domingo, marzo 23, 2014

Índices de Follabilidad.



Dejémonos de índice Nikei, del índice de precios al consumo, incluso del índice de masa corporal.  Aquí y ahora el único índice que interesa es el índice de follabilidad. Mis amigas y yo lo hemos bautizado como IFM (Índice de Follabilidad Maculina) e IFF (Índice de Follabilidad Femenina). Ríete tú del FMI. Menuda cara se le iba a poner a Christine Lagarde en las ruedas de prensa. Creo que se desapergaminaría de golpe y sólo daría buenas noticias. Porque las hay. Nos consta que las hay, en algún lugar perdido, en alguna coordenada espacio-tiempo de la microeconomía se esconde el buen rollo, la alegría.

El otro día, después de una noche de risas y cospiraciones varias con Doña Fuen (que nos reunió) Isabel Franco, Belén Unzu y Elo, concluimos que, con la que está cayendo, lo menos que le podemos pedir al político futuro es que tenga un índice de follabilidad aceptable. Dicho lo cual comenzamos nuestro repaso,  calibrando índices de esos ejemplares que pululan por la vida, por las redes sociales, incluso por los despachos oficiales. Vamos, que ni Chimo Bayo. Este sí, este no. Este tal vez. El otro me encanta. Dos favores; tres, ni de coña.

Ya sabemos que todo es broma, que todo son risas pero después de pasarnos la vida bajo el escrutinio masculino y el de nuestras madres --que también es masculino porque las de nuestra quinta teníamos que tener todo lo necesario para ser una mujer de menester -- ya nos toca a nosotras escrutar y evaluar. Sin perdón, como la peli de Clint Eastwood.

¿Cuántas veces harán esto los caballeros? (no digo que todos, no digo que siempre, nosotras también tenemos cosas más importantes que hacer que ponernos a repasar los cromos de ejemplares masculinos que pueblan nuestro universo cercano). ¿Pero cuántas veces la cosa se reduce una puntuación, como si fuésemos concursantes de una vulgar competición de mises o de talentos desconocidos?
Queridas -les dije a modo de conclusión final- creo que todas desprendemos follabilidad y el que no sepa verlo, peor para él.

¿Por qué escribo esto hoy? Porque algo está cambiando. Porque ellos y ellas están más comunicativos que de costumbre. Porque estamos en primavera y hay días tan intensos, conversaciones tan intensas, chats tan plagados de reflexiones y romanticismo que he acabado la semana sencillamente exhausta. Una ya no puede con tanta emoción, con tanta hormona revolucionada. Con tantas confidencias que le hacen amigos con un índice de follabilidad más que aceptable y que te dedican una canción de Sting. Y piensas. No, mira, no. Que aunque parezca que estoy de atar, Freud debió pensar en mi para crear el Súperyo, esa instancia moral, enjuiciadora que nos graba a fuego las normas, reglas y prohibiciones parentales.  Vamos, que soy responsable hasta la naúsea.


Pero, por otra parte, he de añadir algo fundamental ¿No es bonito dejarse querer y sentirse querido por los demás? Ni Freud, ni la madre que lo parió me va a negar esa delicia. Es adorable que nos digan cosas bonitas, que nos las digamos los unos a los otros. Como decía mi querido colega y ex becario, Roberto Fuentes, en esta vida estamos para dar y recibir placer; para dar y recibir cariño. Qué sabio es para ser tan joven. Para llegar a esa conclusión yo tuve que ver morir a mi mejor amigo y entonces supe con claridad que lo único que importa en este mundo es el amor que das y recibes.  Todo lo demás, sobra. Ah, y el índice de follabilidad. No lo olvidemos. Y menos en primavera.

PD. Nos faltó hacernos un selfie, así que he puesto la foto de Hugh Jackman que para mi tiene un índice de follabilidad nada desdeñable, ejem





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