domingo, marzo 29, 2015

Chunguismo






Dice Tania Sánchez, la ex de Pablo Iglesias, que se usa lo personal de forma chunga. Por una vez, y sin que sirva de precedente, creo que le voy a dar la razón. Si bien hay gente estupenda por el mundo —mis amigos lo son— no hay nada como terminar relaciones con alguien para que acudan en masa todos los chismes de ese alguien. Es como una venganza póstuma, de relaciones póstumas (de amistad, de amor, laboral…de lo que sea) pero con personas que están vivitas y coleando. Quizá te reafirme en tu decisión pero resulta muy triste que tengamos tan mala sangre.

El deporte favorito de nuestro país no es la envidia; es hacer leña del árbol caído.
Nos permitimos el lujo de juzgar a los demás sin saber de la misa la mitad. Además, esto es como el teléfono roto. Nuestra percepción del mundo es subjetiva. Una rosa es una rosa pero cada cual la ve de un modo distinto.

Vale que hagamos chascarrillos con la Esteban; vale que nos ríamos un poquito del parecido inigualable del ministro Montoro con el personaje de Rumpelstiltskin de Shreck; vale que le saquemos punta al “caloret” de Rita Barberá, al relaxing cup of coffee de Ana Botella o a la ruptura del coletas con su chica. Todos ellos están en la esfera pública. A todos les va en el sueldo que saquemos nuestro lado chungo para echar unas risas. Pero lo otro no. No lo puedo entender.

La vida es chula pero nos empeñamos en ensuciarla. Y nuestra vida personal puede acabar en boca de todos. Tolero el cotilleo hasta cierto punto pero me parece inadmisible juzgar a los demás.

El otro día, el apasionante escritor Julio Llamazares dio dos datos escalofriantes. El primero es que hay 500 pueblos sumergidos bajo pantanos o por inundaciones en nuestro país. El segundo, es que España es el único lugar del mundo, después de Camboya, donde hay más muertos bajo el suelo que en los cementerios. De igual forma, nuestra vida es como un iceberg. De cara a los demás mostramos una cara pero lo importante, lo fundamental es invisible a los ojos. Por eso me encanta conocer personas a fondo y por eso considero que esa mitad sumergida siempre es la más apasionante. Pero, al mismo tiempo, la mitad sumergida debe ser inviolable, sagrada, exclusiva.

Las relaciones —o mejor dicho, el final de las relaciones— van sembrando de cadáveres la existencia. Esos muertos vivos, fuera de la fosa que alguien nos obliga a ver desde otra perspectiva. Me parece tremendamente injusto porque nadie tiene derecho a alterar mi recuerdo de una amistad, de un amor, ni siquiera de un ex jefe. Y porque, por supuesto, el “finado” nunca está presente para dar su versión de los hechos.

Yo tengo una teoría: “todo lo que hago, vuelve a mi”. Ojo con lo que dices porque un día se dará la vuelta a la tortilla y te estallará en la cara. Y tengo otra: mi vida es tan apasionante, tan bonita, tan llena de detalles hermosos que no tengo ninguna necesidad de detenerme ni dos segundos en existencias ajenas.


El chunguismo tiene gracia cuando es inocente, cuando nos habla de la terrible operación estética de Renée Zellweger o del sorprendente cambio de look de Uma Thurman, que nos causó un disgusto de impresión. Pero la esfera íntima, nuestra parte sumergida, nuestro yo más único es patrimonio tan sólo de unos pocos seres humanos en el mundo a lo largo de la vida. Violar esa privacidad es terrorismo sentimental.

domingo, marzo 22, 2015

Rupturas







Es un jirón en el corazón. Algo se rompe. La confianza, la esperanza, la ilusión. Ya no hay mañana. Hay rupturas que son como una mortaja. El sepulturero te envuelve con primor pero te quiere lanzar al mar, y que te coman las alimañas. Y habrá muy buenas palabras, pero son para que los dejes en paz. Para que su conciencia de tíos mierdas y sin escrúpulos se sientan más aliviadas. Cierto. Ese comportamiento: el de usar y tirar no es propio de ellos. Ni siquiera corresponde con su autoimagen, pero es lo que hacen llegado el momento. Ya no me convienes, ahora me estorbas y no hay más solución que quitarte de en medio.

