jueves, junio 29, 2017

Escapismo





Houdini es la metáfora perfecta del que consigue sobrevivir en nuestros días sin volverse completamente loco. Houidini era un escapista. Esposado, bajo el agua, conseguía zafarse de la trampa que él mismo había creado para entusiasmo y horror de sus seguidores.
Los humanos del siglo XXI somos expertos en fabricarnos trampas. El máximo exponente es la hipoteca. Seguimos con el coche y así con tantas y tantas pequeñeces que nos atan a números y no de magia precisamente.
Una vez recluidos en el hogar, en la rutina del trabajo y en las obligaciones ineludibles, le es muy sencillo al sistema apestillarnos un poquito más. El ejemplo lo tenemos este mes en la factura de la luz que, además, por arte de magia, tachán, se convierte en un monumental sablazo mensual. A pesar del  frío en nuestros hogares y no tener la calefacción prendida las 24 horas, la mayoría de nosotros pagaremos de media unos 100 €.
No sé qué pensaría Houdini, hijo de un rabino, feroz combatiente de todo lo paranormal, de los fenómenos extraños que acaecen a este esclavo humano del siglo XXI. No tenemos su fuerza descomunal, su gran voluntad para meterse en bañeras de hielo, su férrea disciplina y su genialidad. Como sabemos que falleció un día de Halloween yo apuesto por convocarlo el próximo año y pedirle, por favor, que se manifieste y nos dé una receta para burlar el impresentable coste de la vida que siempre acaece tras las navidades.
Si uno echa la vista atrás —muy atrás, de acuerdo— se tropieza estos súper hombres, casi hijos de los dioses que todavía hoy son una inspiración y un referente. Si uno echa la vista atrás, se sorprende de esos visionarios, de esos autores que viajaron en submarino o subieron a la luna desde las páginas de un libro, adelantándose en siglos a sus propios congéneres. Ese George Orwell de más actualidad que nunca que tuvo conciencia del imponente gran hermano que, no sólo nos observa, sino que se cuela hasta en el más recóndito de nuestros pensamientos para devolvernos un mensaje publicitario certero iluminando la pantalla de nuestro móvil.
Ese ser conscientes de las elaboradas mentiras que nos tragamos y regurgitamos al sostener opiniones opuestas y contradictorias. Opiniones parásitas pero que defenderemos con fervor.
Si uno echa la vista atrás, es sorprendentemente sencillo sentir el terror psicológico de Farenhait  451. La naturalidad con la que se ejecuta la persecución de unos humanos a otros. El delirio, el horror y la duda mágica. Quizá sí podemos escapar de las normas.
Nos arrojamos en los brazos de Ray Bradbury y le decimos, sí, tenías razón: es un placer arder. Porque a pesar de las consignas, las facturas, los mandatarios insolidarios, las guerras de pacotilla y los argumentos de chicha y nabo, todavía encontramos en la esencia del ser humano ese espíritu rebelde e insatisfecho del Gran Houdini. Ese que prefiere los bosques y que sabe encontrar la felicidad lejos de los grandes almacenes; Quizá entre las páginas de un libro, quizá en brazos de otro ardoroso cuerpo; quizá en su propia mente, creando personajes, argumentos, nuevas teorías de la liberación.
Houdini es nuestro espejo porque nos hemos convertido en expertos escapistas para salvaguardar la cordura ante la interminable incertidumbre. Somos expertos funambulistas en equilibrio. Las esposas no nos condenan, el agua helada no nos atemoriza.
No sé vosotros pero yo me escapo de un universo a otro, de un pensamiento a otro, de un sueño a otro y me siento invencible, etérea, ardiente, real.
es un placer arder. Al coste que sea.

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