aquí que el otro día, tras pasar por el túnel de lavado de mi coche se me ocurrió la brillante idea: un artefacto, como el túnel, pero de sobeteos. Lo llamaremos la sobamática. Uno se coloca en una cinta transportadora y cientos de manos le achucharán, estrujarán, enlazarán su pecho, tomarán la cabeza con delicadeza y llenarán los párpados, mejillas y frente de castos besos, incluso de besos mariposa. ¡Necesitamos tanto amor! Estoy dispuesta a pasar por la sobamática en una apretura, que para eso existen personas de carne y hueso a las que ceñirnos y envolvernos y sentir el calor dulce que alimenta. Pero si vamos a tener muchas contraprestraciones –el arte de la mesura es complicado en asuntos carnales— me paso por la sobamática y listo. ¿Quién me dice a mí que no puedo recrear el momento más bello, aquel en el que estuve en los abrazos más queridos, aquel día de máxima felicidad?
Somos frágiles y poca cosa comparados con la eficacia del tiempo que aplasta las horas una tras otra sin conmiseración; comparados con la precisión matemática de los números, con la inexorable capacidad de los otros para hacernos daño el día menos pensado. Pero, ojo: como señalaba, la sobamática es para momentos de urgencia y en caso de no tener a mano algo mejor. No hagamos como los japoneses, que a partir de los 40 ni se miran, ni se tocan. Prefieren el sexo de cabinas, los vídeos pornográficos y las muñecas hinchables. Eso es más triste aún que andar falto de ternuras. Según una encuesta del 2007, más del 35% de los nipones hace más de un año que no hace el amor en su pareja. Que no follan, vamos.
Pero incluso más que el sexo, lo que necesitamos es el roce de la piel, el calor mamífero, enraizar con nuestro pasado más atávico y animal de machos y hembras, de manadas que, en vez de encabronarse los unos con los otros, se besan y se tocan.
En la era de la cibernética, de las amistades virtuales, reivindico la piel con piel. Por mi parte, todos los ciberamigos no serán amigos de verdad hasta que no los palpe con estas manitas que crecieron en el vientre de mi madre. El contacto es la clave porque la piel es muy sabia y porque si no, nos perderemos en las combinaciones alfanuméricas que son frías y sosas, que son aburridas y eficaces. Como cantaba Serrat: “De vez en cuando la vida nos besa en la boca”. Incluso, a veces, un beso de tornillo. Y si no, para una prisa, siempre nos quedará la sobamática

domingo, marzo 04, 2012

Mademoiselle

Veamos. Que una esté soltera o casada no debería implicar un cambio en el apelativo. ¿O sí? Hasta la semana pasada, en Francia, las solteras eran “Demoiselles”. Hoy todas son Madame, hayan pasado por la vicaría o no. Pero no sólo eso: en el país germen de la carta de los Derechos Humanos todavía hoy muchas féminas son señoras de “Jean DuPont”, por poner un ejemplo. Es decir, no sólo pierden su apellido de solteras, sino que algunas se reabsorben a su esposo. Firmas unos papeles y te endosas al sobaco de tu santo, cual molesto golondrino. Con algo más de suerte, formarás parte de sus preciados bienes: el coche, la casa, los hijos y su colección de palos de golf, al estilo Mad Men. No olvidemos que americanas y británicas pierden sus apellidos originales. Por tanto, el enlace –presuntamente, y según estas reglas del lenguaje— transmuta a las mujeres en elementos que gravitan alrededor de nuestro ídolo, el macho-sol. En los países mediterráneos, por mucho lenguaje sexista que tengamos, si alguien gravita alrededor de alguien son ellos. Es lo que mi humilde experiencia me ha demostrado.   Personalmente adoro la palabra Mademoiselle. Es más: mi perfume es "Mademoiselle" de Chanel – absoluto de Jazmín y Rosa de Mayo con notas de Lirio de Florencia— elegido por mi hijo. Que me apoden señora me horroriza. Me retrotrae a esa canción de Rocío Jurado, cuyas letras sentenciaban: “Ahora es demasiado, tarde, señora. // Ahora nadie puede apartarle de mí”. Señora equivale a cornuda. La primera vez que alguien me tildó del modo innombrable tenía 22 años y compraba en unos almacenes de Madrid a los que jamás regresé. Odio todo lo que se relaciona con las señoras: las perlas, los aromas pesados, los bolsos negros de charol, las manolas procesionales, el pelo cardado, la laca, las conversaciones que versan exclusivamente sobre bienes inmuebles, el futuro de los hijos y los cotilleos estúpidos de vecindario. En definitiva, que si usted me quiere insultar puede llamarme señora con toda tranquilidad. No le volveré a dirigir la palabra. Y no digamos las connotaciones castellanas de la palabra “Madame”. Que la vieja del visillo nos asista. Pero si hay un apelativo más espantoso aún que el de “Señora” es el de “Señorita” (las patatas ya están fritas). Señorita es Gracita Morales con cofia. Es el maletín de la señorita Pepis. Son ejércitos de lerdas que sólo piensan en pintarse las uñas y cazar un marido rico que les pague la peluquería todas las semanas. Si alguien desea provocar mi violencia física que se dirija a mí con la acepción innombrable número dos. Es una desgracia. Con el hermoso caudal de palabras que existe en nuestro idioma, hemos de conformarnos con esos dos horrores que empiezan por “s”. Mujeres independientes, entidades femeninas que gravitan a su aire por el espacio interestelar. ¿No merecemos algo mejor? Que la R.A.E. tome cartas en el asunto o calle para siempre.

