Por los clavos de Cristo. Y que me perdone Cristo. O sea, que nuestra Región estará aún más lejos de Madrid, de Barcelona, del Norte, del Sur. Añadimos a nuestra incomunicación, otra más. Imagino que esta es una estrategia para poner todavía más multas y recaudar y recaudar antes de que se celebren las elecciones generales. A este sin vivir de nuestros días -- con la peor crisis económica de la historia de la democracia española-- a este sufrir diario de incertidumbres, de rebajas de sueldos y subida de los precios generalizada, hemos de añadir una losa más a la incomunicación que padece esta pequeña comunidad autónoma, uniprovincial pero peleona. Y menos mal que somos peleones, porque es fácil meterse con nosotros. Muy fácil. En los informativos se acuerdan poco de nuestras apuestas culturales y nos recuerdan todos los días a nuestros psicópatas, como si sólo vivieran aquí. Qué estigma. Imposible sacudírselo, oye. Nadie lo ha conseguido todavía. Ningún director de comunicación, ninguna institución. Sólo salimos en los papeles cuando hay hostias, con perdón. Y ahora encima esto. Esta ignominia de tener que circular por las autovías a una velocidad absurda y ridícula. En Francia, la autovía es para ir a 130 kilómetros por hora, una cosa razonable. Últimamente me ha tocado viajar. Y lo siento, prefiero ir en mi coche. Llego al punto de destino, no tengo que cargar con equipajes, no tengo que estresarme por la hora de salida del tren y, sobre todo, no he de viajar en los cada vez más incómodos ferrocarriles y añadir al coste de mi billete el de un taxi que me transporte en la ciudad de destino y en la de origen. Los trenes que cuando los he cogido en los últimos años van llenos a rebosar, que rezuman suciedad y antigüedad y que son incómodos, a no ser que vayas en preferente. Pero intenten viajar de Murcia a Andalucía. Casi como si quisieras irte al Tíbet.
sábado, febrero 26, 2011
110 Kilómetros por hora
Por los clavos de Cristo. Y que me perdone Cristo. O sea, que nuestra Región estará aún más lejos de Madrid, de Barcelona, del Norte, del Sur. Añadimos a nuestra incomunicación, otra más. Imagino que esta es una estrategia para poner todavía más multas y recaudar y recaudar antes de que se celebren las elecciones generales. A este sin vivir de nuestros días -- con la peor crisis económica de la historia de la democracia española-- a este sufrir diario de incertidumbres, de rebajas de sueldos y subida de los precios generalizada, hemos de añadir una losa más a la incomunicación que padece esta pequeña comunidad autónoma, uniprovincial pero peleona. Y menos mal que somos peleones, porque es fácil meterse con nosotros. Muy fácil. En los informativos se acuerdan poco de nuestras apuestas culturales y nos recuerdan todos los días a nuestros psicópatas, como si sólo vivieran aquí. Qué estigma. Imposible sacudírselo, oye. Nadie lo ha conseguido todavía. Ningún director de comunicación, ninguna institución. Sólo salimos en los papeles cuando hay hostias, con perdón. Y ahora encima esto. Esta ignominia de tener que circular por las autovías a una velocidad absurda y ridícula. En Francia, la autovía es para ir a 130 kilómetros por hora, una cosa razonable. Últimamente me ha tocado viajar. Y lo siento, prefiero ir en mi coche. Llego al punto de destino, no tengo que cargar con equipajes, no tengo que estresarme por la hora de salida del tren y, sobre todo, no he de viajar en los cada vez más incómodos ferrocarriles y añadir al coste de mi billete el de un taxi que me transporte en la ciudad de destino y en la de origen. Los trenes que cuando los he cogido en los últimos años van llenos a rebosar, que rezuman suciedad y antigüedad y que son incómodos, a no ser que vayas en preferente. Pero intenten viajar de Murcia a Andalucía. Casi como si quisieras irte al Tíbet.
