miércoles, julio 08, 2015

El pipí de Águeda








Lo recuerdo como si me hubiera sucedido ayer pero fue hace más de 20 años. Yo iba paseando por Príncipe de Vergara hacia El Retiro. A veces, llegaba hasta allí y luego trotaba por el enorme parque a grandes zancadas. Y notaba como se congelaban las nalgas bajo mi ligera malla deportiva en el frío atardecer madrileño.

No serían más de las seis de la tarde. Junto a mi pasó una señora vestida de negro de cabeza a pies. Una de estas gordas enlutadas que suelen asociarse a la raza calé pero yo no sabría decir si esta mujer era gitana o paya o mediopensionista. Podría haber salido de un huevo de matriuskas. Lo mismo daba. Sólo sé que iba unos pasos por delante, puesto que yo andaba demasiado distraída con los escaparates de las tiendas de alimentación madrileñas. Esas tiendas donde yo jamás compraría nada pero que me encantaba mirar con un placer inusual.

En determinado momento casi consigo alcanzarla pero preferí concederle cierta distancia. Como si en el fondo de mi supiera que iba a presenciar algo extraordinario. Sin grandes aspavientos, aquel bulto negro flexionó ligeramente las piernas (es un suponer, una ironía dramática porque, como pueden imaginar, aquella falda tipo mesa de camilla me ocultaba todo). Veo como la falda roza el suelo, como se detiene brevemente y vuelve a estirar las piernas después para proseguir con su camino. Entre ellas deja un charquito de pis que vino a humedecer las aceras de aquella calle tan principal. No eres nada, Príncipe de Vergara, cualquiera se te mea encima, pensé para mis adentros.

Me quedé estupefacta, sin saber qué decir. Sólo me invadía una sensación de sorda violencia. Adelanté a la señora y la miré, me devolvió la mirada, tan  pancha. Yo por mi parte comencé a dar las zancadas cada vez más grandes. A pesar del pasmo, mi mente no dejaba de hacerse preguntas:  ¿Llevaba bragas? ¿O quizá  el refajo escondía un sofisticado sistema de autolimpieza? ¿Tendría familia? ¿mear en plena vía sin esconderse de nadie era una costumbre ancestral? ¿Por eso lo de las faldas negras?

La foto de Águeda Bañón, actual directora de Comunicación del Ayuntamiento de Barcelona y compañera de fatigas políticas de Ada Colau, no me parece nada del otro jueves. Yo ya estoy curada de espanto, además todo tiene su explicación: esas fotos pertenecen a un blog que la propia Águeda gestionaba y que defendía el porno feminista (2003-2007), también conocido como el postporno.
Águeda es de origen murciano y esa foto parece estar tomada horas antes o después de uno de los grandes desfiles que acaecen en nuestra ciudad en primavera. Son días donde no sólo se mea en la calle, sino que unos señores ataviados con brillos y cubata en mano tocan tetas y culos, con la excusa de regalarte un pito.


Que conste que la foto no me gusta, aunque hay que reconocerle el mérito de no dejar indiferente a nadie y parece más que estudiada. Se nota que Águeda hizo Bellas Artes. Que conste que la escatología en la vía pública a los ojos de todo el mundo, me desagrada. Todo, salvo los besos y los abrazos; Las pestucias no me van. El orinar en la calle me parece una falta de respeto hacia todos los demás. Me da igual de donde proceda el agüita amarilla pero, vale, esta foto es antigua, procede de ese blog reivindicativo donde Águeda se apodaba Miss Bragas.  Todos tenemos un pasado. Todos hemos querido ser rompedores pero creo que uno puede romperlo todo, incluso romperse la cabeza sin hacer marranerías como esta.

jueves, julio 02, 2015

#Lovewins







Esta semana el mundo gay es noticia porque por fin se ha legalizado el matrimonio de dos contrayentes del mismo sexo en Estados Unidos. El logo de la Casa Blanca se pintó de arcoíris y Obama proclamó un tuit que fue retuiteado en más de 400 mil ocasiones y en el que explicaba: “Hoy es un gran día en pos de la igualdad. Parejas de gays y lesbianas podrán contraer matrimonio, ni más, ni menos que cualquier otra”. Desde el despacho oval surgió el hastagh #Lovewins (El amor gana). Hillary Clinton también pintó el logo que la identifica, H, con muchos colorines y escribió únicamente la palabra “proud” (orgullo) con todas las connotaciones que se puedan imaginar: orgullo gay y orgullosa de mi país y de ser demócrata, I suppose.
Cientos de video montajes, fotografías, actores famosos y otras celebritys en USA y en todo el mundo celebraban este #LOVEWINS.

Estos días, muchos reflexionan sobre el lobby gay en el mundo y en España y en todo aquel que es influyente y que nunca escondió su esencia sexual pero, lejos de todo eso, yo quisiera reflexionar acerca de ese “Love wins”. El amor gana. ¿No es hermoso? ¿No es maravilloso? Cuántas historias conocemos, heteros o no,  que se ven truncadas por la distancia, por una situación personal complicada, por la edad, incluso por la comodidad y el miedo.
En esta sociedad pantallizada, incrédula, escéptica. E incluso en nuestra España abotargada por la crisis donde lo más fundamental, a veces, nos ha sido arrebatado, sigo creyendo que el amor siempre gana. Y no me junto con personas que opinen de forma contraria. Las huyo.

Ya lo cantaban los Beatles: All you need is love. El amor es la respuesta a todas las carencias. Incluso a las económicas. Pero el mejor amor de todos tiene que empezar por uno mismo. Creerse valioso aunque las circunstancias te demuestren una realidad amarga. Y es que, en ocasiones, nos sentimos muy valorados, incluso queridos, pero no recompensados. Y es que sigue sin haber pasta en esta España madrastra. Pero no importa. No hay que rendirse.
El amor es la medicina que cura todos los males. Por eso no hay que olvidar nuestra dosis diaria de risas con los amigos, de besos y abrazos de los más cercanos, de guiñarnos un ojo frente al espejo. Que nos guste nuestro reflejo. Incluso con nuestras ojeras y alguna pata de gallo. Con nuestro cuerpo imperfecto y columpiarnos sin miedo en esos rasgos que nos devuelven a nuestro interior más genuino: a la esperanza de cuando éramos unos críos; al afán por crecer y aprender y a la confianza de quien tiene toda una vida por delante.

Qué importa cuántas ilusiones perdimos por el camino. Hay que fabricarse unas nuevas. Siempre hay retos y metas que alcanzar. Por supuesto, no debemos conformarnos con ganar menos por trabajar el doble. El quererse uno mismo también implica respeto hacia uno mismo y no dar por eternas situaciones coyunturales, pero hemos de estar orgullosos de mantenernos en pie, activos y en marcha en medio de esta tormenta que parece no acabar nunca.

Yo quiero que el amor gane siempre. El amor a los demás que se traduzca en profunda consideración hacia los otros y hacia nosotros mismos y, por supuesto, no esperar menos de aquellos que están arriba, aquellos que deben predicar con el ejemplo y que han dejado en algunos casos tanto que desear. El amor también es eso: no perderse en este laberinto de injusticias y saber que, al final, también nosotros ganaremos.