Lo confieso: esta semana me
ha costado escribir sobre el PuntoG. En realidad, me ha costado todo. El
fango electoral me ha inundado las meninges.
Pero en el mundo pasan otras cosas aunque no lo creáis. Hay
unas locas que se quedan en bolas en una discoteca madrileña por una botella de
cava, por ejemplo. La patética Leticia
Sabater se ha restaurado el himen, en un enésimo intento de salir en los medios.
Siempre tenemos los socorridos estudios, como ese de la Universidad de Brunel
(Londres) que asegura que cuanto más feliz te muestres en tu perfil de
Facebook, más infeliz eres. Que cuantas más relaciones muestres tener, la
autoestima está más por los suelos.
Aunque lo mejor, sin duda, ha sido el anuncio de Philips que
anima a todos los hombres a "podar su bosque" sin por ello poner en
juego las joyas de la corona. Entre otras cosas — dicen los de la marca de
electrodomésticos— porque parecerá más grande.
Si un extraterrestre bajase a la tierra, pongamos por caso,
nuestro querido Gurb de Eduardo Mendoza, se haría los tentáculos un lío. ¿Qué
tiene que ver el cuerpo de la mujer con el alcohol? ¿Qué importa la
restauración de una membrana con la virginidad? ¿Y el bosque con el sexo
masculino? ¿Y Facebook con la felicidad y la autoestima? Estamos como cabras,
lo cual no es malo del todo.
Sin cierto grado de locura sería imposible aguantar a todo
el politiquerío reinante. ¿Cómo es posible que algunos sean tan estrechos de
miras y tengan esta visión cortoplazista del mundo?
Hoy, que ellos juegan a los cromos con nuestros votos, que
algunos se aferran a la silla después de 20 años de mandato, que prefieren su
ego al bien común—aquel por el que prometieron luchar— que hacen oídos sordos a
las quejas de la ciudadanía y siguen sin entender el mensaje, sólo podemos
sobrevivir a este ninguneo con ciertas dosis de escapismo y chulería.
Lo mismo nos sirve escuchar "Somewhere over the
raimbow" o refugiarnos en una frase de Marilyn Monroe: "Los perros no
me muerden. Sólo los seres humanos”. Aunque me gusta mucho más: "El amor
no necesita ser perfecto, sólo verdadero".
Si encontramos algo de verdad en nuestros días, todo este
galimatías habrá merecido la pena.
Y aunque esta rueda parezca no avanzar (mi prima me pregunta
si de verdad en algún momento saldremos de la crisis porque ella no nota la más
mínima mejoría); la vida sigue, no se detiene, el tiempo pasa y un buen día
llegará el momento, ese momento que no esperamos nunca y en la pantalla veremos
un clarísimo: Game over.
Así que, más nos vale disfrutar de todo lo que nos sirven en
bandeja. De lo bueno, de lo malo. Aprender las lecciones y tomarnos los podados
de genitales, las restauraciones de himen, los absurdos concursos, los
perfectos perfiles de Facebook y los pactos políticos con ironía y distancia.
Al final, lo único que nos importa es amar y que nos amen.
Al final, lo único que nos queda es algo intangible que son momentos de
felicidad, recuerdos, las caricias y la cercanía de los que nos quieren a pesar
de nuestros innumerables defectos. Y los que nos hacen sentir amados, a pesar
de nuestra manifiesta imperfección.
Lo demás, son ríos de tinta (cada día menos tinta, por
cierto), ruido y árboles que nos impiden
ver el bosque, el auténtico bosque. Nada que ver con la pelambrera masculina.
Con ese camino hacia lo verdadero al que llegaremos por nosotros mismos, sin
autoayudas, sin terapias y, por supuesto, sin temores.