lunes, febrero 20, 2012

Es el miedo, idiota, el miedo




Lo veo en sus caras. Me miran como si fuera la suicida, la que no se calla nunca. Algunos me dicen: como sigas así te echarán de la región. Medio en broma, medio en serio. La crisis calla las bocas, calla las ansias y crea una legión de muertos vivientes que acuden al trabajo y apechugan con todo, sea justo o injusto. Y no levantemos la voz que ahí está the wicked witch al acecho. Con las manos verdes del desahucio, las uñas largas de los números rojos. Calla, camina o revienta. A mi no me estallará un bomba en las vísceras ni se atreverá el cáncer de páncreas porque lo suelto todo. En ocasiones sin el menor pudor, de una forma temeraria incluso y otras, me calzo unas mallas, unos calentadores y salto y bailo hasta que me falta el aliento. Y así, agotada; empleando la rabia para crear belleza, mantengo la calma, no me hago el harakiri.
En otras ocasiones me dicen: vaya unos huevos que tienes. Porque señores, yo no tengo el futuro asegurdo como Pérez Reverte, por ejemplo. Yo todavía no he podido comprar mi libertad. Porque de eso se trata, de comprar nuestra libertad. Apenas tengo unos céntimos en mis bolsillos pero vivo como si la libertad -- ese regalo envuelto en papel azul Tyffanys-- fuera efectivamente mía. No me sale ser de otra manera. No es ningún mérito, no es ninguna temeridad. O vivo de esta manera o fallezco en vida. Ya estuve unos años así y me niego a repetir la pesadilla. Quizá muera a los 50 como mi pobre padre. Quizá el destino de su primogénita sea imitarlo hasta la oscuridad de la sinrazón. No me importa ¿Quien quiere vivir para siempre? Yo no. Bajo ninguna circunstancia. Quiero que cada minuto de mi vida sea hermoso, brillante, luminoso, intenso. Un chute de alegría, o de tristeza pero nada de medianías en mi camino. Ni un sólo día baldío. Odio a los miedosos. Los alejo de mi vida porque su miedo no les mata sólo a ellos. Nos matan a todos un poco cada hora. Y a todos aquellos que estos días bajan la cabeza porque no les queda más remedio, porque tienen que pagar una hipoteca (como yo, por cierto), porque tienen niños que mantener (como yo) les digo...no, no es el camino. Jamás llegarán los Happy Days, jamás. El miedo conduce al odio y el odio al lado oscuro, decía el maestro Joda. Yo he ido soltando la rabia. En ocasiones la descubro agazapada. La vida ha sido injusta conmigo, me digo a veces. La vida es una mierda, me digo otras. Pero cuando analizo la realidad con calma veo que los injustos penarán por el daño causado; que soy libre, que no tengo miedo... QUE NO TENGO MIEDO. Ese ogro polvoriento, viscoso, maloliente, mediocre, absurdo ya no me alcanzará. Y sí, cantaremos Happy Days y Roosevelt nos aplaudirá desde un despacho oval sin paredes.

miércoles, febrero 08, 2012

La verdad de las mentiras


En el principio fue la mentira. Estamos rodeados de ellas; algunas, absolutamente imprescindibles para la supervivencia, para levantarnos cada día y seguir adelante. No hay mal que cien años dure, nos decimos. Si te esfuerzas, lograrás tus objetivos, te prometes a ti mismo.
El titular, robado con descaro de un libro de Vargas Llosa, pretende demostrar que estamos rodeados de ficciones. Los hombres no están contentos con su suerte, escribe Varguitas; y casi todos quisieran una trayectoria distinta a la que viven, por eso en el embrión de toda novela bulle la inconformidad.
Lo que funciona para la creación también ocurre en la vida real, pero de modo inverso. Las mentiras de la ficción surgen de la inconformidad. Tenemos el apetito voraz de experiencias y pasiones, pero –oh, desgracia—  una sola existencia. Los autoengaños cotidianos, sin embargo, los perpetramos para conformarnos. De hecho, los medios de comunicación creamos una especie de ficción de la actualidad: cumbres, congresos, elecciones. El mundo se desmorona, y la información se encarga de teñir las horas de “normalidad”. Probablemente, sin el efecto sedante y tónico de los medios, la realidad sería tan dura que por las mañanas nos quedaríamos bajo el edredón leyendo a Flaubert o  Dumas. Y que viva la vida Rita, que preferimos la ficción, esa ficción que encierra profundas verdades; los demonios y el desasosiego que procedan de un amor inconveniente, de un drama barroco. Perder el sueño por la hipoteca es algo muy vulgar.
Vamos de auténticos por la vida, y si contásemos la cantidad de mentiras que hemos de soltar al cabo del día nos faltarían dedos. Decir la verdad es, la mayoría de las veces, indecoroso, engorroso, incluso cruel. Cuando me preguntan, con cortesía, “cómo estás”, ¿debo responder la verdad? Me ha costado años y muchos disgustos descubrir que mentir es muy cómodo.
 ¿Quién soy yo para desengañar, refutar, descubrir, desilusionar? ¿Qué es verdad y qué es mentira?, se preguntaba Calderón. ¿Y si todo es un sueño? ¿Y si la auténtica verdad sólo la encontramos adornada de ficciones en películas, libros y canciones? Al igual que sucedía en "Blade Runner", quizá ni siquiera yo soy yo, sólo alguien con mi nombre y osamenta, una replicante que actúa según las expectativas ajenas y no las propias. En el principio fue la mentira. El Génesis, Adán y Eva constituyen un sabroso culebrón. Cuando el frío arrecia, enciendo el Ipod y comienzo a contarme
preciosas ficciones. La suerte que tengo es enorme porque muchas de esas mentiras se convirtieron en verdad. Así que miénteme, que algo queda.
La foto es de Germán Sáez

miércoles, enero 18, 2012

Marilyn, año cero




Imagen de Marilyn de aquí



Imagen de la habitación del  Roosevelt Hotel donde Marilyn pasaba largas temporadas y que cuenta con una imagen de la actriz al fondo y un espejo sobre la cama