Lo realmente coherente en esos casos es un tiro entre los ojos. Así se acabó el sufrimiento de una vez. Pero para pegarte un tiro en los ojos hacen falta huevos, como los del protagonista de Macht Point.  Y en este caso no los hay. De ninguna clase.

No hay cojones, no hay vergüenza torera y lo único que cuenta es mantener el status quo al precio que sea. La mentira es la reina de estas situaciones. Ellos se mienten a sí mismos, mira qué bien lo he  hecho, mira qué honrado he sido, mira qué legal. Les mienten a ellas: sólo fue un pasatiempo y, lo peor, se  vuelven a mentir a sí mismos. Luego llorarán escuchando “Me cuesta tanto olvidarte” pero recompondrán el rostro, volverán a su hipocresía social y a seguir sembrando el mundo de embustes que no satisfacen a nadie.

Por supuesto, todas las promesas que te hicieron quedarán reducidas a escombros: “si necesitas algo de mi, llámame”. Olvídate, nunca es un buen momento. Pero nada. Quizá sientan algún pequeño ataque de cuernos cuando te vean paseando por la calle con otro, o en una foto donde sonríes (cómo ¿Tiene derecho a sonreír, después de tanto como me ha querido?) o incluso si consigues algún pequeño éxito profesional en un mundo del que ellos ya están excluidos.  Y eso sí que les duele algo en el fondo. Es la eterna y pomposa vanidad masculina.

Y el egoísmo masculino. Ellos que buscan tu paz, tu sosiego, tus ternezas, tu carne, tu sexo y tu amor, lo olvidarán todo. Olvidarán todo cuanto hiciste por ellos. Olvidarán todo el amor que entregaste a cambio del precio gratis total.
Ellos cambian el chip, vuelven su burguesa vida de siempre. A su vida de mierda de zona de confort. Una ciénaga pantanosa y hedionda donde nada cambia, sólo unas mentiras por otras, sólo unas amantes por otras y se sentirán tan satisfechos de sí mismos.

Cierto, no hay ruptura inocua; pero hay formas de anestesiar el dolor sin más engaños y más mentiras.
Cada día tengo más claro que vivimos una sociedad donde la verdad está mal vista y es perseguida. La verdad auténtica. Las palabras ciertas y rotundas como amor y deseo; ese amor y deseo tan insustituibles de unas personas a otras.

Cada día tengo más claro que esta sociedad española enferma, no avanza hacia ninguna parte porque está podrida de mentiras. Porque nos hemos vuelto perezosos, vagos, ineptos y pasotas hasta para eso tan imposible de encontrar a veces que es el amor. Y lo despreciamos porque da mucho trabajo, porque me saca mucho de quicio. Porque me deja exhausto y bastante tengo con llegar a casa, abrirme una cerveza y ver un partido.
Así, lo que venga, lo que haga falta.


Hasta para romper relaciones y familias hace falta estilo y clase en este mundo. Pero el mundo está lleno de gañanes.

domingo, marzo 15, 2015

El selfie más íntimo







Esto del sexo virtual se está sofisticando tanto que no sé dónde vamos a llegar. Imagino que lo próximo será ponerte un cohete en el culo y salir despedido por los aires, mientras un amigo de confianza te graba con el móvil. Pero, claro, para eso necesitas un amigo de confianza y estamos abocados a un mundo de solitarios donde falta precisamente eso, los amigos de confianza. Y por eso es que existe el mundo virtual, para erradicar la intimidad de las relaciones humanas. Y no me refiero sólo al sexo, sino a ese otro componente tan rico, tan especial de los amigos, de los amantes, cuya complicidad puede excluir hasta las palabras. Con una mirada todo está dicho. O con lo que yo llamo, contraseñas de tribu, de clan, o de pareja.





Yo lo que os quería contar es que se han inventado un vibrador con cámara para hacerte selfies de tus partes más internas. Es como un gusiluz diabólico que muestra toda la casquería que se esconde bajo nuestra piel.

Casi, casi como esos videos que ponía el padre de un colega de clase que era cirujano. Lo malo es que te los colocaba a la hora de la comida. Imaginaos el espectáculo de una operación a corazón abierto mientras tú intentabas comerte un bistec. Pero sigo, que me disperso.
El artefacto, pensado sobre todo para el público gay, es un vibrador con cámara que se llama Gaga, imagino que en honor a la gran musa cantante.

