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domingo, febrero 19, 2012

Adiós, Whitney



 

Con tan sólo 48 años Whitney había vivido tanto que se agotó a sí misma. Y se fue. Sin hacer ruido. Sola, en una habitación de hotel en el suntuoso, verde y solitario Beverly Hills. En aquel lugar hay un silencio roto por aspersores y un aroma a hierba mojada saludable, hermoso, brillante. ¿Cómo es posible tanto drama en el paraíso? Pues es posible: adicciones, suicidios, muertes inoportunas son el pan de cada día ¿Cómo es posible que una criatura con el talento, la belleza de Houston se haya marchado así? ¿Aislada del mundo, impotente, consumida por el veneno de la droga?. No sólo es posible; es más habitual de lo que parece. Aquí nos llegan los ecos de las grandes leyendas; pero hay otras leyendas en Los Ángeles que han terminado igual: abogados, economistas, directivos.
Que te conviertan en leyenda es el camino más corto para una muerte temprana. Vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver, decía James Dean. Aunque quizá esto también forma parte de la leyenda. A los que hemos crecido con la voz de Whitney --en mi caso, casi coetánea-- nos parecía mentira verla tan devastada en aquellas instantáneas. Mi retina me devolvía siempre a la fresca chica de portada, a esa niña con camiseta blanca del I wanna dance with somebody, un disco que sabía de memoria, que me acompañaba cuando hacía footing, y que siguió conmigo muchos años después. Otras veces, su voz iluminaba las mañanas en las que hacía radio en aquellas emisoras cutres que todavía guardaban vinilos polvorientos. Recuerdo el disco estupendo que hizo con Annie Lennox en uno de esos periodos buenos post-Bobby Brown. La estrella volvía a brillar con Step by step, e hizo un horror de película en la que aparecía guapísima junto a Denzel Whasington: La mujer de predicador. Hubo muchos éxitos después, pero la adicción ya era su forma de vida. Su reaparición y triunfo en 2009 fue un respiro para todos, aunque poco duró. Se empeñaron en que volviese la chica de la camiseta, la preciosa estrella de El guardaespaldas – pésimo film—. Inútil: ella se había marchado en el viaje sin retorno del crack y la coca. Pero, sobre todo, en ese viaje hacia la oscuridad que emprendió con su marido. La peor de todas sus adicciones. La gira de I look to you en 2010 no funcionó, y a dos días de su próxima actuación, en una gala previa a la ceremonia de los Grammys, celebrados hace una semana, Whitney se ha apagado. Cansada de sí misma, tal vez. Frustrada ante el reto imposible de volver a ser joven y fresca, de resucitar a esa chica sonriente de camiseta blanca.

domingo, febrero 12, 2012

Ana Mari, no seas Ana coreta


Aquí la tenéis, con su sonrisa deslumbrante. A ella la veréis siempre así, aunque por dentro no todo sea un camino de rosas. Ana María Tomás, mi amiga, es generosa hasta ese extremo. Cuando pasa por mi mente una queja me acuerdo de ella e intento ser generosa con mis congéneres y no aburrir con problemas. Total, los problemas de los unos y de los otros ¡son tan semejantes!; el ser humano es tan parecido en lo esencial, que todo sonará a repetido. El otro día me encontré con Ana Mari por la calle y nos fuimos a comprar sujetadores al Corte Inglés. Recuperé el placer de enfrentarme a unas cuantas gangas y  eso de la mitad de precio. Pero si no es por esas ocasiones casuales, apenas nos vemos, aunque hablemos bastante por teléfono. El otro día me reconoció: "es que no tengo ganas de salir a ninguna parte". Entiendo que a veces esa tentación es muy poderosa porque, con este frío y con la carga que tenemos las mujeres de ir arreglás aunque sea a la vuelta de la esquina, entiendo, que a veces es una pesadez. Yo mismo siento esa tentación, por muy prometedor que sea el plan. Recuerdo un día en la Expo de Zaragoza que, harta del mundo exterior me fui a mi hotel, y eso que Diana Krall tocaba esa noche allí. Y no te haces una idea los discos que tengo de la rubia esa. 
Que te entiendo Ana Mari, perfectamente pero no puedes privar a tus amigos de tu presencia. No nos basta con leerte, con tu arte, con saberte ahí, con tus consejos y tu sabiduría. Sí, somos unos egoístas que queremos disfrutar de ti, tenemos ese pequeño defecto, por eso el otro día te lo dije y desde aquí te lo repito:  Ana Mari, no seas Ana...coreta, por el amor de dios. A ver si nos vemos pronto y nos vamos al mercadillo de los jueves, ya verás que bien.
Y que me encanta esta foto nuestra. Ha pasado algo de tiempo, unos cuatro años tal vez. Pues todavía estás más guapa hoy que ayer. A ver quien da más.