Nunca fui muy de Marilyn hasta que visité la ciudad de Los Ángeles. Su fantasma está en el aire. En ocasiones es un disfraz a las puertas del Chinese Theatre, en otras, un parte de defunción tras la vitrina de un casposo museo donde flota, leve, el olor a zotal.
La constatación fehaciente de que todo el mundo hizo y hace caja a costa de Marilyn me sumió en una profunda tristeza. Un tipo pagó porque lo enterrasen encima de sus delirantes huesos en el cementerio de Westwood. La minúscula lápida llena de monedas y flores es una metáfora de su “gran” vida. Marilyn estuvo sola siempre, salvo escasos momentos. Pocos se molestaron en conocerla de verdad; ni el presuntuoso Miller, ni los hermanos Kennedy, amistades peligrosas que jugaban a asfixiarla metiendo su cabeza en una bañera. Hoy, la habitación del Roosevelt Hotel que presenció orgías y mañanas de resaca y angustia, lleva su nombre. Luce un espejo en el techo, el reflejo azulado de la piscina se cuela en la estancia. La luz es fresca e inocente, quién lo diría.
Todos los sueños y juguetes rotos danzan un vals macabro en las avenidas de Los Ángeles. Norma Jean fue una niña fagocitada por la ciudad y por la industria del cine. Al final de sus días vagaba por sus calles en busca de un chute orgásmico con desconocidos. Las portadas, los flashes, los fans jamás le dieron lo que ella necesitaba. La hermosa criatura vivió rodeada de gente que se enamoró de una fotografía.
Probablemente habría sido una persona normal si su padrastro y hermanastro no hubiesen abusado sexualmente de ella. Apenas contaba 11 años. Al igual que sucedió con grandes estrellas como Rita Hayworth (violada por su propio padre, el jefe de la troupe Cansino) fueron víctimas de su hermosura y supervivientes al horror ¿Pero quien puede sobrevivir mucho tiempo a una alienación continua de su persona? ¿Alguien quiso de verdad a la deliciosa Sugar?
Marilyn luchó sin cuartel para escapar del fantasma de la locura, heredado de su madre, esa cortadora de negativos de la RKO. Recurrió al psicoanálisis, estudió, vivió en Nueva York, todo por no embarrancar en el pantano de sus obsesiones. Al final, dejó un bonito cadáver exhibido sin respeto hasta la saciedad. Con ella, el ser humano descubrió una nueva forma de canibalismo que se ha repetido con tantos ídolos caídos y que abruma por su frialdad.
Marilyn era el sexo pero no por su espectacular físico sino por un perpetuo juego de seducción. El sexo era una herramienta para alimentar su maltrecha autoestima. Sentirse deseada por todos espantaba el vacío al menos por unas horas. Pobre chica guapa.
El 50 aniversario de la muerte de Marilyn que se celebra este 2012 quizá sólo sea otro ardid para que su nombre dé sabrosos dividendos – memorias, libros conmemorativos, una película— o quizá sirva para que por fin el mundo la comprenda y la conozca de verdad.
Donde quiera que estés, niña perdida, descansa en paz.



Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de enero de 2012

domingo, enero 08, 2012

El príncipe de las mareas (La peli de mi vida)




