domingo, diciembre 22, 2019

Madurescentes






Han vivido mucho, quizá sobrepasen los cincuenta. De pronto se dan cuenta de que su piel no es tan firme como hace siquiera ocho años, que las canas se han adueñado de buena parte de la cabeza, que las caminatas se hacen más pesadas y que, aunque gocen de buena salud, algunos pequeños estorbos son recurrentes.  Pero por dentro son eternos. Son los jóvenes de hace treinta años y aún saben que tienen una buena parte de vida por delante.

Los madurescentes han vivido lo suficiente para saber lo que ya no quieren. Tal vez han perdido demasiado tiempo con personas con las que no encajaban o han intentado desdibujarse para sentirse integrados en universos que finalmente los han rechazado como una pieza perdida de un puzle. O quizá, ellos mismos se han dado cuenta de que no se han integrado ni falta que les hace. Al contario, celebran su singularidad.
A veces, en esas edades maduras encuentran por fin al primer amor. A esa pareja que les comprende, con la que hablan el mismo idioma. Con la sabiduría de lo vivido, rehúsan perder el tiempo en discusiones banales, en laberintos sin salida, en peleas infructuosas. Se enfocan en lo positivo, en lo que les queda, en lo que disfrutan y no en lo que les falta. Si tienen un problema, son capaces de hablarlo con su pareja sin tabúes ni complejos.
Atentos, porque los madurescentes dominarán el mundo y en breve serán mayoría, si acaso no lo son ya. Atentos, porque la vida empieza a los cincuenta y la sexualidad se vuelve más rica y creativa. Las conversaciones más profundas y la gastronomía más variada y saludable.
A partir de ahora, ellos serán el público objetivo. Cierto, no los llamarán para las entrevistas de trabajo, los mirarán con cara rara si deciden comenzar unos estudios a esta edad o aprender una disciplina musical. Que miren, a ellos qué.
El madurescente posee el fuego en su interior, una infinita curiosidad por casi todo, una prisa por vivir todo lo que queda pendiente, un deseo por disfrutar de cada pequeño detalle que regala la existencia. Habrá días difíciles. Es posible que alguno de sus coetáneos los miren como bichos raros. Acaso sus hijos pueden pensar que mean fuera de tiesto, pero ellos no se saldrán de su camino porque les va la vida en ello. LA VIDA, así, en mayúsculas.
Los hay que se rindieron, que con determinados años se acogieron al patrón de sus ancestros y no se mueven un milímetro del molde establecido y los hay que deciden romperlo, salir de la famosa zona de confort, incluso superar obstáculos y padecer los inevitables momentos de pánico porque saben que, incluso esa incomodidad del principio, es sólo el primer paso de un nuevo tipo de cotidianidad.
Experimentar la intensidad y el placer son sus preceptos. Cuidar los afectos, el diálogo, el medioambiente y a quienes aman, prioridades incuestionables.
Los madurescentes están entre nosotros con ese brillo especial en la mirada, quizá usted sea uno de ellos.


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