Hay multitud de datos que nos pueden ofrecer una imagen nítida de quien es Ana Mª Matute. Podríamos explicar que tiene 14 novelas y siete libros de relatos e infantiles. Que escribió su primera novela con 17 años (aunque no se publicó hasta que ella superó la veintena) que ha sido semifinalista, ganadora y mencionada en el premio Nadal.
Lo primero con “Las luciérnagas”; lo segundo con una impresionante “Primera memoria”. La mención vino con “Los Abel” en 1947.
Ha sido Premio Café Gijón con “Fiesta al Noroeste”; Premio Planeta con “Pequeño Teatro”, Premio de la Crítica con “Los hijos muertos”, obra que también fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1959; Premio Fastenrath de la Real Academia Española con “Los soldados lloran de noche”, Premio Lazarillo de literatura infantil por “El polizón de Ulises”; Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1965 por “ Sólo un pie descalzo”.
Estuvo nominada al Premio Nobel de Literatura, fue finalista del premio Andersen. Se dice que no ganó porque sus obras llegaron en Castellano. Desde 1996 ingresa en la Real Academia Española de la Lengua. En el año 98 lee su discurso, ocupa el asiento K, que anteriormente pertenecía a Carmen Conde, siendo la tercera mujer que accede a la Academia en 300 años.
Es miembro honorario de la Hispanic Society of America y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese. Hay un premio literario que lleva su nombre. Hay un fondo literario en la Universidad de Boston que lleva su nombre. Y Sus libros han sido traducidos a 23 idiomas.
Esta fotografía quedaría desvaída, nebulosa, si nos olvidamos de su mundo de fantasía, presente en una de sus obras más aclamadas y leídas como es “Olvidado Rey Gudú”.
Si se nos escapa Ana María como contadora de historias y como vividora de esas experiencias –de la sutil magia que se encuentra en nuestra cotidianidad— estaremos dando una imagen tergiversada de su persona.
Y aunque el motivo de este encuentro no tiene la finalidad de retratar ni retratarnos, tan sólo el de pasar un buen rato, sí que quería trasladarles a esa Ana María, siempre niña, y traidora cuando no se siente como tal –que vive tan intensamente en el mundo de las palabras, en esa realidad al otro lado del espejo— que incluso duda de la validez de la cotidianidad frente al mundo de los sueños y la fantasía.
Dice Ana María que la fantasía y la imaginación en la literatura son para ella algo tan vital como el comer y el dormir. Opuesta a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, la que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.
No les digo nada: Para Ana María, la fantasía no es un error. Es la vida la que se equivoca aunque, eso sí, una equivocación maravillosa
Con todos, Ustedes Ana Mª Matute
(Leído en la Biblioteca Salvador García Aguilar en abril de 2006, en la primera edición de “Escritores en su tinta”)