Barbra Streisand es uno de esos modelos de mujer que me ha marcado profundamente. La primera vez que vi “Tal cómo éramos” acababa de romper con mi primer novio. Un mes duramos. Fue también la primera vez que lloré viendo una película. Podía llorar porque estaba sola en casa. Tenía quince años. La Streisand me subyugó para siempre desde aquel momento. Cuando en 1991 estrenó su tercera película como directora “El príncipe de las mareas”, yo estudiaba en Madrid y disfruté en versión original del que es sin duda su film más maduro. Antes dirigió y protagonizó “Yentl” y “Loca”, pero aquí narra con maestría, limpieza, contención y emoción una historia que acaparó en su día 7 nominaciones a los Oscar, sin conseguir ninguno, y un Globo de oro que fue a parar a Nick Nolte.
Hay muchas películas protagonizadas por Barbra Streisand; cuatro que haya dirigido explícitamente pero sólo aquí la chica de Brooklyn cogió  por las solapas muchos de sus fantasmas y los enfrentó con valentía.
En “El príncipe de las mareas” se habla de las siempre conflictivas relaciones familiares. Hay patrones de conducta que reconocemos a diario en las noticias. Un padre violento, una madre ambiciosa. Unos niños atrapados en el matrimonio que se odia. Unos presos que escapan de una cárcel y cometen actos terribles; el suicidio, la rebeldía, la vida que se nos escapa en un mar de insatisfacciones imposible de abarcar y contener.
Streisand nos acerca a la infancia no feliz de la que tantas veces se olvida Hollywood. En “El príncipe de las mareas” hay abusos a menores, hay adulterio, hay cuernos, hay amor, hay recuerdo, hay sexo maduro sin complejos y, sobre todo, hay perdón.
El padre de familia, el entrenador Wingo, se enamora de la psicoanalista de la hermana. El hijo de la psicoanalista deja de ser un pijo creído, gracias al entrenador Wingo. La independiente mujer de Manhattan, esa que podría pertenecer al “one per cent", como dice Tom en determinado momento del film, rompe su coraza y se entrega a una pasión casi adolescente que la hace revivir. Lo increíble de esta cinta es que podría ser un culebrón malo de televisión y no lo es. Lo increíble de “El príncipe de las mareas” es que nos creemos la frialdad de Lila Wingo (la impecable interpretación de Kate Nelligan nos hace odiarla y compadecerla); nos creemos la frustración de Sally, la esposa de Nick, aparcada en un stand by que no entiende; Y, sobre todo, entendemos a ese hombre que aprende a llorar en los brazos de la doctora Lowenstein, pasados los 40 años.
En la corta pero perfecta filmografía de Streisand encontramos algunos temas recurrentes: la ausencia del padre (Yentl) o la omnipresencia del mismo de forma negativa mediante la violencia o los abusos (“El príncipe…; “Loca”) una madre que es más bien madrastra. Su ambición, su propia belleza está por encima de sus hijos.
Esta madre, mucho más suavizada, aparece en la muy recomendable “El amor tiene dos caras”. Y hay otro elemento que nunca falta en las películas “Streisand” la celebración del amor carnal sin complejos. La exaltación del sexo como culminación de un sentimiento desbordante que se muestra con ciertas dosis de realismo y comentarios picantes como el que le hace la doctora Lowenstein a su entrenador: "Tengo miedo porque sé que tu esposa te pedirá que vuelvas”
-¿Cómo puedes estar tan segura?
-Por que he catado la mercancía, concluye ella dándole un bocado en el pezón.

Una película con cierto sabor clásico por esos flash back continuos, por la brillantez de sus secundarios y por el gancho de sus dos protagonistas, hermosos en su madurez, bellos en su desastrosa vida emocional; grandes muy grandes, Streisand y Nolte. Todos quisieran una doctora Lowenstein en sus vidas. Todas quisiéramos a un tipo duro que se deshace en lágrimas en nuestros brazos. Nunca la Streisand ha estado más guapa, nunca Nick Nolte nos ha resultado tan tierno y fascinante. Es triste que Tom vuelva con Sally, su mujer, y con sus hijas pero ese es el auténtico Happy End al estilo clásico. Es el broche perfecto para una película que podría ser un pastelón insoportable pero que se convierte en una lección maestra de cine, vida y amor.
"The prince of tides"
(Barbra Streisand, 1991)

viernes, enero 06, 2012

Modelo Auschwitz, talla 34

En los años 40, el modelo de mujer era Rita Hayworth. En el 2000, se ha impuesto la estética  Auschwitz . Desde principios del siglo XX hasta los 60 el Star System de Hollywood imponía su sello. Las mujeres aspiraban a ser como las actrices: preciosidades de piernas largas, labios carnosos y curvas. Todo cambió tras la década prodigiosa. Apareció un pajarillo desvalido, la famosa Twiggy, y revolucionó los cánones. A pesar de que en los 80 se impuso aquello del culto al cuerpo, a pesar de que las super modelos –Campbell, Evangelista,  Schiffer— tenían curvas y pesaban más de 50 kilos, el espíritu aniñado, infantil y desnutrido reina hoy día en las colecciones de los modistos.
De acuerdo; la moda es una industria, pero esas púberes de 1’80, 45 kilos de peso y talla 34 (algunas incluso con su carita de porcelana) me recuerdan a The walking dead. Determinados desfiles de la Semana de la Moda de París dan más miedo que la niña de “El exorcista”; y no en todas, pero en algunas existe esa expresión, esa terrible mirada de hambre y de repetirse hipnóticamente: “estás-cumpliendo-tu-sueño-no te quejes”.
Los mismos Dolce and Gabbana se valen de la imagen de Scarlett Johanson –con todas sus mollicas, como diría mi amigo Antonio Rentero— para vender un perfume; pero vestida con la colección de Milán, Johanson parecería un tapón de balsa con esos estampados horizontales de letras gigantes. Por eso necesitan mujeres delgadas como spaguettis. Aunque, para ser justos, las modelos de los italianos no presentan el infrapeso severo, contra el que alertó en su día el manifiesto Gaudí, y firmado en 2006 por los diseñadores catalanes, que hoy es papel mojado; al igual que aquella iniciativa de Cibeles de no aceptar modelos por debajo de un índice de masa corporal saludable. El citado manifiesto tenía un punto muy interesante que jamás se cumplió: en las pasarelas se mostraría la diversidad corporal existente en nuestro país. Desde la talla 38 a la 46.
El mundo de la danza clásica impone un canon de delgadez estricto, pero está recluida en los teatros, y la moda tiene un carácter social que nos influye como consumidores no sólo de ropa. Jóvenes actrices, personajes de la realeza lucen esas firmas y copian el canon estético de las pasarelas. Kate Middleton pesa 10 kilos menos desde su boda con el príncipe Guillermo. Letizia presenta unos hombros famélicos. Nunca vi hombros así en Jackeline Onassis o Greta Garbo, mujeres esbeltas y elegantes. Esos hombros se repiten de forma preocupante en las pasarelas de moda internacionales. La realidad es que nos avergonzamos de superar la 38, el mínimo permitido. Ergo, está naciendo una nueva forma de segregación. La meta es la talla 34 a costa de lo que sea. En el “Diablo viste de Prada” una de las protagonistas afirma seguir una dieta que funciona: “No tomo nada; y cuando creo que me voy a desmayar, me como un quesito”.  ¿Qué pretenden los diseñadores? ¿Vestir a sus clientas o matarlas?