viernes, enero 06, 2012

Modelo Auschwitz, talla 34

En los años 40, el modelo de mujer era Rita Hayworth. En el 2000, se ha impuesto la estética  Auschwitz . Desde principios del siglo XX hasta los 60 el Star System de Hollywood imponía su sello. Las mujeres aspiraban a ser como las actrices: preciosidades de piernas largas, labios carnosos y curvas. Todo cambió tras la década prodigiosa. Apareció un pajarillo desvalido, la famosa Twiggy, y revolucionó los cánones. A pesar de que en los 80 se impuso aquello del culto al cuerpo, a pesar de que las super modelos –Campbell, Evangelista,  Schiffer— tenían curvas y pesaban más de 50 kilos, el espíritu aniñado, infantil y desnutrido reina hoy día en las colecciones de los modistos.
De acuerdo; la moda es una industria, pero esas púberes de 1’80, 45 kilos de peso y talla 34 (algunas incluso con su carita de porcelana) me recuerdan a The walking dead. Determinados desfiles de la Semana de la Moda de París dan más miedo que la niña de “El exorcista”; y no en todas, pero en algunas existe esa expresión, esa terrible mirada de hambre y de repetirse hipnóticamente: “estás-cumpliendo-tu-sueño-no te quejes”.
Los mismos Dolce and Gabbana se valen de la imagen de Scarlett Johanson –con todas sus mollicas, como diría mi amigo Antonio Rentero— para vender un perfume; pero vestida con la colección de Milán, Johanson parecería un tapón de balsa con esos estampados horizontales de letras gigantes. Por eso necesitan mujeres delgadas como spaguettis. Aunque, para ser justos, las modelos de los italianos no presentan el infrapeso severo, contra el que alertó en su día el manifiesto Gaudí, y firmado en 2006 por los diseñadores catalanes, que hoy es papel mojado; al igual que aquella iniciativa de Cibeles de no aceptar modelos por debajo de un índice de masa corporal saludable. El citado manifiesto tenía un punto muy interesante que jamás se cumplió: en las pasarelas se mostraría la diversidad corporal existente en nuestro país. Desde la talla 38 a la 46.
El mundo de la danza clásica impone un canon de delgadez estricto, pero está recluida en los teatros, y la moda tiene un carácter social que nos influye como consumidores no sólo de ropa. Jóvenes actrices, personajes de la realeza lucen esas firmas y copian el canon estético de las pasarelas. Kate Middleton pesa 10 kilos menos desde su boda con el príncipe Guillermo. Letizia presenta unos hombros famélicos. Nunca vi hombros así en Jackeline Onassis o Greta Garbo, mujeres esbeltas y elegantes. Esos hombros se repiten de forma preocupante en las pasarelas de moda internacionales. La realidad es que nos avergonzamos de superar la 38, el mínimo permitido. Ergo, está naciendo una nueva forma de segregación. La meta es la talla 34 a costa de lo que sea. En el “Diablo viste de Prada” una de las protagonistas afirma seguir una dieta que funciona: “No tomo nada; y cuando creo que me voy a desmayar, me como un quesito”.  ¿Qué pretenden los diseñadores? ¿Vestir a sus clientas o matarlas?