jueves, febrero 24, 2011
Cosas raras IV
Borges decía que el tiempo es circular y creo que tiene razón. De mis seis meses en el paraíso a la conversación en mi coche con Vila-Matas han pasado 17 años nada menos. Y cierro el círculo. Antes me sucedían cosas sensacionales, como encontrarme con Sigourney Weaver por una avenida vacía cerca de Columbia University con un frío que pelaba; bailar en un musical de Londres (sacaban a bailar al público), o encontrarme con mi compositor favorito por una calle de Madrid una tarde muy especial. Una tarde de brisa mágica, de summer wind. Ahora no. Nada de eventos sensacionales. Aunque vivo en un microcosmos, como en Puerto Rico. Y toda mi vida parece una fantasía una animada. En apariencia mi vida es mágica y maravillosa pero es un espejismo. Un microcosmos de pequeñas labores que alumbran esta oscuridad. Y sí, puede ser sensacional, aunque no impactante el hecho de trabajar como una fantasma en proyectos fantasmales. Porque nunca cuajan. En vivir rodeada de una aureola “chic” y cobrar una miseria por hacer un programa. O hacer mil cosas que me solicitan y que nadie cobra. Y porqué las iba a querer cobrar yo también, habráse visto, qué codiciosa soy.
Pero no quiero parecer aquí una impostora. En mi fuero interno, ese que es inviolable, insobornable e inasequible al desaliento (por más que parezca lo contrario, a tenor de estas pobres palabras) ese personal-branding existía antes incluso que yo misma. Antes que existiese esa terminología tan moderna. Tener un poderoso personal-branding es una ventaja para muchas cosas pero una enorme desventaja para casi todas las demás, sobre todo aquellas relacionadas con el mundo laboral, donde tanto sello personal está mal visto por los jefes, que imponen su sello y que para eso son jefes; o por las grandes empresas, que para eso arriesgaron su capital un día, para que su marca sea poderosa y no tú, claro. Es lógico. Pero que me pierdo y no quiero, porque me he propuesto, por más que algún lector muera asfixiado por este rollo enfermizo, terminar mi novela. Y si algún lector muere abotargado entre estas letras, son males menores. En la guerra lo llaman daños colaterales y en el amor, en la literatura y en la guerra, todo vale.
lunes, febrero 21, 2011
Arco y Cibeles: el juego del genio
viernes, febrero 18, 2011
Cosas raras III
A mi me daba igual todo aquello porque cada día estaba en el paraíso. Ese campus que olía a melaza, a dulce. El coquí rompía el silencio de las aulas en plena clase. En ocasiones, eran cortinas de agua, la lluvia tropical, a partir del mes de marzo, la que añadía una banda sonora original a cada lección. Las risas y el vigor de los muchachos y muchachas de la UPI retumbaba en los grandes pasillos de aquellos regios edificios. Algunos de ladrillo rojo. Un campus realmente hermoso, donde vivieron José Ramón Jiménez, mi amado Varguitas, y en esos días gloriosos de cielos azules --de verde mar, de verdes campos, de selvas salvajes y juventud-- yo misma. Ahí estaba, viviendo una auténtica película.
Comenzaba la mañana nadando con mi amiga Lisa. Después, clases, trabajo en Radio Universidad, donde inventé una agenda cultural que mezclaba el sentido del humor, las bromas, música de todas las épocas y los efectos de sonido. Y todos trabajábamos en hacer un magno espacio diario. El técnico y Susana, una increíble fotógrafa y artista, que pronto se unió e hizo tanto suya como mía la agenda cultural. En el viejo San Juan me reconocían por la voz. Era la española de Radio Universidad
Y era hermoso lo que hacíamos. Todo ello.
martes, febrero 15, 2011
Nuevas Tendencias de la Redacción Periodística
Arthur Sulzberger, jr. New York Times. Creador de la idea Cerebral Cortex Edition
Sir Kin Robinson
Simon Sinek
Cosas raras, II
sábado, febrero 12, 2011
POR SAN VALENTÍN, FIRMA DE TANTO AMOR EN SAN NONO
Algunos creen que es una fiesta cristianizada del paganismo, ya que en la antigua Roma se realizaba la adoración al dios del amor, cuyo nombre griego era Eros y a quien los romanos llamaban Cupido. En esta celebración se pedían los favores del dios a través de regalos u ofrendas para conseguir así encontrar al enamorado ideal.