miércoles, diciembre 28, 2011

2012, guerra de guerrillas


Si planea llegar a la luna quizá se quede en la estratosfera, pero ya habrá despegado del suelo


Queridos lectores, les noto compungidos, les noto faltos de imaginación. Apollardaos, que diría un antiguo colega ¿Qué es eso de no pedir nada para el 2012? ¿Qué es eso de “Virgencica que me quede como estoy”? Me niego a seguir por ese discurso derrotista y pre-apocalíptico de los últimos meses ¿Pues no dice el dueño de Mercadona que lo bueno del 2011 es que va a ser mejor que el 2012? ¿Pero esto que es? ¿Cómo puede afirmar algo semejante un tipo que ha ganado lo que no está en los escritos en los últimos tiempos? Que me perdonen sus familiares, pero es para ponerle un celo en la boca por cenizo. Lo mandaba al rincón de pensar de cabeza.


Cierto, 2011 ha sido malo. Los lectores-twitteros lo han definido con palabras como inestabilidad, fragilidad, pérdida pero, amigos, aquí todos hemos aprendido valiosas lecciones –a ver quién es el guapo que sabía algo de la prima de riesgo, de agencias de calificación o de mercados antes del verano—; hemos evolucionado, incluso, algunos hemos resucitado. ¿Cómo es posible? Según el señor Roig, el dueño de Mercadona, tendríamos que estar hundidos en la más profunda de las depresiones, lo cual sería terrible para él porque dejaríamos de ir a comprar en masa. Pero no, estos días el personal abarrota las calles, la gente se junta, brinda y sonríe a pesar del caos. Hay belleza en este desconcierto, hay dignidad, orgullo y valentía entre los escombros del viejo orden social.


“Lorca”, “terremoto”, “indignados”, el “15 m”, “Marta del Castillo”, “Undargarin”, “elecciones anticipadas”, “recortes” o “paro” serían los tags, las etiquetas de actualidad de este año que termina, pero también: “solidaridad”, “esperanza”, “resistencia”, “ambición”, “esfuerzo”, “trabajo”, “inconformismo” y “tesón”. Hoy, los pequeños empresarios, las familias, los autónomos libran su particular guerra de guerrillas y permanecen invictos, como en la batalla de las Termópilas.


Hemos vuelto al origen y nos hemos planteado cuáles eran de verdad nuestros sueños, qué es prioritario en la vida. Antonio Gala escribió que “la felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”. No poner todos los huevos en la misma cesta es un truco, el truco que aprendimos sobre la marcha para no perder la sonrisa en este 2011 que vivimos peligrosamente. En Cabaret nos cantaban aquello de “Money, makes the world go around”; el dinero da la seguridad pero, estimados míos, estamos hablando de una película del siglo pasado (1971), ambientada en el Berlín prebélico de 1931. En “Money” hay hambre, personas sin zapatos y casas sin carbón. En el siglo XX el dinero podía comprarlo todo. En el XXI, de ninguna manera.
Todos deberíamos ser ambiciosos en este 2012. Si planea llegar a la luna quizá se quede en la estratosfera, pero ya habrá despegado del suelo. Recurramos a Epícteto cuando sintamos que la tierra desaparece bajo nuestros pies: “Lo que turba al hombre no son los sucesos que le acontecen, sino lo que piensa de ellos”.





La foto es de Germán Sáez

miércoles, diciembre 21, 2011

Si yo fuera rica


Con los niños de San Idelfonso tocando a las puertas del cielo, el que más y el que menos acaricia su décimo y sueña con el Gordo. No, no hablamos  de Falete. Ustedes saben muy bien de a qué me refiero.
España es un país de quijotes, de idealistas. Realicé una pequeña encuesta por las redes sociales con la pregunta ¿Qué harías si fueses rico? Y me encontré con gente emprendedora, solidaria, apenas caprichosa. Muchos comprarían tiempo para leer, para escribir, para dedicar la vida a su vocación. Alguno ayudaría a los más cercanos. Otros ampliarían su empresa, crearían cadenas de librerías, rodarían la película de sus sueños. La compañera Alexia Salas montaría una cooperativa con paradas de larga duración para poner en marcha un periódico completamente libre.  Otros se darían el lujo de viajar y conocer el mundo entero; tener una casa en Roma para escaparse de cuando en cuando, mejorar las condiciones de sus empleados y muchos, muchos estarían dispuestos a ayudar. Así, sin más. ¿Somos o no somos unos soñadores?
La suerte se presenta bajo mil signos: Doña Manolita, el Gato Negro, el número 13 o combinaciones extrañas de fechas y símbolos. España es un país que se entrega a la fortuna, que cree en el milagro con una fe ciega y que sueña, sí. Soñar es crear, es innovar, es crecer. Transitamos de la nebulosa de las ideas a la realidad gracias a las palabras y España es un país de hermosas palabras: esplendor, libertad, resplandor, espíritu, alegría, amistad.
Hoy, mañana, los españoles se aferran todos en uno al mantra de esos niños que romperán la monotonía de la fría mañana como el resplandor de un relámpago, como la luz de la alegría, como el espíritu de la Navidad. Serán dos o tres momentos de euforia y qué más da si usted resulta o no agraciado; se alegrará íntimamente, auténticamente por el vecino. Sobre todo si el Gordo se va a un barrio obrero y con problemas.
El espíritu caballeresco de noble armadura nos salva cada día. Nuestra fe en los imposibles apacigua los miedos, otorga una paz cotidiana que permite cierta normalidad. Si España no fuera El Quijote, las calles se habrían convertido hace meses en trincheras insoportables. Las tensiones habrían reventado en fuego y violencia. Pero no. Hay más voluntarios que nunca, hay más solidaridad que nunca, sólo hay que fijarse en el volcarse de la ciudadanía con la ciudad de Lorca. Nos enmendamos la plana y transigimos porque nuestro caballero es humilde, su armadura está maltrecha pero orgullosa. Un Sancho y un Quijote coexisten en días como estos. La utopía por un lado y la sensatez llana por el otro. Si no toca, ya saben, tenemos salud, estamos vivos; o como escribió otro amigo en Twitter: “Tengo trabajo, con los tiempos que corren, esa es la mejor lotería”