viernes, diciembre 16, 2011

Todas somos Madonna


Más buena que ayer pero menos que mañana», este es mi eslogan del mes, poseída como estoy por el espíritu de Madonna. Qué grande es Madonna. Los tiene tan cuadrados, que ni Guy Ritchie -varón fuerte, hermoso y creativo- ha podido con esta poderosa dominatrix.
Ser Madonna no es fácil. Cuesta imitar sus coreografías, seguir su ritmo, sus transformaciones, pero a las chicas de hoy nos sobra lo fácil. Sí, qué pasa, me autodenomino chica. Con 40, pero chica. Alguien me dijo: «Tú para mi, siempre serás una chica». ¿Y quién soy yo para contradecirle? Solo una adicta a las dietas, al ejercicio físico, al estar más buena hoy pero menos que mañana, como Madonna, como muchas de las que leéis este artículo.
No lo consigo, claro. Es imposible ser Madonna. Estoy segura que en algunos de sus estadios evolutivos, un chamán indio se reencarnó entre sus piernas y por eso se la ve tan lozana pasados los 50; por eso y por esos arrestos que para sí quisieran los políticos ¿Se imaginan a Rajoy o Rubalcaba bailando el Vogue? No hay huevos.
Disciplina, eso es lo que necesita este país, y no hay gente más disciplinada que los bailarines. Imagínate que al final todo se arreglase con unos cuantos pliés y nosotros venga darle vueltas a la dichosa prima de riesgo.
¿Os acordáis de Debbie, la profesora de Fama, aquella que decía «la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar»? Estoy segura que la pobre Terelu la habrá tenido en sus oraciones estos días. Yo me acuerdo de ella todas las mañanas justo cuando suena el despertador. Creo que Debbie maldijo a toda una generación, incluso a los que no buscamos la fama. A todos, menos a ella: a esa súper hembra, artista y empresaria.
Cuando mi querida amiga y maestra de baile, Amor Corbalán, nos anunció una coreografía sobre Madonna me pregunté ¿Pero cual de ellas? Las chicas, todas las chicas, sufrimos su síndrome. La todopoderosa Madonna Louise Veronica Ciccone ha jugado con su identidad, como nosotras. Ha sido ambición rubia: sexy y explosiva; ha sido Morgana gótica en 'Frozen'; domadora con cueros y geisha sometida; ha sido Evita y country-girl en 'American Pie'; la hemos visto con brillos setenteros en 'Music', con mallas ochentenas en 'Confessions on the dance floor'; ha sido rosa de Inglaterra y estrella porno. Ha sido madre amantísima que hasta escribía cuentos infantiles. ¡Madonna, para ya, por favor!
A ella, como a nosotras, se le va la pinza y, en un intento de ser todo lo que la sociedad nos demanda, se nos olvida quiénes somos en realidad. Nosotras, coroneles de acero que no nos toleramos un fallo ¿Quiénes somos? Somos Madonna: ansiamos la perfección, la belleza, nos aburre lo establecido, encontramos oro bajo las piedras, convertimos a sapos en príncipes. Es verdad, no tenemos abuela. Como cantaba Chaka Khan: 'I'm every woman' y no es imposible. Eso sí: siempre, siempre, más buenas que ayer, pero menos que mañana, faltaría más.

sábado, diciembre 10, 2011

Caperucita ninja mata a Blancanieves


Decía el maestro de periodistas Richard Kapuscinski, que él no tenía una vocación, que tenía una misión. Por eso cuando políticos y población civil juegan con nuestro derecho a opinar, e incluso con nuestro derecho a preguntar, me cuestiono si ésta es, de verdad de la buena, una sociedad democrática.
El otro día una tuitera criticaba a una comunicadora de gran prestigio porque emitía su opinión, al igual que hacen otros caballeros de las ondas. Pero, ah, ella no debía. Por dos razones. Primera: decía algo que no le gustaba. Segunda: era mujer y sin paranoias afirmo aquí y ahora que ser mujer y no ajustarse al estereotipo - es decir, ser independiente y no tener pelos en la lengua- se paga muy caro. Nosotras hemos de ser Blancanieves o Cenicientas, dormidas en nuestro estercolero decrépito a la espera de que un príncipe nos rescate. La que se sale del tiesto, colleja.
Hace poco una entrevistadora relamida de la ABC Channel le recriminaba a la Streisand su perfeccionismo. Ella le contestó: si fuera un hombre, sería una cualidad maravillosa, pero como no, soy un 'pain in the ass'. Dicho en machista paladino: un auténtico coñazo. En 'El color púrpura' el maltratador de la protagonista le escupía su desgracia a la cara: «Eres pobre, eres negra, eres mujer y eres fea. No eres nada». Así eran las cosas y no podemos permitir dar un paso atrás. Prefiero ser caperucita Ninja a Blancanieves -qué pava la pobre, todo el día roncando- e impedir que el poder y la ignorancia atrevida nos cierren la boca ¿Por qué no tengo derecho a opinar cuando todo el mundo lo hace? El periodista con más motivo. Está entrenado para seleccionar, cortar y pegar fragmentos de realidad. Tiene el olfato más entrenado que cualquier escritor superventas para saber qué ruge en las calles.
Esta caperucita Ninja no se callará ni bajo el agua. Ojo, opinar conlleva sus riesgos. Porque podría escribir sobre chorradas y prefiero mojarme y tocarle las pelotas a quien corresponda. Porque sepan que es así. Esto molesta pero ¿Por qué iba a ser menos chula yo que Pérez Reverte?
Manuel Vicent describió el columnismo como una mezcla de terrorismo y lirismo. El peculiar Umbral decía que el artículo «era la flecha rápida que se dispara al aire». Esto es acción, es diálogo y debate. Sin mesianismos, he de aprovechar este privilegio y que el arma de la palabra rompa los muros del sectarismo, venga de donde venga.
Prefiero ser mariposa del aire y dudar y escuchar que encerrarme en el sepulcro de las certezas. Desde mi imperfección, cumplo una regla básica para escribir esto, aquí y ahora: intento ser buena gente y el maestro de periodistas, Kapuscinski afirmaba que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos: «Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias». En ello estamos.

