sábado, abril 06, 2013
El pecado de Cristina
Cristina ¿Tu único pecado fue enamorarte del guapo rubio que jugaba a balonmano? ¿Hacer la vista gorda porque confiabas en él? A veces pasa. A veces estamos ciegos y vemos sólo lo que queremos ver. No lo incómodo, no lo raro, no aquello que nos produce un amago de angustia. Es más fácil vivir así. Creo que todas vivimos en primera persona aquella boda tan perfecta, tan de cuento de hadas. Porque nos encantan las fantasías, las mentiras bonitas. Después de aquello, fueron felices hasta que llegó Nóos, la ambición absurda (A Iñaki no le iba a faltar de nada); la tontería del dinero, del poder y del mamoneo. Creo que muchos nos sentimos traicionados porque nosotras éramos tú el día de tu boda. Con tu mantilla, con ese chico apuesto; con esas miraditas y todo un futuro tranquilo y bello por delante. Pero la realidad y los sueños son dos variables distintas, como la oferta y la demanda. Rara vez coinciden y nunca permanecen unidas en el tiempo. Porque eso es imposible. Porque eso sería un cuento de hadas sin brujas, ni pócimas envenenadas ni sortilegios malditos. Y eso, eso sí que es una fantasía animada de ayer y de hoy. Una fantasía sin pies ni cabeza, vaya.
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