Publicado hoy, 21 de diciembre, en el Periódico La Verdad de Murcia.
Sección Punto G.
Imagen de Germán Sáez

sábado, diciembre 17, 2011

Fortyone


¿Y si me paro aquí? ¿Y si no cumplo más? En la Edad Media probablemente ya estaría muerta, o desdentada, o echa una ruina. La juventud apenas duraba 10 primaveras y hoy la sociedad nos exige ser eternamente jóvenes. Por favor, qué trabajera. Que si se nos caen los párpados y el culo. Que si echamos un centímetro de más, que si  nos amojamamos. Qué tristeza. 
Me quiero quedar así...bueno, en realidad me gustaría quedarme en los 30 si del físico hablamos. Pero no hay marcha atrás. Podemos intentar frenar el paso del tiempo con una actitud positiva, con amor, con cuidados, pero el tiempo es terco como una mula. No le vamos a engañar. Llegará un día en que nos caigan todos los años de golpe y ¿Qué va a ser de nosotros entonces? Me lo pregunto a veces.
Honestamente, me da miedo envejecer. Da vértigo lo rápido que pasa todo pero, honestamente diré, que no retrocedería ni un año atrás. Mi pasado nunca fue mejor, salvo si hablamos de esos seis meses que pasé en el paraíso, en Puerto Rico...pero eso no cuenta, aquello  fue como estar en Brigadoon.
Cuesta cumplir años porque aprender la vida duele y quema. Cada época tiene sus cosas buenas y no lo digo como premio de consolación. Es que es verdad. Hoy, ahora, me siento completa y feliz a pesar de los pesares y le joda a quien le joda, dicho sea de paso. He aprendido algo muy importante: no necesitar la aprobación de los demás y el cariño de los demás. He aprendido a querer un poco más sin necesidad de que me quieran. Eso de no esperar nada a cambio, pues no, hasta ahí no he llegado. Tengo el estado evolutivo de una mosca, es posible, pero necesito algo de feedback de cuando en cuando. Además, si me hago más autosuficiente, acabaré encerrándome en una vaina y eso es muy aburrido.
¿Me he vuelto algo egoísta? Sí, sin duda...pero es que un día me cansé de ser paño de lágrimas, de acarrear con los problemas ajenos. Total, no sirve para nada, tú no puedes ni debes acometer lo que a ellos les toca. Dar algo de ánimo sí...pero ¿Y cuando una los necesita, eh? ¿Donde están, eh?
Me gusta esta foto que me hizo Francisco Javier Sánchez en el estudio de Pepe de Pantumaka porque así es como me siento. He pegado cuatro gritos, no tengo rabia dentro, sólo la justa para que nada ni nadie me machaque. Algo se rompió dentro, algo eclosionó en este 2011 que está a punto de terminar. Me quiero un poquito más y hay ciertas cosas por las que me negaré a pasar. Que sí, que en el fondo sigo siendo la que soy: algo chula, testaruda, que se agarra a los amigos como un clavo ardiendo (porque ha días que lo son), luchadora, despistada y con un punto de inocencia que me niego a perder, forever and ever.
Y tengo todavía tanto por hacer, tanto por aprender, tanto que mejorar ¿Me dará tiempo?
El tiempo, ese dueño de todo, inexorable, inabarcable, intangible. Coño, tiempo, no seas así, que todavía me quedan por vivir 70 vidas más. Quien pudiera realizarse en este día y en este momento, aquí y en Londres, o en New York o en el Caribe. Todas la vidas me parecen pocas. Qué avariciosa soy. Tendré que hacer un pacto con el tiempo, no me queda otra.