También, y hace muchos siglos, fue tradicional en Inglaterra la "fiesta de los valentinus", donde se elegían a hombres y a mujeres para que formaran pareja. Muchas de estas parejas se convertían en marido y mujer y conseguían la felicidad de pareja que se espera encontrar y consolidar el Día de San Valentín.
Otras fuentes centran el origen de la historia de San Valentín en la Roma del siglo III, época en la que el cristianismo era perseguido. En este periodo también se prohibía el matrimonio entre los soldados ya que se creía que los hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres casados porque no estaban emocionalmente ligados a sus familias.
Es en estas circunstancias cuando surge la figura de San Valentín, un sacerdote cristiano que ante tal injusticia decide casar a las parejas bajo el ritual cristiano a escondidas de los ojos romanos.
Valentín adquiere por proteger a los enamorados y auspiciar bodas secretas gran prestigio en toda la ciudad y es llamado por el emperador Claudio II para conocerle. El sacerdote aprovecha aquella visita para hacer propaganda de la religión cristiana y convencer al emperador para que siga los pasos de Jesús. Aunque en un principio Claudio II se sintió atraído por aquella religión que los mismos romanos perseguían, los soldados y el propio Gobernador de Roma le obligaron a desistir y organizaron una campaña en contra de Valentín. El emperador romano cambió de opinión y ordenó al gobernador de Roma que procesara al sacerdote.
La misión de condenar al sacerdote la tuvo que llevar acabo el lugarteniente, Asterius. Éste, cuando estuvo delante del sacerdote, se burló de la religión cristiana y quiso poner a prueba a Valentín. Le preguntó si sería capaz de devolver la vista a una de sus hijas que era ciega de nacimiento. El sacerdote aceptó y en nombre del Señor obró el milagro. El lugarteniente y toda su familia se convirtieron al cristianismo pero no pudieron librar a Valentín de su martirio. San Valentín fue ejecutado un 14 de febrero
miércoles, febrero 09, 2011
Capítulo I "Cosas raras"
Vila-Matas me miró de reojo mientras conducía, cambiando su habitual rictus por una media sonrisa socarrona. Incluso me pareció detectar un brillo algo malévolo en sus ojos. Me dijo: Quizá no te pasan cosas raras porque tú has cambiado. Eso podría ser el comienzo de una nueva novela. Plantearte una novela sobre esa idea de que ya no te ocurren cosas fuera de lo común.
domingo, febrero 06, 2011
"Tanto amor", visto por Joana Bonet
En la presentación de Madrid acompañada por mujeres increíbles y maravillosas a las que admiro y quiero mucho: (De izquierda a derecha) Nativel Preciado, Joana Bonet, María Dueñas, Ana Mª Tomás y la menda. Total, ná....cuanto talento en tan poco espacio.
Una de las principales virtudes de “Tanto amor” de Lola Gracia es, en mi opinión, la interesante mezcla de realidad y fantasía, auténtico eje de coordenadas en el que se inscriben muchos de los textos que componen el libro que propone. En él lo cotidiano y lo maravilloso, como sucediera en el realismo mágico de los García Márquez, Cortázar, Onetti o Carpentier pusieran de moda allá por los años sesenta, no son sino las dos caras de una misma moneda. Y como sucediera con ellas, no se trata de un rasgo estilístico más, de una herramienta literaria, sin de una actitud ante la vida, una forma de mirar (y narrar) . Una actitud forjada con curiosidad, que cristaliza en un punto de vista muy personal. Así, a lo largo de sus páginas, establece un juego de complicidades con el lector ciertamente estimulante (que triunfa sobre el esfuerzo que este debe hacer— por encima de referencias y referentes, imaginarios y gustos particulares de los que hablaremos un poco más adelante— para entrar de lleno en el libro). Y arma fundamental para esto es la utilización de la ironía, un concepto resbaladizo que, en este caso, tiene que ver con un inteligente distanciamiento antinarciso.