domingo, diciembre 04, 2011

Joana Bonet, un manjar


La imagen es de Gea Photowords

Joana posee una rara belleza. De cerca es más perceptible. Transmite armonía, contención...La reflexión en todos sus escritos. Recuerdo artículos memorables de Joana. Toma palabras sencillas del vocabulario y las convierte en trascendentes. Sin pretensión de nada. Su estilo es natural. A veces casual pero siempre impregnado de cierta esencia. De un algo elegante, fresco, clásico, con frases que podrían leerse veinte años después y mantendrían su pleno sentido.
Pero lo que admiro de ella, más que su gran hacer como directora de Marie Claire, como escritora de precisión, de fina y sofisticada puntería, es su humanidad. Su empatía. Ella cumple a rajatabla la norma de Kapuscinsky, esa que aseguraba que para ser buen periodista hay que ser, primero, buena persona, sensible a las necesidades, anhelos, problemas de los otros. Que ya nunca serán ajenos, que serán un poco propios. Ese sentido de la responsabilidad desconozco si procede de sus orígenes, de su afán incansable, pero se nota en las páginas de Marie Claire. Es una revista distinta. No es sólo moda. 
Joana escribe en su blog y es, también,  columnista. Con diplomacia asienta verdades que puede resultar incómodas. Pero hay que escribirlas, hay que ponerlas negro sobre blanco. Suele dar en la clave de un modo tan prístino que podría retirar a todas las noctámbulas de las cartas del tarot. Pero no hay bola de cristal. Hay un ser y un estar sobre el mundo. Eso es todo. A mi me lo ha demostrado personalmente, pero lo vemos quienes la seguimos de cerca, incluso no siempre tan personalmente.
Joana te admiro y te quiero. Esta profesión nuestra tan maltrecha necesita mujeres como tú. Incluso hombres como tú. Palabras que son manjar. Palabras que son fundamentales como aquella palabra que dio origen a las cosas, al mundo.



