Hija, tienes que ir...Es tu abuela.Van a estar todos los primos, tus tías.
-Es que he quedado, mamá. Lo siento.
-Es el funeral de tu abuela y no quiero que faltes. Mira, como no vayas no te vuelvo a hablar en un año .
El tono de la voz materno iba tornándose más agresivo aunque la falta de sueño, las lágrimas y el dolor no permitían ni un exabrupto a sus cuerdas vocales-agotada, suplicante- "por favor, Marta. No te entiendo, con lo que tú querías a tu abuela, con lo orgullosa que estaba siempre de ti".
-Prefiero recordarla viva...
Marta no entendía porqué la sociedad se empeñaba en meter un montón de carne muerta en un ataúd de madera brillante, forrado con tela por dentro y ponerlo en un mostrador, como si se tratase de un vulgar objeto. En una ocasión acudió a un velatorio y se prometió a sí misma no volver. Era denigrante para el muerto, al que colaban en el escaparate sin su consentimiento, con algodones asomando por la nariz. Era doloroso para la familia y sobre todo era un acto completamente inútil que únicamente mantenía en pie el negocio de las funerarias.
Sí, la ceremonia de la muerte en Occidente era algo devastador; absurdo, mecánico y espeluznante. Cuántas historias habrían quedado sin contar sino fuera por la existencia de los cementerios. Cuántas leyendas en las lápidas de marmol. Qué recordatorio tan vulgar de que alguien pasó por este mundo.
Marta comprendía a su madre. Quería aferrarse a sus seres queridos y permanecer junto a ellos hasta el último momento. "Pero el momento ha pasado, mamá...La abuela ya no está. No es nada. Al menos, no es esa mujer del escaparate".
Marta incluso comprendía al resto de la humanidad. Incluso ella misma necesitaba de objetos, cosas materiales que le referenciaran lo intangible...pero absurdo trasladar el ansia de la cosificación a los sentimientos, a la esencia de aquellos que compartieron nuestro camino.
"Mamá, iré pero porque quiero ver a las primas y a las tías...Pero no me pidas que me pare delante del escaparate, ni que os acompañe al cementerio para ver cómo escondéis en la tierra un trozo de carne con huesos".
-Hablas como una loca.
-Si te dijera que la abuela está aquí, ahora, conmigo y contigo ¿Qué pensarías? ¿Qué estoy loca?
Puede que lo esté. Pero mi abuela está junto a mi en este momento y odia los funerales tanto como yo. No le dio tiempo poner por escrito la última voluntad.
-Anda, anda--concluyó conmovida la madre-- vente y déjate ya de tonterías, que estoy muy cansada.
Se colocó junto a su hija y frente a frente, tomándola por los brazos le dijo: "Todos la echaremos de menos ¿Verdad?
-No mami...Yo no. Porque siempre estará conmigo. Me lo prometió.
(Imagen de Ismael Celis)