lunes, noviembre 26, 2012
Y sin tus ojos, mi ojos ya no ven nada
Amado Juan Carlos:
Aun contraviniendo tus normas (nunca en caliente) te escribo estas palabras. A las cuatro me despertó el Whatsapp de tu querida hija Teresa. Y yo lo supe. Ayer ya lo sabia. Sabia que no llegarías a final de año pero, qué mal esto de irte sin decir adiós. Es lo que tú querías. Odiabas las despedidas.
Cacalos, estoy desolada.
Creo que en este mundo nadie me ha prestado tanta atención como tú. Ni mi padre, ni mi madre, ni mis hermanos ni la persona que comparte mi vida. Me hiciste guapa. Me hiciste especial. Siempre estabas ahí, al teléfono, no importa lo intempestiva que fuese mi llamada en hora y contenido. Siempre me esperaste a pesar de nuestros enfados y nuestras discusiones. Me enseñaste a caminar un palmo por encima del suelo. A ser una eterna inmadura y a ser perfeccionista. Imposible llegar a tu nivel, claro. Eras un puto genio que derramaba su gracia sobre los mortales. A veces amargo y a veces inconsolable. Así estoy yo. No pude verte en Madrid porque ya estabas malito y tu coquetería estaba por encima de todas las cosas. Me rompió el corazón no poder decirte: “Hola, feo” a la cara. Y me llamaste a esa pequeña habitación de hotel para llorar en silencio conmigo. La cosa era grave. Y te sentías un perdedor ¿Qué podías hacer tú?
La auténtica amistad es esto. Personas que se perdonan todo. Que se quieren por encima del bien y del mal. Personas que nos pertenecen y a las cuales pertenecemos. Incluso antes de nacer. Teresa me facilitaba algún parte: “Cacalos no mejora”.
Es desgarradora tu pérdida para todos los que hemos compartido algo contigo. Recuerdo el primer mensaje que me dejaste tras conocernos: “Me has dejado algo nuevo dentro. Gracias”.
A mi me queda una preciosa herencia de palabras, libertad, emoción y sentimientos.
Siempre te admiré. Recuerdo el día que descubrí que todas esas canciones que me gustaban eran de un tal J.C. Calderón. No tendría más de 12 años.
Ahora caminarás muchos kilómetros por encima del suelo. Y nos verás pequeñitos e insignificantes. Te encontrarás con tus hermanos a los que tanto querías. Montarás una tocata con ellos. Te ligarás a las santurronas que haya por el cielo y nos enviarás una sonrisa, Cacalos. Hasta tus chistes malos eran estupendos. Alma de Jazz, inasequible al desaliento. Te quiero, bello. Hoy es un día feo. El mundo se llena de niebla. “Y sin tus ojos, mis ojos ya no ven nada”
La foto es de Nacho García
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