Son nimias, de colores o blanco impoluto. De aspecto inofensivo, las hay para todo. Una pastilla te resuelve la vida. Hay personas que les dedican auténticos altares, que les guardan un lugar preferente en su bolso, en su mesilla. Te calman los nervios, te quitan el apetito, eliminan los líquidos, relajan tus músculos, devuelven la virilidad perdida, evitan un embarazo no deseado. Llegó el imperio de los fármacos. La química dominará el mundo. La felicidad es una cápsula. Se acabó la sociedad de clases. Los humanos se distinguirán unos de otros en función del tipo de medicamento que sostenga sus vidas. Y nadie se libra. Habitamos en la era de los myolastanes, orfidales, valiums, tranquimazines, norlevos y paracetamoles. Pero que no nos engañe su aspecto de gominola. La golosina que alivia tiene sus efectos secundarios. Siempre. Las ingenuas plantas de María que ardieron el pasado viernes en una casa de Alcantarilla son más ostentosas. Su olor, su color, su vegetalidad incuestionable. Pero atención a la gran sombra que proyecta una píldora y a sus daños colaterales. Pequeña, pero matona.
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3 comentarios:
Que se lo digan a los de la revolución francesa, que fueron los primeros en tomar la pastilla. ¿O era con b?
Pues por mucho que leo y releo el texto, no me veo reflejada, que quiere usted que le diga...
Fdo.: una pastilla de jabón
quitate de la ventana
porque voy a suspira
mis suspiros son de fuego
y te puen abrazá
ke kieres de mi
si hasta el agua que yo bebo
te la tengo que pedí
fdo... juan el "pastilla de freno"
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