viernes, septiembre 14, 2012

El misterio

Leo twitter y no me hago una idea la España que habito. Un presidente que no responde, pelea de gatas en televisión –Mariló y Anne– manifestación nacionalista. Toros sí, Toros no. Siendo honesta, nada de esto me preocupa lo más mínimo. Me preocupa mi vida personal, la talla de zapatos de mi hijo, el paro entre la profesión periodística, entre mis compañeros, el horizonte tan incierto y la galopante pérdida de poder adquisitivo, de calidad de vida, de decencia de mi país. 

 Soy una privilegiada. Cuento con amigos estupendos. Con Paco López Mengual y Manuel Moyano, mis meteoritos preferidos, puedo filosofar, hablar sobre la palabra, los personajes, la magia de crear y concluir que la vida es algo muy extraño. Acompaño a María Dueñas en su promo por Murcia que me parece tan lista, tan rápida, tan perfecta. No le encuentro un defecto a la puñetera. Sólo le he pedido un poco más de “pasión sexual” en sus novelas “¿Y qué voy a escribir?” –me contestó– “¿Y de pronto le tocó una teta?”. Pues tienes razón, tus historias no necesitan nada así. 

Hablo la semana pasada con Juan de Dios Martínez. Dos días más tarde me entero de su nombramiento del centro territorial de RTVE en Murcia. Y me alegra horrores. Porque comenzamos al mismo tiempo y recuerdo hasta los cafés que nos tomábamos algunas veces en “Antiguo” cuando yo era una becaria y el hacía sus pinitos en la prensa deportiva, en RNE. Yo sigo de becaria, al menos si me atengo a mis ganancias últimas. Pero no es una queja, que conste. Es casi una bendición esta libertad del “nada que perder”. Como decía mi amiga Mónica Lechuga “The lost to the river” (De perdidos al río en ese espanglish de Vallecas tan suyo). 

 Gestiono el maremagnum de gente encantadora que me contesta por Facebook y Twitter. Disfruto con las risas de Gonzalo, Sandra y Marina y aunque todo es simple y rutinario, en ocasiones me parece escuchar la armonía perfecta en esas notas, entre los compases disonantes, al final, todo encaja. 

 Yo que siempre he sido de letras, me aferro a la ciencia para explicarme los comportamientos humanos. El mío propio también. Yo, que creo que los escritores somos en algunos momentos mediums, correas de transmisión de un no sé qué, afirmo que los investigadores se parecen también a nosotros. Absolutamente todos –en el fragor de los días, de los absurdos, del respiro que otorga la breve compensación de un guiño, de la complicidad– estamos obsesionados por el misterio. Y en ese camino hacia la búsqueda de respuestas, no siempre estamos seguros de querer llegar al final, a la meta. Porque lo divertido es andar. Tardaremos más o menos en coronar la cima, pero esa sensación de felicidad por el logro ¡es tan pasajera! Y conforme pasan los años la gloria en los labios se deshace aún con más rapidez. ¿Por qué? Ah, no lo sabemos. El misterio, siempre el misterio.

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