La foto es de Francisco Javier Sánchez 

viernes, diciembre 16, 2011

Todas somos Madonna


Más buena que ayer pero menos que mañana», este es mi eslogan del mes, poseída como estoy por el espíritu de Madonna. Qué grande es Madonna. Los tiene tan cuadrados, que ni Guy Ritchie -varón fuerte, hermoso y creativo- ha podido con esta poderosa dominatrix.
Ser Madonna no es fácil. Cuesta imitar sus coreografías, seguir su ritmo, sus transformaciones, pero a las chicas de hoy nos sobra lo fácil. Sí, qué pasa, me autodenomino chica. Con 40, pero chica. Alguien me dijo: «Tú para mi, siempre serás una chica». ¿Y quién soy yo para contradecirle? Solo una adicta a las dietas, al ejercicio físico, al estar más buena hoy pero menos que mañana, como Madonna, como muchas de las que leéis este artículo.
No lo consigo, claro. Es imposible ser Madonna. Estoy segura que en algunos de sus estadios evolutivos, un chamán indio se reencarnó entre sus piernas y por eso se la ve tan lozana pasados los 50; por eso y por esos arrestos que para sí quisieran los políticos ¿Se imaginan a Rajoy o Rubalcaba bailando el Vogue? No hay huevos.
Disciplina, eso es lo que necesita este país, y no hay gente más disciplinada que los bailarines. Imagínate que al final todo se arreglase con unos cuantos pliés y nosotros venga darle vueltas a la dichosa prima de riesgo.
¿Os acordáis de Debbie, la profesora de Fama, aquella que decía «la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar»? Estoy segura que la pobre Terelu la habrá tenido en sus oraciones estos días. Yo me acuerdo de ella todas las mañanas justo cuando suena el despertador. Creo que Debbie maldijo a toda una generación, incluso a los que no buscamos la fama. A todos, menos a ella: a esa súper hembra, artista y empresaria.
Cuando mi querida amiga y maestra de baile, Amor Corbalán, nos anunció una coreografía sobre Madonna me pregunté ¿Pero cual de ellas? Las chicas, todas las chicas, sufrimos su síndrome. La todopoderosa Madonna Louise Veronica Ciccone ha jugado con su identidad, como nosotras. Ha sido ambición rubia: sexy y explosiva; ha sido Morgana gótica en 'Frozen'; domadora con cueros y geisha sometida; ha sido Evita y country-girl en 'American Pie'; la hemos visto con brillos setenteros en 'Music', con mallas ochentenas en 'Confessions on the dance floor'; ha sido rosa de Inglaterra y estrella porno. Ha sido madre amantísima que hasta escribía cuentos infantiles. ¡Madonna, para ya, por favor!
A ella, como a nosotras, se le va la pinza y, en un intento de ser todo lo que la sociedad nos demanda, se nos olvida quiénes somos en realidad. Nosotras, coroneles de acero que no nos toleramos un fallo ¿Quiénes somos? Somos Madonna: ansiamos la perfección, la belleza, nos aburre lo establecido, encontramos oro bajo las piedras, convertimos a sapos en príncipes. Es verdad, no tenemos abuela. Como cantaba Chaka Khan: 'I'm every woman' y no es imposible. Eso sí: siempre, siempre, más buenas que ayer, pero menos que mañana, faltaría más.

jueves, diciembre 15, 2011

Undargarin, el bello


¡Qué buena pareja! Cristina e Iñaki siempre me han parecido los más “reales” de la Casa Real. Don Juan Carlos ha volado siempre por libre. Sofía, sobria y elegante, no se sale ni un punto del personaje, sólido como una roca, que ha edificado con el paso de los años, tan alejada de su marido -dicho sea de paso-. A Elena y su ex nadie se los creyó nunca. Letizia y el Príncipe son dos cubitos de hielo muy bien vestidos en todas sus apariciones. Tan formales, tan correctos. Ella tan flaca, por Dios. Las demostraciones de afecto en público, definitivamente, son cosa de pasado.
Si finalmente resulta imputado, Undargarin será una gran decepción, sobre todo para nosotras, coetáneas de Cristina, que vivimos casi en carne propia esta historia de amor tan sana, tan natural que hace más inconcebible lo que está sucediendo. Iñaki encarnaba a ese príncipe azul: tan cachas, con esos ojos tan cristalinos,  de tan buena familia ¡Si hasta un antepasado suyo es el patrón de Vizcaya! Corría el año 1996 y la Infanta, deportista y animadora entusiasta, conoció a Iñaki en las Olimpiadas de Atlanta. Hoy tienen cuatro hijos: Juan, Pablo, Miguel e Irene.

Las duras palabras del jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, hacia el yerno de su majestad lo acusan sin contemplaciones: apartado del linaje Borbón “por comportamiento poco ejemplar”. Toma castaña pilonga. Qué importa  si es culpable o no. Ya está condenado con semejante frase. El poder de las palabras, no hay agrimensor capaz de calibrar sus efectos. En cualquier caso, hace tiempo que esta pareja vive en el ostracismo, en Washington, con su gelidez de capitolios y coches oficiales.

 La actitud del Rey me parece, y que me perdonen los monárquicos, poco regia. Las palabras de Spottorno se cargan de un plumazo la presunción de inocencia de este hombre que, quizá movido por la presión –que nadie diga a sus hijos que papi pegó el braguetazo del siglo— se ha metido en aguas pantanosas. A la Casa Real le ha faltado añadir: si demuestras tu inocencia, Iñaki querido, volverás al hogar. Si no, ahí te pudras. Pero por si las moscas, espantemos el fantasma de la desgracia y la miseria.

Cierto, las acusaciones contra el ex jugador de balonmano son muy severas y sangrantes en los tiempos que vivimos. Más de cinco millones de euros se desviaron de fondos públicos a Noos, la empresa que presidía Undargarin, para sufragar supuestos eventos deportivos, estudios que no se realizaron y otras actividades poco  justificables; dinero, en concreto, de las comunidades Balear y Valenciana, cuyos anteriores responsables autónomicos sí están imputados.

