Ismael quiso lanzar el órdago final.Un estoque de gracia infinita en el piélago de todos sus infructuosos intentos por llevarse a Lucía a ese rincón soñado de las canciones. Restaban tan pocos días para volver a la rutina que debía aprovechar cualquier remota ocasión de aguijonear a la bella con requiebros y otros subterfugios, vía subliminal, con la finalidad de que ella cayera en sus brazos. El muchacho no podría soportar otro largo invierno soñando con la bella -- siete años mayor que él-- y superprotegida damisela. Lucía era ciega y el nombre no fue casual. Pensaron los progenitores que alabando a la santa de los invidentes algo se podría conseguir. Pero de eso nada. Luci nunca presenció un atisbo de color o sombra; nada traspasaba sus preciosos iris verdosos.
Ismael marchó a la puerta de su casa, un viejo inmueble de gruesos muros frente al mar, y se plantó frente a su dama henchido de pasión, desesperado por el nuevo fracaso que se avecinaba. Lucía supo de inmediato que se trataba de su viejo trovador. Siempre la misma ceremonia, cada verano desde que el niño contaba con siete años y ella 14.
-Hola Ismael
-¿Como demonios me reconoces siempre?
-Por tu olor, siempre hueles a cucurucho. Claro, eso cuando no te rocías todo el frasco de Barón Dandy de tu padre
-Por el amor de Dios, Luci, vale que me rechazes una y otra vez, pero no me averguences.
-No bombón. Si no te rechazo. Ya sabes lo que hay desde hace la friolera ¿Por qué no desistes?
-Porque te amo
-Y un cuerno.
-Luci, verás; te he escrito una canción
-Lo que faltaba, Piolín.
Luci, Luz
Tan bonita como el sol.
Luci, Luz
Indecisa en el amor.
Luci, Luz
Si abrieses los ojos
apagarías mi pasión.
Luci quedó callada, pensativa, mirando sin ver las olas; acariciando el tirante de su biquini chocolate, en busca de una respuesta contundente para acabar de una vez por todas con aquel plasta estival.
"Mira, chico...Vale, me has convencido. Vamos a hacer una cosa. Tu y yo, nos casamos. Pasa ahora mismo dentro de casa y le pides la mano a mis rancios papis. Mañana mismo, nos vamos a vivir juntos".
Ismael-estatua de sal quedó mudo unos instantes.
-¿Y? -inquirió maliciosa Lucía
-Esto, es que soy muy joven para el matrimonio.
-Pero ¿No quedamos en que me amabas? El amor es así. Disparatado. Si me quieres, cásate conmigo.
Se hizo un pequeño silencio.
-Chico, chico, levanta la cabeza, que no es para tanto la cosa.
-¿Cómo sabes que estoy cabizbajo?
-Yo lo sé casi todo...Mira, monín. Dile a tus padres que te lleven al psiquiatra porque a ti te pasa lo que a tantos.
-¿Qué?
-Vives enganchado al melodrama. Todas esas canciones y películas cursis que ves...chico, te están haciendo auténtico daño.
-Pero lo cierto es que me gustas mucho, desde hace años.
-Joder, pero también te gusta la Coca-Cola...déjame tranquila, niñato.
Ismael volvió a casa, donde le esperaban para hacer las maletas. Su hermano Jesualdo le guiñó un ojo: ¡Qué! La ciega te ha vuelto a dar calabazas, ¿Eh?
-No...Esta vez no, pero me he dado cuenta de que en realidad no la quería.
Ismael dobló sus vaqueros, guardó sus libros y cd's en un compartiento aparte de la mochila y de pronto se fijó en la carátula de uno de sus discos. Una rubia despampanante, con tetas de silicona y con nombre gringo le cucaba el ojo con descaro. El chico quedó por unos instantes columpiado en aquella sonrisa, con tal calentón en la entrepierna que le obligó a sentarse en el borde de la cama antes de seguir recogiendo sus bártulos.
Ella sí que era inalcanzable. Probablemente jamás la conocería, no aspiraría el olor de su pelo, ni acariciaría la seda de su piel.
El hermano se fijó en el parón de Ismael.
-Tío, qué te pasa ¿No tienes ganas de volver a casa eh?
-Jesualdo, tío, no te lo creerás, pero me acabo de enamorar.
Imagen. Just in time (flickr)