jueves, junio 23, 2011

Summer 1990-2011: Comunicar



B.S.O de los veranos al sol en los 90

Como Tenesee Williams, asocio el verano con una sensación de pesadez y aislamiento. La playa me parece una horterada. No me gusta, pero es inevitable terminar en ella. Adoro el mar, pero en verano las orillas soportan tal estockaje humano que me espantan. Huir de la soledad no era esto. Esto es morirse. Cuando ataca el calor,las carnes se distienden, nuestras venas ensanchan, los pies pesan. Sudamos. Glamour cero. Y mucha gente se extraña de que odie el verano. Hombre, el verano en sí no es tan malo...lo es el calor insoportable; entrar al coche y sentir quemar la piel cuando uno pone su culo en el asiento, por poner un ejemplo.
Recuerdo veranos gloriosos, aquellos en los que comenzaba en esto del periodismo con una bici y un bolsito donde había una grabadora, una cámara kodak de 30 euros y cabinas de teléfono donde llamaba a cobro revertido pasando los sudores de la muerte.
En aquellos días sonaba el disco Ay Dalai de Mecano y Alma de Blues de Presuntos Implicados. En mi grabadora sonaban entrevistas preciosas a gente como Lola Flores, Lola Herrera (maravillosas las dos); el infatigable Saza, que también llevaba una bicicleta consigo y cientos de personajes que me da cierta pereza enumerar. Admirables muchos de ellos, chocantes otros (un José Luis Moreno que aparece en bata rococó y nada más para recibir a la periodista en el camerino. Una niña de 19 años, que era yo).
Por aquellos años me inventé una sección que denominé "El personajillo". Llenaba todos los días dos páginas de Diario 16 y comencé a entrevistar a la gente del pueblo de Los Alcázares: la churrera, el cura que había sido misionero, el afilador y así hasta casi 60, a uno por día. Pero sobre todo me acuerdo del señor que regentaba la cafetería Alaska y que contribuía de forma altruista a mi labor, a la que estaba entregada en cuerpo y alma unas 18 horas al día. En su establecimiento me podían dejar mensajes los compañeros. Yo podía llamar gratis y siempre me invitaba a tomar algo. El señor, cuyo nombre no recuerdo y cuyo establecimiento ya no sigue abierto, me recordaba que para llegar a demostrar altura periodística tenía que escribir editoriales...y tenía razón. Nunca escribí un editorial para prensa diaria, aunque sí para algún periódico mensual y semanal que he llegado a coordinar, dirigir y escribir al más puro estilo Juan Palomo.
Algunos de esos veranos fueron hermosos a la par que agotadores. En vez de ir a la Expo y tumbarme a la bartola, escribía tres páginas diarias para otro periódico. En lugar de irme de discotecas, me pasaba las noches en los Festivales de Teatro de San Javier, en irrepetibles conciertos como el que dieron en su día Carlos Cano y Mª Dolores Pradera, a la que adoro desde aquella época.
Quizá, si escarbara en aquel bolsito, encontraría cientos de historias. Algunas llevaban titulares. Otras, caras bonitas de gente sonriente. Gente que sonreía a mi cámara, que facilitaba mi trabajo en una época en la que no había móviles ni internet. En una época que esperabas al autobús para dejarle el carrete de fotos del día. Era milagroso. Y aún así, todavía dudo si este era mi camino. Pero lo fue, y fue bonito. Mi amistad con gente que admiraba como Paloma San Basilio y Merche Esmeralda (esos brazos maravillosos, ese consejo que me dió: Lola, no te quedes en Murcia, mira que fui tonta). El novio holandés, Sandro. Los primos y la abuela Lola en Los Alcázares, donde me refugiaba por momentos y esos preciosos atardeceres que contemplaba subida desde mi bici. Creo que aquello era felicidad. A pesar de los escasos emoluentos, a pesar de las incomodidades.
Paradójicamente, 20 años después me siento igual. Sin seguridad económica y con muchas tecnologías que nos facilitan la vida pero viviendo cada minuto, cada día, como algo especial y diferente. No hay rutinas...todo es brand new, personas nuevas, caminos diferentes, insospechados, y la intuición de que esto va a acabar pero qué muy bien, como si de pronto encajasen todas las piezas del puzle de mis horas. Adoro mi trabajo: comunicar, crear, inventar, incluso vender...vendemos un trocito de realidad, vendemos un momento en el tiempo. Una buena entrevista a personas brillantes, como Sylvia de Béjar, a la que quiero mucho, o conocer escritores que desinteresadamente te abren otras puertas, como Jorge Molist. Conocer fenómenos como el de Moccia y leer y aventurarse en autores que uno siempre quiso como Mendoza o Vila-Matas. O tener amigos de gran categoría humana y profesional como Joana Bonet, María Dueñas, Ana Mª Tomás, mi querida Encarna Talavera y tantas otras...sobre todo amigas. Los amigos, la verdad sea dicha, van y vienen. Es el carácter poco fiel de los hombres. Poco fieles incluso en la amistad :)
Esto es un privilegio para mi. Me apasiona. Me apasiona el contacto con mis compañeros de todos los medios, esos que me echan un cable para difundir la cultura, eventos divertidos, gente interesante, en un ten con ten, que espero no termine nunca. Quizá el periodismo y la comunicación hayan sido novios esquivos en mi vida laboral, que no se querían marchar del todo y que ahora han decidido dar el paso. Precisamente ahora cuando todo está peor que mal. Quizá mi auténtico gran amor, aparte de la música, mi familia y algunos libros, sea mi profesión. Y al igual que los peces no sobreviven fuera del agua, creo que moriría de tristeza si no pudiese comunicar.

3 comentarios:

Tere Garibay dijo...

Comunicas de maravilla y eso lo agradecemos tus lectores(as).
Besos,
Tere

Anónimo dijo...

Me acuerdo de aquellos veranos en los que me aburría profundamente y Merce, Mª Angeles "Hormigüa" y tu me escribíais unas cartas divertidísimas que yo esperaba ansiosa como aire fresco para respirar porque en aquella época la tristeza no me dejaba hacerlo.Te acuerdas de aquellas cartas con dibujitos y recortes de revistas, ja,ja?.Dónde estarán?
En fin!Dejemos a un lado la melancolía.
Te veo muy positiva cosa de la que me alegro. Un besito.Isa

LOLA GRACIA dijo...

Isa, yo también recuerdo tus cartas y...en fin, en esos años previos al periodismo también me aburría bastante, no creas...Llegué a leerme a Hamlet con 15 años...imagínate. Tus cartas eran también como la brisa, como siempre que nos encontramos por la calle. Algo inesperado y agradable. Los dos meses de verano se me hacían interminables ¿Te acuerdas de aquella cinta que grabamos como si fueran anuncios o rodajes de película? ¿Te acuerdas de la torta a Rita Hayworth? No, no te rías, que te estoy viendo.