miércoles, diciembre 21, 2011

Si yo fuera rica


Con los niños de San Idelfonso tocando a las puertas del cielo, el que más y el que menos acaricia su décimo y sueña con el Gordo. No, no hablamos  de Falete. Ustedes saben muy bien de a qué me refiero.
España es un país de quijotes, de idealistas. Realicé una pequeña encuesta por las redes sociales con la pregunta ¿Qué harías si fueses rico? Y me encontré con gente emprendedora, solidaria, apenas caprichosa. Muchos comprarían tiempo para leer, para escribir, para dedicar la vida a su vocación. Alguno ayudaría a los más cercanos. Otros ampliarían su empresa, crearían cadenas de librerías, rodarían la película de sus sueños. La compañera Alexia Salas montaría una cooperativa con paradas de larga duración para poner en marcha un periódico completamente libre.  Otros se darían el lujo de viajar y conocer el mundo entero; tener una casa en Roma para escaparse de cuando en cuando, mejorar las condiciones de sus empleados y muchos, muchos estarían dispuestos a ayudar. Así, sin más. ¿Somos o no somos unos soñadores?
La suerte se presenta bajo mil signos: Doña Manolita, el Gato Negro, el número 13 o combinaciones extrañas de fechas y símbolos. España es un país que se entrega a la fortuna, que cree en el milagro con una fe ciega y que sueña, sí. Soñar es crear, es innovar, es crecer. Transitamos de la nebulosa de las ideas a la realidad gracias a las palabras y España es un país de hermosas palabras: esplendor, libertad, resplandor, espíritu, alegría, amistad.
Hoy, mañana, los españoles se aferran todos en uno al mantra de esos niños que romperán la monotonía de la fría mañana como el resplandor de un relámpago, como la luz de la alegría, como el espíritu de la Navidad. Serán dos o tres momentos de euforia y qué más da si usted resulta o no agraciado; se alegrará íntimamente, auténticamente por el vecino. Sobre todo si el Gordo se va a un barrio obrero y con problemas.
El espíritu caballeresco de noble armadura nos salva cada día. Nuestra fe en los imposibles apacigua los miedos, otorga una paz cotidiana que permite cierta normalidad. Si España no fuera El Quijote, las calles se habrían convertido hace meses en trincheras insoportables. Las tensiones habrían reventado en fuego y violencia. Pero no. Hay más voluntarios que nunca, hay más solidaridad que nunca, sólo hay que fijarse en el volcarse de la ciudadanía con la ciudad de Lorca. Nos enmendamos la plana y transigimos porque nuestro caballero es humilde, su armadura está maltrecha pero orgullosa. Un Sancho y un Quijote coexisten en días como estos. La utopía por un lado y la sensatez llana por el otro. Si no toca, ya saben, tenemos salud, estamos vivos; o como escribió otro amigo en Twitter: “Tengo trabajo, con los tiempos que corren, esa es la mejor lotería”

Publicado hoy, 21 de diciembre, en el Periódico La Verdad de Murcia.
Sección Punto G.
Imagen de Germán Sáez

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