domingo, julio 08, 2012

Nuestros miedos







La otra noche un amiguito de mi hijo tuvo una pesadilla. Como mi sueño es saltimbanqui oí su grito con nitidez. Brinqué del sofá, que me acoge muy a menudo, y le susurré alguna palabra de tranquilidad. Como quiera que ni en el sofá ni en la cama me reconciliaba con Morfeo me bajé a leer a la cocina. Un vaso de leche de soja tibio, dos galletas y ese libro que está tan de moda. A los dos minutos aparece el otro insomne. De pronto me encontré en un cuadro típico de la serie "Con ocho basta" Un adulto y un infante filosofando sobre la vida con sendos vasitos de leche. Saqué las magdalenas y la artillería pesada "¿De qué iba tu pesadilla". Ahí me tienes psicoanalizando a las cinco de la mañana. No lo puedo evitar. Llevo una Lowenstein dentro. No violaré el secreto "profesional" contándoles los terrores de Jesús pero, qué duda cabe, que todos tenemos los nuestros: las alturas, los insectos, las máscaras, las ataduras, el abandono, la soledad. Reflexionando sobre los miedos he de decir sin ídem que he perdido gran parte de mis terrores. No sé cómo ha sido. Uno a uno se han ido cayendo. Sólo me entristece sobremanera la enfermedad, la impotencia ante el dolor ajeno, ante la injusticia pero, yo misma, os diré que en algún lugar remoto de mis horas abandoné el tan presente miedo a la muerte, a la soledad, a los descalabros. Vivir es esto: un continuo descalabrar, un continuo desapego, una muerte diaria. Nacemos para morir y más vale así que convertirnos en fantasmas como los de la serie American Horror Story (que les recomiendo fervientemente, con una Jessica Lange incomensurable en su interpretación y extraña y perversa belleza) en la que cohabitan los buenos con los malos, los vivos con los muertos, entre rencores, paz y desesperación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como bien dices no hay que tener miedo a la muerte y es cierto que vivimos para morir , pero es mas cierto que seria mas hermoso ser eterno y vivir para siempre por ejemplo con la persona que amas.

Anónimo dijo...

Ese caballo que galopa sobre nuestra más que nutrida experiencia y le llamamos miedo, temiendo sin aversión que el Amor lo elimine y nos transporte al trote hacia la eternidad...con el ser amado...qué acto divino derramado sobre quién vive la experiencia!
Como siempre, eres fuente de inspiración en mis momentos más tristes..