domingo, junio 24, 2018

Que se mueran los feos







Los reclutadores de los equipos de béisbol profesional tienen una máxima. Jamás fichan a un jugador si está casado con una mujer fea porque, según ellos, denota falta de seguridad en sí mismo.

Ni se imaginan la controversia que ha generado este axioma en las redes sociales, ante lo cual afirmo:  mucho defender a las feas, sobre todo los hombres, pero luego bien que se fijan en las guapas. Y luego, lo peor, la demonización de las guapas. Como si ser fea fuese garantía de un alto coeficiente intelectual o de una profundidad de alma impresionante. Y desde aquí lo digo igual me caigan chuzos de punta: hay guapas inteligentes y buenas personas y luego hay feas que son envidiosas, marujonas, chismosas y sin ninguna inquietud por mejorar ellas mismas ni su entorno.
Esto aplica también para nosotras. 

Escribo esto porque jamás he salido con hombres feos y cuando, en una de esas épocas de falta de seguridad, he optado por darle la oportunidad a un troll gracioso, ha resultado ser — no tonto, no— pero quizá el más cabrón de todos (y perdón por la palabrota).

Con esto quiero decir que cada cual salga con quien le apetezca y que para gustos los colores, por supuesto, pero que el físico es algo que se puede trabajar. Hay mujeres de belleza limitada que se sacan partido , que son seductoras, inteligentes, que se sienten  bellas y son percibidas como tales por todo el mundo, hasta por los seleccionadores de estrellas del béisbol.

Un ejemplo que siempre me ha encantado es el de Barbra Streisand. De acuerdo, nunca ha ido de sex-symbol pero podía ser sexy y hasta bella según los planos. Ahí la tenemos en perfecto estado de revista con 76 años y casada desde los 50 con un guaperas del cine que aún conserva su encanto.  Y, sí, es mayor que ella por dos años. Ella misma decía: "I'm unatractive but beautiful". La belleza reside en ese enorme poder personal y esa fe en sí misma a prueba de bombas, a prueba hasta de una industria del cine híper machista.

Mi ética es mi estética, decía Albert Camus. En realidad no sólo él. Grandes filósofos se han centrado en el valor de la estética como una manifestación física de algo profundo. Si yo no me cuido muestro escaso valor conmigo mismo ¿Cómo puedo pretender que me valoren los demás? ¿Incluso los seleccionadores de las estrellas del béisbol?

El axioma de los seleccionadores  tiene su punto de verdad por mucho que os moleste a los defensores del feísmo. Y esta verdad es que alguien que se respeta y se ama, se cuida, no se abandona y su físico puede ser más o menos espectacular pero su apariencia será impecable la mayor parte del tiempo. Esa impecabilidad nace de una inquietud por vivir.

El que permanece al lado de alguien que se ha abandonado, también hace mucho tiempo que tiró la toalla. Es incapaz de competir por nada. Y menos ligarse a una guapa porque se creerá incapaz de mantenerla enamorada y a su lado.

No tolero a las personas que se abandonan. Puedo ser hasta un punto cruel. La belleza es una actitud, dice Walter Riso. Huyo de los que van de víctimas o se acomodan. Siempre, siempre se puede mejorar. Hay que estar en el mercado todos los días. Y todos es todos.
Los feos y las feas son todos guapos en potencia pero, para eso, uno debe amarse, respetarse y sentirse único, una criatura fascinante como ninguna otra. Pues, ¡hala! ¡A espabilar!



domingo, junio 10, 2018

Malditos solitarios (el orgasmo perfecto)








Una coach mexicana muy graciosa dice que los hombres son como los autobuses. Cada cinco minutos pasa uno. Yo añadiría: de todos ellos, el 70% prefieren tener placer solitario, o sea, masturbarse, en lugar de apostar por una relación verdadera.

Hay casos más dramáticos, todos reales. Chavales entre 20 y 30 años que optan por pagar una prostituta un fin de semana al mes en lugar de tener novia.

La soledad se está convirtiendo en un vicio. Si nos dan a elegir entre aventurarse y quedarte como estás, la gran mayoría opta de cabeza por el status quo, lo cual significa, o bien encadenar relaciones insustanciales de sexo sin implicación emocional, o refugiarse en fantasías animadas. Algunas proceden de tus recuerdos o de la recreación de tus recreos favoritos. Otras son meros artículos de consumo, véase, porno.

Entre el camino del amor o el camino del miedo elegimos por el camino del miedo.  Y hablo de los hombres porque, por regla general, son más miedosos que nosotras. Pero de esto no se libra nadie.

La masturbación como forma de autoconocimiento y gratificación personal me parece un instrumento maravilloso. Como sustituto de las relaciones personales, sin embargo, es un horror. Y mucho me temo que vamos de cabeza a sociedades donde la jornada laboral termina en soledad, frente a una pantalla y, a veces, un salpicar de fluidos en lugares domésticos. Quizá la pantalla de un teclado o de un Android.

Siento mostrar estas imágenes duras, feas, antipáticas pero es que esa realidad lo es. Ya nos veo como los japoneses comprando bragas usadas en las estaciones de metro para consumir tranquilamente en casa, a saber de qué forma.

Las redes de tráfico de imágenes eróticas, explicitamente sexuales y de pedofilia inundaron hace tiempo nuestros móviles.  Según la prensa de esta semana, la Policía Nacional ha desmantelado una red de distribución de pornografía infantil a través de un grupo de la aplicación de mensajería WhatsApp del que formaban parte trescientos usuarios; siete de ellos han sido detenidos. De estos detenidos, atención, seis eran menores de edad. Espeluznante.

La masturbación es sana, no es un delito. Además, te evitas contagiarte energías raras de los otros por no hablar de determinadas infecciones, pero la masturbación como forma de vida es un disparate. Y no me refiero al caso extremo del tráfico ilegal de distribución, venta y consumo de pornografía de cualquier tipo.

La masturbación está bien para que los adolescentes descubran su cuerpo; La masturbación es un remedio para las temporadas esas de sequía donde nadie te embelesa, donde optas por la soledad para recomponerte por un tiempo. La masturbación es perfecta para esas personas a las que les duele todo el cuerpo y practicar sexo se les antoja poco menos que algo acrobático pero la masturbación como sucedáneo eterno de las relaciones sexuales completas— piel con piel— con alguien que amamos, nos gusta o nos despierta un deseo de fuegos artificiales, es de una tristeza sin límites.

¿A qué le tenemos tanto miedo? La época de cazar mamuts ya pasó. Los otros no son el problema. Los otros son, básicamente, como nosotros. No son el enemigo.

Sin el otro se acabó la interacción, la comunicación, el contacto, el diálogo, la transferencia de ideas y sentimientos. Sin el otro, no hay referencias, pero es que no hay ni risas, ni calor, ni orgasmo perfecto, que no es el sincronizado, no. El orgasmo perfecto es la satisfacción de ver gozar al otro, tanto o más de lo que gozas tú. Sin eso, la vida no tiene puta gracia.