domingo, enero 19, 2020

Collejas a troche y moche




El querido compañero e insigne periodista, Chimo García Cruz, es uno de los prologuistas de mi próximo libro que se va a titular PuntoG; una recopilación de artículos que han ido apareciendo desde el año 2009 en este periódico que leen ustedes. Y sí, siento comunicarles que aquí voy a seguir incordiando al personal todo el tiempo que me dejen. Late en mi un Winston Churchill, incapaz de estarse quieta, de parar la cabeza, aunque algunos prefieran que me largue. Pero no. Resistiré. Todo sea por la libertad de expresión, incluso por molestar, como dicen en el Caribe.
Chimo ha escrito algo tan precioso y verdadero que me puso al borde de las lágrimas. Los grandes periodistas son así, llegan al fondo de tu alma con tan sólo un vistazo. Desde aquí te lo digo, eres el único del periódico, salvo Manuel Madrid, que me ha escrito un whatsapp para felicitarme por un artículo mio y esto te honra y me honra.

Diréis que este Punto G es algo endogámico. Lo es. Pero ya he escrito del pin parental, a mi modo, en otros artículos, y de esos otros asuntos que hoy nos sacuden la realidad. Como unas falsas violadas de Oregón y unos no violadores afganos.
Hoy me dejo esos temas que tanto me fascinan por otro asunto que me fascina por igual: los periodistas de raza, los maravillosos compañeros con los que he compartido travesías, viajes cortos y algún que otro transoceánico. Y permíteme, querido compañero, que escriba sobre ti. Aunque sea un poquito.
Esta profesión tan denostada no se paga con todo el oro del mundo porque además de dejarte los cuernos has de intentar ser buena persona y hasta donde llego, todos mis compañeros lo son
Algunos, simplemente, perdieron su ego por el camino y piensan en su trabajo como un modo de aportar a la sociedad algo tan necesario hoy día: información veraz. Y contrastan, e investigan y pelean por una noticia, porque los demás conozcan la verdad, aunque esa verdad suponga, como dice Chimo, dar collejas a troche y moche.

Todos los periodistas llevamos un Pepito Grillo dentro. Cierto, a veces somos un poco pesados, pero pensad que siempre somos más duros con nosotros mismos que con el resto, por raro que os pueda parecer. Que esta profesión tan hermosa a veces es un ejercicio de masoquismo poco saludable y que el lector no se entera ni de la cuarta parte de los acontecimientos e intrahistorias que rodean una noticia.

A veces, en el camino de intentar ser fieles a la realidad a toda costa, perdemos cosas. Familiares que nos ven poco, hijos que crecen sin tu presencia constante, la inestabilidad laboral y económica forever and ever o, incluso, un poquito de salud.

Una que está en otro camino, en el camino del exilio, admira hasta las lágrimas a personas como Chimo. Se queda muda ante su generosidad, su ilusión, su empuje.
Esta exiliada te las gracias, Chimo. Como se les dice a los grandes del flamenco: no te mueras nunca.


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