No se me ocurre un eufemismo. Si neumococo, si virus, pero su nombre, por desgracia es la envidia. A alguien le sienta mal algún comentario tuyo, cierta estela que dejas al paso, esa contestación a tiempo que cierra la boca e incendia las tripas y el resultado es la venganza. Inventan un pequeño bulo sobre ti. Dicen que dijiste esto o aquello. Que tienes fama de patatín y de patatán.
Jamás se enfrentarán a ti de manera directa, sino que emplearán su tiempo y lengua bífida en sembrar la cizaña. Es el modo más cobarde y ruín que existe de ajustar cuentas. Se hace de espaldas, sin que el susodicho tenga la posibilidad de defenderse aunque, en ocasiones, por suerte, la tozuda realidad desmiente las tesis víricas difundidas sobre tu persona. Una persona que podemos ser todos y cada uno de nosotros. Por eso,nunca me creo lo que me cuentan de los demás. Los comentarios malignos, las historietas y enfrentamientos. Las opiniones acerca de otras personas, cuando no son en positivo, siempre conllevan algún interés.
Instalemos el beneficio de la duda en nuestro hardware diario. Y que las serpientes venenosas se intoxiquen en su propia ponzoña. En su pura cobardía.
Prefiero un grito a tiempo que esa corriente de palabras falsas, a espaldas de uno. Prefiero a los impulsivos, que a los mansos. Desgraciadamente, la honestidad es un valor que está a la baja, así que, los francotiradores lo llevamos claro.
La ilustración se la he robado a Viuda de Tantamount de su magnífico blog.