domingo, abril 27, 2014

El séptimo cielo



Las mujeres son de Venus,  los hombres de Marte. Eso dicen. Como apostilla mi amigo Alfonso Pérez, también existen entre ellos un montón de planetas diferentes ¿Por qué reducirlo a dos actitudes ante la vida? ¿Qué es lo típicamente masculino y femenino?  Sería una desfachatez por mi parte pensar que ustedes, caballeros, son todos iguales.  Pero, claro, somos pura química. El macho es víctima de su testosterona, la mujer de su progesterona.  Luego están los que tienen cuerpo de hombre y se sienten mujeres y al contrario. Un tema que daría para otro artículo.

Pongamos un ejemplo práctico. Soledad y Santiago hacen el amor. Están en esa fase de fuegos artificiales. Pues bien, tras el encuentro, Soledad se llevará los momentos, los olores, el éxtasis a todo lo que esté haciendo. Le resultará difícil mantener la concentración y andará por la calle con una sonrisa tonta. Santiago montará en su coche y realizará sus menesteres uno tras otro. Cepillar los dientes, entrenar bajo el sol, acudir a su trabajo y en algún momento puntual, una chispa le recuerde a Soledad, toda por descubrir, que le hace sentirse poderoso, pletórico. Un campeón del sexo, vaya. Después,  seguirá a lo suyo.

Dicen que las mujeres tenemos sentido práctico pero es más práctico lo otro. Como argumenta el terapeuta americano Mark Gungor (no se pierdan sus videos de Youtube) la cabeza del hombre es como un montón de cajas. Una caja para los hijos, otra para el trabajo, otra para el ejercicio, otra para el amor. El hombre siente terror a que estas cajas se interconecten entre sí. Vamos, que una caja no sabe lo que hay en la otra. Luego está la caja vacía. La caja de la nada. Por eso es inútil nuestro enfado cuando nosotras preguntamos "Cariño, ¿Qué estás pensando?" y ellos responden: "nada". Es la verdad: están en su momento de nada. Qué distinto es ese "nada" a cuando ellos nos interrogan con cierto temor "¿Pero qué te pasa?" y contestamos un "nada" que puede cortar el aire.

Según Gungor nosotras no paramos de hacer conexiones continuamente. Nuestro cerebro es como un vaso de Coca-Cola. Burbujas saltando de un lugar a otro. Gungor se ha olvidado de las mujeres que practican yoga, incluso de las que bailamos que nos imponemos la disciplina de aquietar la mente y concentrarnos en el ritmo.
Si somos tan distintos ¿Por qué nos empeñamos en emparejarnos? Durante un tiempo de mi vida tenía muy claro que algunas relaciones homosexuales son mucho más sanas que las heteros porque  mujeres y hombres son semejantes entre sí. Seguro que esto ahorra muchas discusiones.

Me uno al Vive la diffèrence! de los franceses pero propongo que, a veces, nos pongamos en la piel del otro. Las mujeres lo hacemos con demasiada frecuencia y eso tampoco vale. Debe ser algo mutuo. ¿Qué es lo que puede unir dos biologías y mentes tan dispares como la masculina y la femenina? Darwin sostenía que la música porque el motivo principal de la música es el sexo. En El origen del hombre escribió: "Las notas musicales y el ritmo fueron adquiridos al principio por los ancestros masculinos y femeninos de la humanidad con el propósito de cautivar al sexo opuesto"

De música y sexo también escribiremos  otro día. Lo único que me queda claro es que sólo el milagro del amor hace comulgar a hombre y mujer, tan dispares, en esos instantes suspendidos  en el espacio-tiempo donde existe la magia, el regocijo de la vida.  Y ya no pertenecemos a Venus ni a Marte. Estamos, sencillamente, en el séptimo cielo. Y, entonces, entonces somos eternos.




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