Desde hace unos años se viene confundiendo, erróneamente, la intertextualidad, entendida en sentido amplio como “el conjunto de relaciones que acercan un texto determinado a otros textos de diversa procedencia: del mismo autor o, más conmúnmente, de otros; contemporáneos o de épocas anteriores; mediante una referencia explícita (literal, alusiva, o “secreta”) o la apelación de un género, a un arquetipo textual o a una fórmula anónima, con la fecunda tendencia, tan de nuestros días, del copy-paste. Nada más lejos de la realidad. “Todo texto es la absorción o transformación de otro texto”, razonaba Julia Kristeva allá por 1967, en la época en la que acuñó el concepto. Y Borges, en el mismo sentido, afirmaba en su “Libro de arena” que “ya no quedan más que citas”. La lengua es un sistema de citas”. Es cierto que la literatura se ha nutrido siempre de modelos y fuentes, pero ha sido en la posmodernidad, a la que pertenecemos tanto lectores como escritores —aunque Lipovesky haya firmado el acta de defunción de ella a favor de su hipermodernidad— en la que la intertextualidad ha alcanzado su verdadero sentido. “Tanto amor” de Lola Gracia se construye precisamente sobre ella, en un diálogo abierto con poetas, cantantes de jazz, ciudades, estrellas de cine, personajes de ficción, celebrities y un largo etcétera.
Desde la inicial –y libre— Rosa de Rilke hasta los diseñadores de moda de cabecera de “La niña Conchita”, Carolina Herrera y Óscar de la Renta, pasando por la voz de Sinatra que entona “look at me, I’m a helpless as a kitten up a tree” (mírame, estoy tan indefenso como un gatito que se ha subido a un árbol) los versos de Ungaretti, las cariátides de vacaciones o el encuentro de Sean Connery y Ursula Andress en aquella playa. Pero Lola Gracia va más allá. Si atendemos a la estructura del libro, ésta nos devuelve a la posmodernidad: novelas cortas, nouvelles, si aceptamos el galicismo; relatos breves que llegan incluso al microrrelato; versos y citas se dan la mano en un índice tan poco convencional como sugerente, dos virtudes que no abundan en nuestros días.
viernes, febrero 04, 2011
Past/Present
El suelo de Los Ángeles
rebosa
de huesos gloriosos,
polvos gloriosos,
quizá enamorados.
L.A. empantanado
de soledad y
abrumador desconcierto.
Es un cementerio gigante,
un camping de
fantasmas que
se recuestan
en las
gráciles palmeras,
entre Olive y La Brea.
En la cutrez
de las esquinas de Vine,
antaño tan creativas
y gloriosas.
A la sombra de
Capitol Records,
mendigos.
A la sombra del
Beverly Hills Hotel,
profesores de tenis
que esperan el bus
para bajar al centro.
Vemos que L.A
es un cementerio gigante
en la huella fósil
de las estrellas
fugaces.
Manos y cemento.
Memento mori,
semen que
se llevó el viento.
El Chinese Theatre,
exhibe asfalto
de señales, huellas y flores,
como lápidas y cenotafios
de lo insabile.
Ni Rita, ni Tyron,
ni tan siquiera
Clooney serán ya lo que
eran.
En L.A hay niñas que mueren
en La bañera
al mezclar
barbitúricos y pena.
El suelo de L.A.
rebosa de
asfalto tembloroso.
Luces brillantes
y oscuridad
de diamantes.
Baches, calles
ocres descampados
turistas,
perdidos
curiosos y colgados.
El suelo de L.A
apenas si recuerda
su épica y su leyenda.
No pregunten a un
empleado del Chateau
Marmont por
Greta Garbo.
Ni en qué habitación
Billy Wilder
habitó cuatro años
en un cuarto de baño.
Indigente y superviviente
gracias a la sopa
en lata.
y latas de sueños.
Y genio, y talento.
El suelo de Los
Ángeles parece
Un suelo muerto.