El blog de Joana Bonet se titula Cuatro Letras

domingo, noviembre 20, 2011

Julia Otero, not for sale




Recuerdo la primera vez que alguien me habló de Julia Otero. Fueron mis hermanos. Yo estudiaba en Madrid, no veía la tele en absoluto y en uno de mis  "regreso al hogar", Pedro me insistió: "Tienes que ver esto". Era el 3x4. Julia nos embobó a todos con su pelo pincho, su rapidez, su desparpajo, su gracia. Después la vimos realizar entrevistas magistrales en La Luna. Y era tan joven. Tan joven y tan experta. Paul MacArtney, Pertegaz, Guerra, Paloma Picasso. Julia era y es una gran entrevistadora. Ha demostrado con creces que para ella entrevistar es respirar y transpirar. Era una televisión mimada al detalle. Luego vino la Ronda y después volvía a la radio en 1991. Y ahí la voz de Julia, su encanto, su tenacidad, su temple, su terquedad, su pluralismo, su generosidad, su frescura, su estilo tan moderno,  me atraparon para siempre. Era el tiempo de las sintonías de Kenny G, cuando casi nadie sabía quien era, sólo mi amigo Juanillo, y cuando La radio de Julia era por la noche. Después pasó a las tardes. Iba de mis clases de idiomas, a las de baile, a mis citas con amigos por Madrid con mis walkman y Julia, siempre Julia. Sus risas incontenibles con Académica Palanca, las broncas a los gabineteros porque  "aquello parecía un gallinero". Otra vez, su gran estilo, su altura comunicadora y su cercanía. Qué difícil llegar a ambos extremos.
Julia es muy grande, sólo ella ha conseguido más de medio millón de oyentes en la tarde y dos millones en la tele y, a un tiempo, es muy cercana. Al menos para mi siempre lo ha sido. Los seis meses que estuve en Puerto Rico apenas extrañé España, salvo por el programa de Julia (allí yo realizaba mi propio programita y en el viejo San Juan abría la boca y todos me decían "Ah, tu ereh la ehpañola de Radio Universidad"). Ya existía radio por Internet  pero no tenía computadora, sólo una vieja y eléctrica máquina de escribir que pesaba una tonelada.
Recuerdo aquel fatídico día que sus más de 500 mil oyentes nos quedamos huérfanos. Lo que le hicieron a Julia, a nosotros, fue una canallada. Todos sabemos de donde salió. Los nombres de Aznar y César Alierta se unieron para hacer esto tan vil, tan feo. Lo recuerdo como si fuera ayer. En la radio estaba aquel tipo que sólo habla de música.
Hubo una época de silencio. Ella siguió haciendo tele en Cataluña. Pude ver algunas "Columnas", pudimos leer algunas columnas, de las otras, en El País. Julia, aparte de su oralidad magnífica también escribe muy bien. Es casi perfecta en todo la muy puñetera, qué se le va hacer; llegó la época de Punto Radio, volvió
a la tele con "Las cerezas" y por fin regresó a Onda Cero.
El hecho de reecontrarme con ella por Twitter ha sido una de las pocas alegrías de este 2011, de grandes ilusiones, de preciosos momentos, pero tan duro, por dios. A veces nos escribimos. A veces nos hacemos guiños. Qué honor. Porque ella es honorable. Una mujer admirable, supertrabajadora. Siempre al pie del cañón, en la trinchera. Abierta a los comentarios de sus oyentes a quienes quiere y respeta. Diría incluso que tiene una historia de amor con ellos, con todos nosotros, que es recíproca. Que nadie me la critique porque puedo asestarle una descomunal colleja.  Tiene todo el derecho del mundo a ser parcial, a mostrar sus opiniones. Todos los comunicadores lo hacen de un modo u otro pero ella va de frente, es irremediablemente directa y eso todavía no lo digieren determinados sectores de esta nuestra sociedad democrática. Y menos en una mujer. Mujer tenías que ser, Julia Otero. Pero no una, sino muchas, como cantaba Chaka Khan en esa canción que tanto te gusta "I'm every woman".

La única pega que tengo contigo, Julia, es que te admiro tanto que me impones una barbaridad. Cuando alguna vez participé en tus programas (en aquello de las tribus) me sentía algo estúpida. Me pasa siempre cuando conozco a alguien que he admirado tanto y tan largo. Me cuesta romper la barrera del fan,en el fondo, una fan muy tímida aunque parezca que me como el mundo.
Algo habrá que hacer ¿verdad? Quizá, algún día, nos tomemos una caña en algún sitio o nos vayamos de fiesta, a bailar (nada de entregas de premios ni cosas por el estilo) una fiesta sin metas. Después de tanto correr, corredora de fondo como eres, algo de juerga no te vendría mal. Así, sin objetivos. No me da pudor el escribirlo y el decirlo: que te quiero mucho, Julia; que eres muy grande como comunicadora. Como persona, aún más y que tenía que escribir esto en mi blog.Te escucho.