Yo no paro de pensar en Cristina, esa buena chica — con su familia, con su trabajo, con su vida tan bien resuelta como la tenía—  en la sombra de la 
ignominia que se cierne sobre ella, y las dudas, tantas dudas que no podrá aclarar en las noches de insomnio, y en ese Iñaki, quien le dijo hace años a su recién estrenado suegro que no se preocupase, que a la Infanta no le iba a faltar de nada.
Imagen del archivo de la Cadena SER

sábado, diciembre 10, 2011

Caperucita ninja mata a Blancanieves


Decía el maestro de periodistas Richard Kapuscinski, que él no tenía una vocación, que tenía una misión. Por eso cuando políticos y población civil juegan con nuestro derecho a opinar, e incluso con nuestro derecho a preguntar, me cuestiono si ésta es, de verdad de la buena, una sociedad democrática.
El otro día una tuitera criticaba a una comunicadora de gran prestigio porque emitía su opinión, al igual que hacen otros caballeros de las ondas. Pero, ah, ella no debía. Por dos razones. Primera: decía algo que no le gustaba. Segunda: era mujer y sin paranoias afirmo aquí y ahora que ser mujer y no ajustarse al estereotipo - es decir, ser independiente y no tener pelos en la lengua- se paga muy caro. Nosotras hemos de ser Blancanieves o Cenicientas, dormidas en nuestro estercolero decrépito a la espera de que un príncipe nos rescate. La que se sale del tiesto, colleja.
Hace poco una entrevistadora relamida de la ABC Channel le recriminaba a la Streisand su perfeccionismo. Ella le contestó: si fuera un hombre, sería una cualidad maravillosa, pero como no, soy un 'pain in the ass'. Dicho en machista paladino: un auténtico coñazo. En 'El color púrpura' el maltratador de la protagonista le escupía su desgracia a la cara: «Eres pobre, eres negra, eres mujer y eres fea. No eres nada». Así eran las cosas y no podemos permitir dar un paso atrás. Prefiero ser caperucita Ninja a Blancanieves -qué pava la pobre, todo el día roncando- e impedir que el poder y la ignorancia atrevida nos cierren la boca ¿Por qué no tengo derecho a opinar cuando todo el mundo lo hace? El periodista con más motivo. Está entrenado para seleccionar, cortar y pegar fragmentos de realidad. Tiene el olfato más entrenado que cualquier escritor superventas para saber qué ruge en las calles.
Esta caperucita Ninja no se callará ni bajo el agua. Ojo, opinar conlleva sus riesgos. Porque podría escribir sobre chorradas y prefiero mojarme y tocarle las pelotas a quien corresponda. Porque sepan que es así. Esto molesta pero ¿Por qué iba a ser menos chula yo que Pérez Reverte?
Manuel Vicent describió el columnismo como una mezcla de terrorismo y lirismo. El peculiar Umbral decía que el artículo «era la flecha rápida que se dispara al aire». Esto es acción, es diálogo y debate. Sin mesianismos, he de aprovechar este privilegio y que el arma de la palabra rompa los muros del sectarismo, venga de donde venga.
Prefiero ser mariposa del aire y dudar y escuchar que encerrarme en el sepulcro de las certezas. Desde mi imperfección, cumplo una regla básica para escribir esto, aquí y ahora: intento ser buena gente y el maestro de periodistas, Kapuscinski afirmaba que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos: «Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias». En ello estamos.

domingo, diciembre 04, 2011

Joana Bonet, un manjar


La imagen es de Gea Photowords

Joana posee una rara belleza. De cerca es más perceptible. Transmite armonía, contención...La reflexión en todos sus escritos. Recuerdo artículos memorables de Joana. Toma palabras sencillas del vocabulario y las convierte en trascendentes. Sin pretensión de nada. Su estilo es natural. A veces casual pero siempre impregnado de cierta esencia. De un algo elegante, fresco, clásico, con frases que podrían leerse veinte años después y mantendrían su pleno sentido.
Pero lo que admiro de ella, más que su gran hacer como directora de Marie Claire, como escritora de precisión, de fina y sofisticada puntería, es su humanidad. Su empatía. Ella cumple a rajatabla la norma de Kapuscinsky, esa que aseguraba que para ser buen periodista hay que ser, primero, buena persona, sensible a las necesidades, anhelos, problemas de los otros. Que ya nunca serán ajenos, que serán un poco propios. Ese sentido de la responsabilidad desconozco si procede de sus orígenes, de su afán incansable, pero se nota en las páginas de Marie Claire. Es una revista distinta. No es sólo moda. 
Joana escribe en su blog y es, también,  columnista. Con diplomacia asienta verdades que puede resultar incómodas. Pero hay que escribirlas, hay que ponerlas negro sobre blanco. Suele dar en la clave de un modo tan prístino que podría retirar a todas las noctámbulas de las cartas del tarot. Pero no hay bola de cristal. Hay un ser y un estar sobre el mundo. Eso es todo. A mi me lo ha demostrado personalmente, pero lo vemos quienes la seguimos de cerca, incluso no siempre tan personalmente.
Joana te admiro y te quiero. Esta profesión nuestra tan maltrecha necesita mujeres como tú. Incluso hombres como tú. Palabras que son manjar. Palabras que son fundamentales como aquella palabra que dio origen a las cosas, al mundo.



El blog de Joana Bonet se titula Cuatro Letras