Entiendo que las partes íntimas son eso, íntimas, únicas e intransferibles. Hay vaginas bonitas y otras horrendas. Hay anos que da gusto verlos y otros llenos de pelos. Y aquí quiero llegar a parar ¿No tenemos bastante con cuidar hasta la extenuación nuestro cuerpo físico externo? ¿No les basta a los cíber amantes con una fotillo del órgano en cuestión? Pues no, hay que retransmitirle al partenaire el orgasmo completo: todas entradas y salidas del vibrador hacia la cavidad susodicha y todas las contracciones del momento.

El vibrador tiene cámara y luz y es compatible con Facetime. Lo puedes retransmitir en vivo y en directo o puedes subir las fotos a Instangram, como gustes. El bicho se llama  Total, nada.

Yo soy partidaria de todos los avances, que conste, pero esto de la casquería tan pormenorizada no me pone nada de nada. Prefiero la piel con piel, el sudor, el licor de los fluidos en conjunción, las lenguas, las bocas y otras cosas ya me podéis comprender— pero, de verdad, no me pongo yo en situación con un vibrador con cámara. Que sí, que el otro puede ser mi objeto de deseo y que esté,  qué te digo yo, en Tombuctú, pero esto del vibrador con cámara me deja más fría que un polito de limón. En todo caso, para las distancias ya se inventó el sex-phone, que, personalmente lo prefiero. No hay nada como un buen jadeo, el desparramarse del otro para entrar en un éxtasis común.

No me veo retransmitiendo los pormenores de mi vulva. Quizá, vosotros, con ese punto morboso que os da mirarlo todo lo encontráis de lo más cool, pero este gusiluz que se lo meta otro por el culo, porque yo paso.


lunes, marzo 09, 2015

La otra







Por fortuna, nunca me he sentido la otra. Y esto es algo muy agradable y sacrificado al mismo tiempo. Convertirte en el centro de la vida de un hombre es complicado. Ya sabemos como son ellos: polígamos por naturaleza, de moral distraída, susceptibles a los encantos femeninos con esa genética innata que les lleva a esparcir su esperma por toda la tierra. Los acepto como son, pero sin tocar mucho los ovarios.


Da igual que una sea oficial o no. Eso carece de importancia. Lo fundamental es esto: “nena, me han ofrecido tal trabajo ¿Qué crees que debo pedir?; o “Querida, me han invitado a un programa de televisión ¿me pongo la chaqueta negra o la gris oscuro?”. Tú eres la principal; Da igual tu estado en cuestión con el susodicho: casada, divorciada, amante y siempre amada. Ellos recurren a ti en primer lugar. Ante las alegrías y las desgracias. Ante las dudas existenciales. Ante las pérdidas inevitables de la vida. Ellos te contarán sus miedos, se mostrarán vulnerables, esconderán su cabeza bajo tus hombros para que les consueles y luego se erguirán como el macho conquistador y poderoso pero que no es nadie sin ella. Ella, la que cantaba Alejandro Sanz. Esas ellas con rostros y nombres diferentes

“La otra” es esa que uno llama para un rato y … adiós muy buenas. Quizá ese rato es cada quince días; o una vez a la semana en momentos muy puntuales del tiempo. La dueña de su corazón es esa que sabe casi lo que desayuna, a qué horas mea, lo bien o mal que duerme y la que se lleva los quebraderos de cabeza —los suyos— también a su almohada…aunque no la compartan.

Y le distrae de sus preocupaciones con un chiste fácil, y le arranca una sonrisa. Y posan juntos en una foto y en esa foto no frunce el ceño. No muestra agarrotamiento. Está relajado;  es él, él mismo. El que se desliza y se atropella y vuelve a caer en ella porque con ella se siente natural, tal como es. Sin poses.

Ser la dueña es complicado por muchos motivos. Lo fácil es mirar hacia otro lado cuando él pierde el sueño. Lo fácil es esconder la cabeza cuando él piensa en otra; Lo fácil es dar por sentado que están juntos porque sí y que no hay nada por lo que luchar, porque el monte ya está conquistado. Y un rábano.