lunes, noviembre 14, 2011

María Dueñas, reina tsunami


María en su casa de Cartagena. La foto es de AR


María es sobria, elegante. Vende un millón de libros en España con su primera novela y ni se despeina. Ella es así. Prefiere pasar desapercibida, prefiere su casa, sus amigos de siempre. Su orden. Es meticulosa, su vida baila en un pentagrama exacto, preciso, muy, muy bonito. Lo tiene todo bajo control y así es. Después se escapa, se escapa siempre y me pregunto desde cuando María se aficionó a la ficción y a dejar de ser ella para transformarse en otros muchos personajes.
A la María racional y protectora es imposible no quererla. Esa amiga que coge las llaves de tu coche y te lleva a su casa a dormir para que no te mates porque estás que te caes. Esa amiga que busca un hueco para las citas que ella considera importantes, las cercanas, las auténticas. Esa María, madraza por encima de todo.
A María no le gustan las tonterías. Lo sé. Ya se ha acostumbrado a escuchar tantas loas que por un oído le entran y por otro le salen, salvo cuando sabe, y ella lo sabe, que alguien le confiesa su admiración con sinceridad.
María hace café a sus amigas de urbanización. Café y tostadas. Esa María es la que quiero tanto. Me enternece verla con su maleta de acá para allá. Me hace feliz verla recibir premios, todos merecidos, porque no hay una coma mal puesta en "El tiempo entre costuras". María que escucha, que es prudente, afectuosa con los que quiere, que es sabia y que, sin despeinarse, sabe siempre estar en su sitio. María para mi es una reina, y no porque haya vendido un millón de libros y porque su novela está ya en los escaparates de Manhattan, sino porque siempre fue así y el gran éxito no la ha cambiado. 
Estoy segura que cuando salga su segundo trabajo, volverá a triunfar. Sin despeinarse, sin aspavientos. No los necesita aunque bajo esa calma ¿Quien sabe lo que se esconde? Ya sabes lo que pensaba Hichtcock de las frías rubias. Tú eres morena y cálida, elegante y sobria en la superficie. Un tsunami con tacto de seda, me digo. María, mira que eres misteriosa. Cualquier día de estos, te convierto en personaje.

domingo, octubre 23, 2011

Nativel Preciado "Nadie pudo con ellos"


Nativel Preciado gran amiga, gran periodista

Nativel acaba de publicar un libro que he de recomendarles. Se titula "Nadie pudo con ellos", no lo hago por simpatía, ya saben que las Gracia somos brutalmente sinceras y, a fuerza de perder amigos, he aprendido a morderme la lengua (las verdades brutales, me parece, no le gustan a nadie) pero en este caso no pueden quedar en el silencio las sensaciones, imágenes, los olores que percibí con el nuevo libro de Nativel Preciado, que todos los políticos deberían leer. Los cachorros de la política mucho más porque no hay nada peor que un cachorro adoctrinado sin capacidad de discernimiento, autocrítica o juicio propio.
Hay imágenes entrañables en "Nadie pudo con ellos" como la de Josefina Samper levantándose a las tres de la mañana para preparar una olla de comida para los presos de Franco en Carabanchel. Entre esos presos, por supuesto, estaba su marido, el insobornable y valeroso Marcelino Camacho. Se le han hecho tantos homenajes a políticos de la transición, a "personajes" que lo merecían mucho menos que él y que, bajo mi punto de vista,  ingenuo y desconocedor de la absoluta verdad de aquellos años, no contaron con su valor, su capacidad de sacrificio y su humildad que ya era hora ¿verdad Nativel?. Mientras otros se marchaban al exilio él se quedó y luchó por los derechos de los trabajadores y de los españoles oprimidos.

Nativel ha hecho justicia con este libro, consigue lo que muy pocos grandes literatos logran: escuchamos las voces de los protagonistas, sin dejar de escuchar su voz propia, prístina, diáfana. Recuerdo que me contó lo que dijo un día Iñaki Gabilondo de su estilo: escribe sobre el cristal (más o menos, escribo de memoria). No podría definirlo mejor.

Tengo la teoría de que los escritores narran según la cara que tienen. Lo sé, es una idea alocada, quizá absurda. Pero no, la experiencia me lo demuestra una y otra vez. Nativel es así, como este libro. Tiene la humildad necesaria para eliminar con limpieza de cirujano todos los efectos especiales posibles que cabrían en un relato como este: no hay nostalgia, no hay sentimentalismo, no hay metáforas baratas. Hay una realidad que palpita. Hay dolor, hay repulsa contra las injusticias cometidas y hay una gran generosidad hacia sus lectores.

Pero no se engañen, detrás de la generosidad y bondad de Nativel, se esconde una gran, gran seductora. A su manera, con su suavidad indiscutible, se encuentra una periodista de raza, una escritora de raza que te agarra por la solapas en cuanto te descuidas y te "obliga" a leerte sus libros de tirón. A mi me ha pasado con todos y cada uno de ellos. Recuerdo esa sobrecogedora experiencia la primera vez que cayó en mis manos "El egoísta", finalista del premio Planeta.

Nativel consigue que parezca sencillo escribir como ella lo hace. Y no lo es. En absoluto. Consigue lo que sólo logran los virtuosos: tocan, bailan pintan como si respirasen. Ella escribe como si respirase, sin esfuerzo (aparentemente) con una brutal naturalidad.
Nativel ha conseguido el objetivo marcado en su prólogo: "Hagamos memoria, a ser posible, sin manipulaciones interesadas o recuerdos alterados por el paso del tiempo". Lo ha conseguido.