Estos días en Madrid caen copitos al sol. Las mujeres (pero muchas, muchas, muchas) llevan bolsas con bolsos de Salvador Bachiller. Hay vacas de colorines. Una exposición itinerante. Y otra sobre La Copla en La Biblioteca Nacional. Por lo demás, Casa de América sigue tan bella. Las calles Hermosilla, Blanca de Navarra y alrededores con esas tiendas divinas de la muerte de mírame y no me toques, salvo las de abalorios. Una nueva modalidad por doquier. Hágaselo usted mismo. Bolitas de cerámica brillantes, blondas, cueros, cuentas. Eso he visto en Madrid. Y he descubierto a una gran escritora y oradora que se llama Consuelo Triviño (Alfaqueque) y a un José María Merino encantador, pese a su adusta expresión. Madrid, Madrid. Restuarentes de comida fusión. Garitos imponentes con obras de arte "Alegoría". Y Mari Chus. La bailarina, pianista e impenitente amiga. Y un algo de melancolía. Que no es el Madrid de mis años mozos. Ni falta que hace.
sábado, febrero 07, 2009
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5 comentarios:
Creo que al final las vacas y la nieve, acabaron juntas, en mal estado
Me encanta la descripción que has hecho. Dan ganas de dejarlo todo y viajar hasta allí. La foto, es preciosa.
Un beso.
Soledad.
...porque todo tiempo pasado siempre fue peor.
madrid es mucho madrid, tiene una gran capacidad de superar a sus alcaldes.
Madrid siempre sorprendente, diferente, cambiante y hermosa.
Un saludo
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