Ser la dueña, o ser la Doña, como yo digo, es un trabajo diario; minuto a minuto, segundo a segundo y hay que tener los cojones para ponerlos sobre la mesa cuando corresponda e ir ganando terreno en el egoísmo masculino que siempre campa a sus anchas. Hasta que llegará un día, ese día, en el que él no pueda pasar sin llamarte; sin escuchar tu voz. Porque te has implicado gratis total y eso ya no lo hace nadie en este mundo. Ese día en el que le falte la caricia, el beso, la palmadita y, por qué no, ese orgasmo increíble que nunca podrá otorgar “la otra”. Ese orgasmo que va repleto de alma, corazón y vida. De entrega, piel con piel y cerebro con cerebro. Ese punto de explosión al que se llega por la vía intelectual; domeñando los bajos instintos hasta convertirlos en instrumentos del placer. Un placer al servicio del Don y la Doña, dueños de la química increíble cuando el amor es el capitán de las relaciones. El amor es ese milagro que los llena de fuego en dos minutos y les libera para siempre jamás.


domingo, marzo 01, 2015

Segundas oportunidades




“Amaneció y ella ya no era ella. Tras años apegada a su mochila, creía que su perfil se desdibujaría en el aire tras abandonar esa bolsa llena de la supuesta seguridad, de la supuesta suficiencia, de la supuesta felicidad. Pero soltó lastre y se sintió liberada.
Ya no estaba maldita. Ya no estaba obligada a recorrer el itinerario marcado por sus antepasados, por sus prejuicios, por toda aquella tribu que la crió con amor pero con unas leyes que la convirtieron en alguien que se contradecía con su esencia. Hoy era el primer día de su segunda vida.  Ella misma se dio la oportunidad de perdonarse los errores, de admitir que las cosas no siempre salen como uno quiere, que es humana, frágil, mortal y que sólo tiene una existencia”.

Todos tenemos derecho a cambiar. A superar las enseñanzas de la Biblia: “Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda “¿Pero qué estupidez es esta? ¿No será mejor llegar a un consenso con tus manos que recurrir al autoengaño?  

Estamos intoxicados por supuestos saberes que nos hieren de muerte, traspasados de padres a hijos con la mejor intención. Una herencia envenenada. En algunos casos, hay personas lastradas por deudas, inversiones equivocadas, por seguir la corriente de la burbuja. Maldita burbuja que los marginó al ghetto del todo black, a ser ciudadanos ectoplasmáticos que apenas pueden aparecer en papeles oficiales. También ellos creían que los bancos les aconsejaban con la mejor intención.

El Gobierno de España quiere dar una segunda oportunidad a los empresarios que se han visto castigados por la crisis fatal de la que no terminamos de salir. Se han percatado que señalar, acusar con el dedo,  engrosar listas negras y asfixiar económicamente al ciudadano los conduce a ninguna parte. Si no tienen dinero, cómo diablos van a pagar. Un poco de aire y, quizá, con un poco de suerte, podrán generar ingresos de nuevo y respirar tranquilos.

Si hasta los políticos se han dado cuenta de que es precisa una Ley de la segunda oportunidad ¿Por qué tanta gente se la niega?
Todos tenemos derecho a subsanar errores, incluso a empezar de cero. Todos tenemos derecho a cambiar de vida sin ser juzgados. Y si nos juzgan, a que nos importe un pimiento.

El derecho a elegir y decidir es sinónimo de libertad. Y las oportunidades no son otra cosa que la esperanza de mejorar. Si la justicia escasea tanto en este mundo, al menos concedámonos la justicia poética de reconciliarnos con los que se fueron sin decir adiós; con nuestra juventud y nuestra madurez, con nuestras ilusiones; con nuestra inseguridad y nuestras dudas. Reconciliémonos con nuestros deseos y concedámonos aquello que soñamos sin esperar a un mañana que nunca llegará.

A fin de cuentas, lo único importante en este mundo es cuidar a los que queremos y que nos cuiden. Pero nos dispersamos en tonterías  y olvidamos lo que en verdad nos ata a la vida.

Quizá debamos rescatar sólo lo bueno de las tradiciones de aldea: conjuros que sanan enfermedades y esa costumbre de interesarse por el vecino, por el amigo, por esa gran familia que se va conformando con el paso de la vida, de las horas, de los días. Por todos nosotros, los supervivientes de esta guerra económica que nos ha tuneado en profesionales 360 grados, dispuestos a todo con tal de ganar algo de dinero.

Si en el inconsciente todo acaba de pasar, volvamos atrás, expulsemos el veneno y cosamos la herida de nuevo, piel con piel. Amanezcamos nuevos, sanados y casi felices, como la protagonista de esta pequeña historia.